1. El bosque de las luciérnagas y del demonio

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Dentro de un oscuro bosque, donde miles de luciérnagas volaban libres y ofrecían un espectáculo visual increíble, el aire fresco de verano y el aroma a pino inundaba las fosas nasales de los raros visitantes, pues en el pueblo se contaban historia de como un demonio con gigantescos cuernos se les aparecía a los incautos viajeros que se atrevían a caminar solos durante las noches sin luna en ese espeso bosque que había pasado de llamarse "El bosque de las luciérnagas", al "bosque del demonio".

"El demonio del bosque" lo llamaban, poco original, pero lograba su cometido, hacer que los niños e incluso adultos se mantuvieran alejados de lo que sea que fuera que había dentro de esas hectáreas. Lo cierto es que el demonio era solo un chico, bastante fuerte y apuesto, de largo cabello y uñas afiladas, aunque, a decir verdad, tenía cuernos bastante pequeños para ser considerados una amenaza; pero nadie sabía eso, era lo que llaman un "gigante gentil".

Sus pasos fuertes aplastaban la hierba sobre la que caminaba, el ambiente se inundaba del aroma que emanaban al perecer bajo la madera de sus sandalias. Extendió sus grandes brazos hacia donde debería estar la plateada luna, pero parecía tímida de mostrarse esa noche, se estiró y dejó ver unos tatuajes que recordaban al color de la sangre, los tenía por todo el cuerpo. Itto soltó un bostezo y siguió caminando, cuando algo llamó su atención; una figura pequeña y blanca que ágilmente se escabulló entre las raíces de los árboles, si no estuviera tan oscuro, Itto podría ver en su rostro gatuno un matiz de horror.

—¿Quién se atreve a entrar al bosque del demonio? —Preguntó con voz fuerte, intentando espantar a quien sea que fuere lo bastante valiente para adentrarse a sus dominios. Su rostro mantenía una expresión de inquietud.

Acomodó su largo cabello blanco para parecer aún más grande, caminó hacía aquellos árboles donde pensó ver al osado ser esconderse. Apartó unas ramas secas y con la luz de las luciérnagas logró ver un par de colmillos blancos gruñéndole en un divertido tono agudo, claro luego de sacarle un susto que lo llevó a caer.

—Oh, solo eres un gato —dijo aliviado, luego de analizar el suave pelaje de colores negros, cafés y blancos mezclados como una ensalada. Itto rio por lo gracioso del asunto. Su risa era fuerte y clara, pero no asustaba a nadie, en cambio, era tierna también, cálida e incitaba a su oyente a confiar en él—. Ven aquí pequeño, ven aquí —llamó arrodillándose hasta llegar al nivel del gato y frotando su pulgar contra su dedo índice y medio.

El gato calicó se acercó lentamente, esperando recibir una caricia. Sintió algo que lo empujaba a acercarse a aquel extraño ser que no había visto jamás antes, una especie de fuerza lo llevó hasta restregarse contra la mano del extraño "humano". Itto dejó salir un sonido de ternura de sus rojos labios al momento de tocar el suave pelaje del gato. Notó que estaba muy sucio y mojado, ¿hacía cuánto tiempo llevaba vagando el pequeño en este bosque donde no había mucho para comer? ¿Estaba perdido acaso? Es lo que le preguntó al pequeño y solo recibió una mirada coqueta en respuesta. Itto sabía lo que el miedo significaba y cuan dañino podría ser para una persona o animal, así que intentó ser gentil con el pequeño gato.

—¿Hay algún lugar al que quieras ir? No me importaría escoltarte —Preguntó una vez más, alzando al gato entre sus brazos. Acurrucado ahí, parecía una pequeña mancha entre todos sus tatuajes.

El gato parecía perdido, no podría ser de ningún habitante del pueblo, estaba demasiado lejos para serlo. Lo más probable es que alguien lo hubiera abandonado. Al notar esto, el corazón de Itto se hizo añicos, él sabía lo que era ser abandonado a su suerte, y con una voz cálida le dijo que lo llevaría con él.

— De acuerdo, te llevaré a casa, ¿te gusta la idea?

Itto decidió partir de vuelta a casa; una pequeña cabaña en las profundidades del bosque. Llevaba varios años viviendo solo, tantos que no podía recordar hace cuánto fue la última vez que un espécimen estuvo cómodo a su lado sin intentar apedrearlo o picarle con ramas, o incluso lanzarle tierra y objetos frágiles. Se sentía bien tener finalmente a alguien con quien compartir, aunque fuera un minuto en paz.

