-Hola mamá, yo también me alegro de...

Apenas pude terminar la frase cuando mi madre se lanzó sobre mí, literalmente. Al principio me quedé estática sin saber muy bien que hacer, aunque realmente tampoco era totalmente mi culpa esa reacción. Mi madre nunca ha sido una persona muy cariñosa, y mucho menos empezó a serlo después de que Naos nos dejase, pero tampoco puedo culparla totalmente por ello, me imagino que tras la muerte de una hija lo que menos debe apetecer es ir repartiendo abrazos, por lo que no estaba nada acostumbrada a este acto, y menos de su parte.

Me costó unos segundos recaer en la realidad y rodear torpemente a mi madre con mis brazos. Estuvimos un par de segundos abrazándonos en silencio hasta que mi madre rompió el contacto.

- ¿Te ayudo con la maleta?

-No te preocupes, es pequeña, puedo sola.

Entré a mi casa mientras seguía a mi madre por el largo pasillo que conducía a las escaleras. Al pasar por la cocina me recibió un rico aroma que enseguida reconocí.

- ¿Has hecho bizcocho? - murmuré mientras recorrí el limitado espacio en su búsqueda.

- ¿Cómo no iba a hacerlo si es tu favorito? -rebatió.

Me giré asustada hacía la silueta de mi madre.

Alerta, demasiada amabilidad.

Justo cuando iba a girarme para continuar el camino hacia las escaleras para intentar escapar de la amabilidad repentina de mi madre me pareció ver como esta colocaba la bandeja con la que había salido a recibirme.

Quitó el trapo que la cubría e inmediatamente me acerqué con la intención de robar un pequeño pedazo de mi postre favorito, pero mi madre fue más rápida que yo y consiguió darme un pequeño golpe en la mano con la que pensaba cogerlo.

-El bizcocho no se come hasta terminar la comida.

Esta sí que es mi madre.

-Leah, ¿Por qué no vas a dejar tus cosas mientras yo termino esto?

Decidí hacerle caso y minutos después me encontré frente a la puerta de mi habitación. No quería darme la vuelta y enfrentarme a las vistas de la que una vez fue la habitación de Naos así que rápidamente me introduje en la habitación frente a mí.

Lo primero que pude ver fue un pequeño espacio, pintado de un suave tono gris, desgastado en aquellos lugares donde hace un tiempo había posters, repleto de estanterías con libros que no había podido llevar conmigo, vinilos de artistas como Taylor Swift, One Direction, Harry Styles y Coldplay y un tocadiscos color malva cerca de ellos. También pude ver a mis pequeñas plantas, la mayoría sintéticas, y mi lado de la pared lleno de fotografías. Sin nombrar a las numerosas velas que decoraban la estancia, ya que tenía una pequeña obsesión con estas.

Por algún motivo, volver a estar aquí me hizo sentir rara, como si la Leah de hace unos meses no tuviese ningún tipo de compatibilidad con la Leah de ahora. No pude evitar preguntarme si es eso algo bueno o simplemente significa que estoy perdiendo mi esencia. No quise ahondar en la respuesta.

Después de mi pequeña reflexión me dispuse a sacar la ropa que había traído de mi pequeña maleta y ordenarla en el armario semi vacío. Una vez terminada esta tarea, cogí mi móvil y me asusté al ver que tenía al menos diez llamadas perdidas y un total de, sin exagerar, trescientos mensajes sin responder, la mayoría de ellos de Becca.

Leí alguno mientras avanzaba para encontrar los actuales.

Leah explícame ahora mismo por qué no están tus cosas en el piso.

La Estrella Que Nos UnióWhere stories live. Discover now