Capítulo 23: Solo una noche.

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Había experimentado la misma sensación antes, justo después de recibir la sangre del conde por primera vez. La fatiga que solía aferrarla y pesar en sus huesos desapareció por completo. Se sintió revitalizada, como si un torrente de energía recorriera cada fibra de su ser.

No había vuelto a experimentar los mareos persistentes ni las jaquecas que antes la atormentaban. Aquella sangre, que fluía por sus venas, parecía haber traído consigo una vitalidad renovada. Su cuerpo se sentía más ligero, ágil y resistente. La sensación de cansancio había sido reemplazada por una sensación de vigor y claridad mental.

Desde entonces, Xia había notado un cambio en sí misma. Su agudeza y reflejos se habían mejorado notablemente. Era capaz de llevar a cabo tareas físicamente exigentes con facilidad y su mente parecía procesar la información de manera más rápida y eficiente.

Sin embargo, aunque apreciaba los beneficios que la transfusión le había brindado, también había una sensación de dependencia que la inquietaba en ocasiones. Se preguntaba qué pasaría si alguna vez se agotara la reserva de sangre del conde. ¿Volvería a su estado anterior, a la debilidad y las limitaciones que tanto había deseado superar?

En ese instante, una mancha negra en medio del exuberante verdor que admiraba llamó su atención, justo donde los árboles dejaban de crecer. No había duda, era Zien, solitario y posiblemente con frío, pero firmemente esperando por ella. La visión conmovió su corazón y derritió cualquier rastro de amargura que pudiera haber sentido.

La conmoción se apoderó de ella, sacudiendo su ser hasta lo más profundo. Un torbellino de emociones la embargó, amenazando con hacerla perder el control. La sorpresa y la alegría se mezclaron en su interior, generando una necesidad urgente de gritar el nombre de Zien en voz alta. Sin embargo, en el último instante, su razón prevaleció sobre la impulsividad.

Se detuvo abruptamente, conteniendo el grito que había estado a punto de escapar de sus labios. La realidad se impuso en su mente: si lo llamaba, si despertaba a Zien en ese momento, solo sería un acto egoísta. Él no podría acudir corriendo hacia ella, no podría llegar hasta donde estaba.

La distancia física que los separaba era un obstáculo insalvable en aquel momento. Aunque anhelaba desesperadamente su compañía, sabía que llamarlo solo aumentaría la frustración y la impotencia que ya sentía.

En lugar de dejarse llevar por la tristeza y la desesperanza, Xia optó por reprimir sus sentimientos momentáneamente. Se obligó a recordar las palabras de Zien, las promesas que le había hecho. Sabía que él estaba velando por su bienestar incluso desde la lejanía. No era necesario despertarlo y poner en peligro su propia seguridad.

Dejó escapar un suspiro y se concentró en los buenos sentimientos. Se sintió cuidada, resguardada en la distancia por su compañero. Zien había cumplido con su palabra, y dentro de unas pocas horas estarían juntos nuevamente. Solo necesitaba conciliar el sueño para que la noche pasara aún más rápido y el amanecer los reuniera.

Con paso lento pero decidido, Xia se alejó del ventanal y regresó a la cama. Se arropó entre las sábanas suaves, cerrando los ojos mientras respiraba profundamente. Aunque la espera parecía eterna, sabía que el tiempo fluiría inexorablemente hacia el encuentro que tanto anhelaba.

El latido de su corazón marcaba el compás de sus pensamientos, fusionándose con el suave zumbido de la luz tenue que iluminaba la habitación. Mientras el silencio envolvía el espacio, Xia se dejó llevar por la promesa de un futuro juntos. Con el pensamiento de Zien como un faro en su mente, se entregó a un sueño profundo.

A la mañana siguiente, cuando los primeros rayos de sol se filtraron a través de las suaves cortinas, Xia despertó con una sensación renovada. Se estiró en la cama, sintiendo cómo sus músculos se relajaban después de una noche de descanso reparador.

Con determinación, se levantó de la cama y se preparó para salir de la habitación. Aunque había esperado encontrar al conde, solo Gieviv estaba allí para despedirla. La ausencia de Hawke no la sorprendió, suponía que su presencia sería limitada, pero no había cruzado mirada con él en toda su estadía y esperaba algún tipo de regaño por su parte.

Con paso decidido, Xia salió de la imponente mansión y se encontró con el brillante resplandor del sol en su rostro. Los cálidos rayos acariciaban su piel, dándole una sensación reconfortante de bienvenida. El aire fresco y revitalizante llenaba sus pulmones mientras avanzaba hacia la salida.

Gieviv, con su presencia silenciosa pero atenta, abrió las grandes y negras rejas que protegían la mansión. Las puertas se deslizaron suavemente, revelando el paisaje más allá. Y allí, como una figura majestuosa en medio de la vasta extensión de terreno, estaba Zien, esperando pacientemente su encuentro como una figura estoica y firme en su lealtad.

Xia sintió cómo su corazón se aceleraba ante la visión de su compañero.

Al acercarse, el lobo captó el aroma del rojo en la piel de la humana, por lo que se frotó vigorosamente contra ella, intentando borrar cualquier rastro de ese olor que lo enfermaba. Sin decir una palabra, Xia acarició su pelaje con ternura, dejando que sus dedos se hundieran en la suavidad de su abrigo.

Aunque solo habían pasado una noche separados, el peso de la impotencia y la aceptación de que esta separación sería recurrente los llenaba de ansiedad. Sin embargo, ahora estaban juntos nuevamente, y eso les proporcionaba un alivio momentáneo. Juntos, emprendieron su camino lejos de la mansión, siendo vigilados desde la altura por un par de ojos borgoña. 

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