—¿Tienes un nombre, pequeño? —Le preguntó al gato, paró en seco dándose cuenta que aún no sabía si era un pequeño o una pequeña—. Hum... —Pensó un momento y alzó al gato sobre su cabeza para sacarse de dudas—. ¡Oh, vaya! Parece que eres una ella, mis disculpas señorita —dijo haciendo un además con su mano. Intentó pensar en varios nombres, pero solo uno se le vino a la cabeza —Fluffy, ¿te gusta? Creo que es un nombre mucho más bonito que 'gato callejero' ¡Ja!, parece que nos llevaremos bien, Fluffy. Yo soy Itto, gusto en conocerte.

A la gata, el nombre Fluffly le gustó, a pesar de no recordar su nombre o qué hacía antes de encontrar a Itto. Pero de alguna forma se sentía bien en sus brazos. Para él, parecía que tocaba una bola de suave algodón cada vez que acariciaba a Fluffly.

Luego de andar unos minutos por el viejo sendero, Itto se desvió hacia un par de grandes árboles y empezó a escalar, allá arriba se encontraba su cabaña, lejos de cualquier ser humano que quisiera cazarlo. Tenía un gran patio sobre aquellos troncos, pues ciertamente eran gigantescos, dentro de la casa todo era de madera, madera de pino fragante. El olor hizo a Fluffly sentirse aún más cómoda. La vieja chimenea de metal aún tenía cenizas de la helada primavera que recién había terminado. Algunas cosas colgaban del techo, parecían adornos hechos de conchas y caracoles extraídos del mar, al moverse con el viento producían suaves sonidos, todo era tan pacífico. La cama desordenada se encontraba debajo de una ventana sin cristal, parecía la cama más cómoda que existía en el mundo entero, la pequeña cocina solo tenía una estufa de leña y una mesa rústica que parecía haber sido fabricada por las mismas manos que la cargaban cerca de su fornido pecho. Más al fondo se encontraba una pequeña habitación, parecía ser el baño. Fluffly recorrió hasta el más mínimo detalle de la cabaña que solo se iluminaba con lámparas de aceite.

—Fluffly, este es tu nuevo hogar, puedes quedarte el tiempo que quieras. No te preocupes, mientras estés conmigo nada malo te va a pasar, te voy a cuidar Fluffly, ahora somos tú y yo —dijo acariciando su cabeza y sorprendiéndose al escuchar el fuerte ronroneo de Fluffly. Parecía agradecerle su buen acto de amabilidad.

Itto se dirigió a la pequeña cocina y sacó una porción de pescado que había guardado de esa mañana, la sirvió en un plato y se la ofreció a Fluffly, quien devoró todo sin ninguna pausa.

—¡Oh! Veo que estabas hambrienta —rio al ver el plato tan limpio como si hubiera sido lavado. El gato parecía entender cada palabra que él le decía, era tan raro pero reconfortante a la vez.

Itto se dirigió hacia un pequeño mueble al pie de su cama, era un baúl lleno de cosas que guardaba, cosas que encontraba muy hermosas. Saco un listón y colgó de él un caparazón alargado de color blanco que había encontrado hacía un par de veranos en la playa. Era la más bonita que tenía en su colección y por eso se la quería regalar a Fluffly, a quien también encontraba encantadora.

—Fluff, este collar es tuyo —dijo mientras se inclinó a su nivel y le puso el collar alrededor de su cuello—. Es lo más bonito que tengo en mi colección, y como tú eres bonita, entonces creo que te pertenece.

Si Fluffy fuera humana seguramente se habría sonrojado ante tal comentario, pero solo pudo maullar, como siempre, y era frustrante, pues podía sentir un atisbo de tristeza en su voz. Vivir solo por varios años, siendo maltratado y juzgado por los demás, realmente sonaba horrible. Tal vez incluso ella había vivido igual, pero no lo recordaba, no recordaba nada.

Después de un baño de agua tibia, donde Fluffly se portó muy bien, Itto la tomó entre sus brazos y la subió a su cama, la arropó con mucho cuidado y después de darle un beso de buenas noches sobre su pequeña y suave cabeza, cerró los ojos, dispuesto a dormir, mientras escuchaba el ronroneo de Fluffly.

La Señorita Gato (Missy Cat) - Arataki IttoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora