Capítulo 4 Aclaraciones

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Fue un viernes en que Odette y Antonella quedaron para hacerse los análisis, a las siete de la mañana con pocos minutos, ya se encontraban siendo pinchadas con sendas agujas para sus exámenes médicos. Al terminar, Antonella se ofreció a llevar a Odette a la universidad en que daba clases, tenía curiosidad de ver en cuál de todas las de la ciudad enseñaba y se impresionó al ver que daba en una de las mejores.
―Gracias por traerme, no debías de molestarte. Ya te has retrasado para ir a la cafetería.
―Una vez al año no hace daño.
―Eso espero. Nos vemos mañana.
Antonella vio a Odette alejarse con su bonita ropa de mujer sofisticada e inteligente, como le excitaba verla con esa ropa, moría por estar con ella a solas en una de las habitaciones de su casa, de hecho, ya tenía dispuesta la habitación que utilizaría para sus aventuras. Aunque Odette aún no estaba enterada de que el sexo se llevaría a cabo en casa de Antonella, está no estaba dispuesta a ir a meterse a los cuartos de hoteles o moteles, no se le antojaban limpios. De todas maneras, aún no le había terminado de contar a Odette sus peticiones, pero se hallaba segura de que una vez estando en su casa, no se echaría para atrás.
Una tarde del miércoles, con los resultados en la mano, ambas mujeres se dispusieron a ir con un médico para que como experto leyera los resultados y les dijera si alguna de las dos era portadora de alguna enfermedad.
― ¿Quieren un certificado? ¿Van a casarse pronto? ― les pregunto el doctor.
―En realidad no es nada de eso ― respondió Odette.
― ¿A no?
―No, seremos amantes y queremos asegurarnos de que las dos estamos limpias para no correr riesgos.
―Ojalá hubiera más personas como ustedes ― opino el galeno revisando los análisis ―. Ambas están más que sanas, no tienen de que preocuparse.
Odette y Antonella se miraron y sonrieron, aun así, el doctor les recomendó que deberían de usar preservativo, por si acaso alguna de las dos no le era fiel a la promesa de no acostarse con nadie más durante el tiempo que fueran amantes.
― ¿Cuándo quieres que dé inicio esto? ― le pregunto Odette a Antonella cuando salían de la consulta.
―Pronto, pero me gustaría hablarte de algo más. Sobre mí.
―Bueno, pero quedamos de no ser nada más que simples amantes.
―Sí, eso no está en discusión.
Odette se percató de que Antonella lucía insegura por primera vez ante su presencia.
―Si vamos a hacer amantes, deberíamos tenernos confianza. De hablar sobre lo que nos gusta o no. Tratar de ser algo así como amigas, pero sin desgastarnos en sentir celos y todas esas cosas — continuó Antonella.
―Me has leído el pensamiento.
―Es que el que me gustes y atraigas, no significa que podamos dejarnos desnudar de un segundo a otro por esa persona.
―Vamos a cenar.
― ¿Cada quien paga su cena?
―Sí.
―Perfecto, de no ser así. No podríamos ser buenas amantes.
Terminaron en una pizzería y mientras comían ambas se hacían a la idea de que pronto se hallarían desnudas una frente a la otra. La emoción y la excitación que antes sintieran por ser unas desconocidas, había desaparecido para dejar lugar a una nueva y extraña sensación de miedo y expectativa.
―Tengo que decirte algo de mí.
―Eres casada y tu esposo se encuentra en un viaje de negocios ― dijo Odette con la boca llena.
―Acaso no te enseñaron modales.
―Claro, pero necesitaba hablar.
―Nada de eso, no soy casada. No nací para el matrimonio heterosexual.
―Ni yo y creo que tampoco nací para el matrimonio homosexual. Tengo mala suerte.
Antonella no podía imaginarse que una mujer como Odette tuviera mala suerte con eso del amor o con las mujeres.
―No lo considero.
―Si te contara.
―Cuéntamelo ― pidió mirándola a los ojos.
―De acuerdo ― trago Odette su último bocado de pizza ―. Antes de acabar en un viejo y feo edificio. Vivía cómodamente con mis padres, incluso hasta tenía un auto, pero me lo quitaron cuando supieron de Sharon.
―Tu novia, me imagino.
―Sí, mi novia en aquel entonces.
― ¿Qué paso?
―En un principio ellos me presentaban a muchos hombres de mi edad, hijos de buena familia con los cuales yo podría ser su novia, casarme y tener hijos, como toda la gente no gay. Pero tras varios intentos de fingir ser heterosexual, me cansé y les confesé que era gay.
― ¿Te echaron de casa por ser gay?
―No exactamente, pero casi, casi.
―Entonces ¿Por qué fue?
―Porque Sharon no les cayó bien, dijeron que solo quería mi dinero. Yo no les creí y me hicieron decidir entre ellos y sus comodidades o Sharon. Por supuesto que yo elegí a Sharon, que al final resulto ser lo que ellos me dijeran con antelación. Quería mi dinero y un día en que salí de viaje por un curso, ella se fue del apartamento en que vivíamos, me vació las cuentas y el piso. Me dejo sin muebles y sin dinero.
―Qué hija de puta.
―No te molestes en hacer coraje, ya ha pasado. Aunque no negaré que en principio llore de la rabia, pero ya paso.
― ¿La querías?
―No lo sé. Tal vez. Quizás si y por eso le confié las contraseñas de mis cuentas.
― ¿Saben tus padres lo que te paso?
―No, ni loca. No recurrí a ellos cuando me quedé sin dinero. Pedí prestado a un colega de la universidad que sé que le gusto, no me costó nada que me prestara.
―Eso quiere decir que no les hablas a tus padres.
―Así es, no les hablo.
― ¿Y ya le pagaste a tu colega?
― ¿Te preocupa que te robe?
―No, yo solo…
―Ja, ja, ja. Ya le he pagado, no me gusta pagarle mal a las personas que han hecho algo bueno por mí. Ahora cuéntame de ti.
―Bueno, no he tenido novia, pero sí que me enamore hace muchos años de mi prima ― al decir esto miro a Odette para ver cuál era su reacción, esperaba que abriera la boca y le llamara degenerada, pero no lo hizo, su rostro continuo igual de sereno que antes ―. Pero no pasó nada más entre nosotras que un simple beso y fuimos sorprendidas. Se armó un gran escándalo, en aquel entonces yo vivía en un pueblo. Para no hacerte la historia más larga, tras aquel beso mis padres se divorciaron y mi madre y yo nos venimos a la ciudad, abrió la cafetería y de eso hemos vivido todo este tiempo.
― ¿Dónde está tu madre?
―Murió hace dos años.
―Lo siento ¿Ves a tu padre?
―No, deje de verlo desde que abandonamos el pueblo. Él jamás me busco, no soportó la idea de tener una hija lesbiana.
―Qué tonto.
―Queda lo más importante que debes saber de mí y que no siempre estoy dispuesta a dejar ver y saber.
―Está bien, Antonella. Nadie es perfecto, quien soy yo para juzgarte.
―Tengo una manía en especial que solía sacar de quicio a mi madre de vez en cuando.
―Dímela.
―Soy adicta a la limpieza, no me gusta que nadie me toque después de que me baño, a menos que haya pasado por mi estúpido requisito de higiene ― Antonella se hallaba enojada consigo misma por lo tonta que se escuchaba diciéndole aquello a Odette.
―Si te preocupa que no lo siga, soy una persona bastante accesible. No tengo problemas con ello ― dijo encogiéndose de hombros ―. Sharon me decía hasta que perfume usar, porque decía que mi favorito le daba náuseas ¿A ti te da asco? ― le pregunto acercando su cuello a Antonella para que la oliera.
Antonella ya había respirado su perfume antes y para nada le era desagradable o le daba asco, más bien le gustaba mucho y teniendo el cuello de Odette en semejante distancia se le antojó besarla.
―No es para nada desagradable, de hecho, me gusta mucho.
― ¿De verdad? ― pregunto Odette con una sonrisa que ilumino sus ojos.
― Sí, de verdad. Tanto que tuve que aguantarme las ganas de besarte en el cuello.
― ¿Y tu código de higiene?
―No aplica en este momento, solo en mi casa.
―Eso quiere decir que iremos a tu casa.
―Si ¿Te molesta?
―No, si no te molesta a ti.
―Mi casa está arriba de la cafetería.
― ¡Oh!
―Pensé que ya te habías dado cuenta.
―No, eso quiere decir que eres una mujer insuperable ― le sonrió levantando su vaso de gaseosa.
Antonella respiró tranquila, Odette era mucho más flexible de lo que creyó. Al final de la cena, se sintió relajada y en confianza con la traductora. Antonella la llevo hasta su piso, pese a las reticencias de Odette, pero la otra insistió en que era tarde y que no la dejaría ir sola a esas horas de la noche.

A la medida de mis manías Where stories live. Discover now