Gustavo comenzó a sentirse que entraba en confianza con su joven interlocutor. Diego por su parte siguió con lo suyo.
- Señor, si no se tratara de clases, entonces usted estaría casado con alguna de estas bonitas enfermeras, en lugar de vivir con su mujer, rodeado de fortunas y casi sin tiempo para el amor. ¿No lo pensó así alguna vez? - planteó Diego.
Ese comentario incomodó a Gustavo, quien lo miró con un gesto reprobante. Diego percibió la indirecta, pero continuó:
- ¿Me va a decir que no vive así?
- No te lo negaré. Pero tampoco es para decir que no amo a mi mujer. La amo desde que la conocí. De joven era igual a Perla. Pequeña, frágil, llena de vida. Nunca medí a la gente por su clase social. Sin embargo, tienes razón. A veces cuando los intereses se mezclan, sufrimos demasiado.
Diego se sonrió por haber conseguido llegar a Gustavo. Al hacerlo, decidió contarle la verdad respecto a lo que había sucedido. Gustavo se sorprendió al conocer con lujo de detalles lo que realmente había ocurrido aquella noche en el puerto y el escape que tuvieron hacia la casa de fin de semana, antes de la detención.
- Vaya, has jugado tus pelotas por mi hija. Eso merece mi atención y felicitación.
- Se lo agradezco, señor. Pero considero que es lo que una persona cabal tiene que hacer por una dama y más aun, si esta es la mujer que ama.
Gustavo se sintió gratificado de haber conocido a un joven tan cabal como Diego. Sentía que no existían motivos válidos para objetarlo como lo hacía Babi. En él veía una completa confianza.
Tras esa charla, observó la hora y se dispuso a marcharse.
- Joder, que se me está haciendo tarde. Realmente me llevo una buena impresión tuya, muchacho. Espero puedas sorprender a mi hija este miércoles. - dijo levantándose.
Diego hizo lo mismo y estrechó fuertemente la mano de Gustavo, en un verdadero pacto de caballeros.
- Le aseguro que usted no se arrepentirá de mí. Espero poder llegar de la misma forma hacia su esposa. - dijo Diego despidiendo a Gustavo, cuando en ese momento apareció Gin, saliendo de su chequeo. Gustavo la reconoció.
- Buen día. ¿No es usted la mujer que dialogó conmigo hace cosa de dos meses atrás?
- ¡Sí! ¡Qué grata sorpresa! - dijo Gin - ¿Qué hace por aquí?
- ¿Vosotros se conocen? - preguntó Diego completamente desconcertado
- Nos conocimos aquí luego de conocer nuestras dolencias - respondió Gustavo - Señora, su hijo es una persona de bien. Cuídelo mucho. Hoy en día escasean los hijos responsables.
- ¿Y vosotros de donde se conocen? - preguntó Gin.
- Madre, Gustavo es padre de Perla - respondió Diego - ¿recuerdas a Perla?
- Si, por supuesto. - Dijo Gin - Es un gusto volver a verlo, Gustavo.
- Pues ahora sí, me voy doblemente gratificado. Cuida mucho a tu mamá, muchacho. Eres una gran persona. - Saludó Gustavo y se retiró.
Diego y Gin hicieron lo propio con la información de que Gin tuvo una leve mejoría, aunque su leucemia seguía revistiendo gravedad.
Esa mañana Gustavo sorprendió a todos volviendo a casa. Entró como un custodio de la Reina de Inglaterra y fue a descansar a su escritorio. Fue así como lo encontró Perla, quien no había ido a clases.
- Papá ¿Qué haces aquí?
- Eso mismo pregunto ¿Qué haces aquí?
- No me sentía bien y mamá me dejó quedarme. ¿Y tú?
ESTÁS LEYENDO
Por Tu Amor ( Saga 3 metros sobre el cielo y Tengo Ganas de ti)
RomanceContinuación de la Saga 3 metros sobre el cielo
CAPÍTULO XVIII - CHEQUEOS DE RUTINA
Comenzar desde el principio