o. ━━━━ prólogo

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i'm leaving it all behind,
all my memories,
tears and laughter,
so make it worth it



















































Merilia cerró por última vez las cortinas de la ventana de su habitación, aquellas que siempre estaban abiertas por la mañana, dejando que los primeros rayos de sol le pegaran en el rostro apenas salieran, ocasionando las quejas matutinas de la pelinegra. Hizo un conteo mental de todo lo que tenía en su bolso de mano: dinero, perfume, labial, audífonos... ¡cargador! Que como se le acabara la batería del móvil tendría que aguantarse las peleas de su madre y hermana todo el viaje. Cerró su valija y la bajó de la cama, soltando un bufido por el peso de esta, desplegó la manija y las rueditas cumplieron su función de rodar por toda la casa hasta el auto, donde Merilia tuvo que hacer otro gran esfuerzo por meter la valija a la cajuela.

   —¿En serio estás de acuerdo con esto de mudarnos? —le preguntó su hermana, Noah, cuando entró al coche. La menor ya se encontraba en los asientos traseros a la espera de su madre —. Tú ya eres mayor de edad, podrías adoptarme y nos quedaríamos viviendo aquí —propuso, lo que llevaba diciendo hace tres meses, desde que su madre les dio la noticia de que se había casado y que deberían mudarse a la casa de su nuevo padrastro.

   —Viviríamos en la calle.

   —Sólo hasta que te gradúes y consigas trabajo —insistió.

   —Como si fuera así de fácil —resopló Merilia.

   Aquello la hizo recordar el inicio de toda esa locura. La mejor amiga de su madre, Alice, le había regalado a esta dos billetes para irse de vacaciones. La pobre había sufrido un accidente de coche y se había roto la pierna derecha, un brazo y tres costillas. Como es obvio, no podía irse con su marido a esas vacaciones y por ese motivo se lo regaló a la madre de Merilia. Noah de inmediato rechazó la oferta porque, vamos, ¿mediados de abril? Por aquellas fechas ella estaba en los exámenes finales y metida de lleno con su equipo de vóley, con el cual había obtenido el primer lugar después de una mala racha. Y Merilia estaba terminando de cursar su cuarto semestre en la universidad; la presidenta de la clase no podía dejar todo a medias para partir de crucero con su madre.

   Pero fue justo en ese crucero por las islas Flyi, en medio del Pacífico Sur, donde su madre había conocido al increíble y enigmático William Leister.

   Así que cuando Merilia regresó a su casa para disfrutar de sus vacaciones en familia tras concluir el semestre con notas más que aprobatorias, se encontró con la noticia de que su madre se había casado en un crucero con un hombre que había conocido en cuatro semanas.

   Si eso no era amor verdadero, no sabía que era.

   Toda esa situación le pareció surrealista a ambas hijas, porque su madre encima pretendía que ambas se mudaran junto con ella a la mansión de su ahora esposo. Noah lo tomó fatal, tener que dejar a sus amigas y novio en su último año de instituto. Merilia, por su parte, intentó verle el lado positivo. Ella no tendría que vivir en esa casa ya que en un par de semanas empezaba su quinto semestre y volvería a la universidad. Lo sentía mucho por su hermanita, pero no iba a quedarse a aguantar dos tipos desconocidos en una casa laberíntica.

   —¿Puedes dejar de hacer eso? Me pone nerviosa —le pidió Merilia a su hermana, que no paraba de subir y bajar la ventanilla del nuevo coche de su madre a la espera de que esta llegara.

   —A mí me ponen nerviosa muchas cosas que haces, y me las tengo que aguantar —replicó de mala manera.

   Merilia despegó su espalda del asiento y torció su cuerpo para ver a Noha.
—Conmigo no te agarres, ¿vale? Que no soy yo la que se ha casado con un desconocido.

   —Claro, como tú te irás de nuevo a la universidad qué más te da, ¿no? Yo soy la que tiene que compartir mi vida con dos tíos que no conozco.

   —Piensa en que sólo te quedan once meses, tres semanas y dos días para ser mayor de edad —le dijo, volviendo a acomodarse en el asiento.

   —Contaré los días como una prisionera —se cruzó de brazos.

   —Has lo que quieras, pero sin rayar las paredes.

   Merilia sacó de su cartera sus gafas de sol y se las puso para que los rayos no molestaran su vista. Se escuchó el golpe de la cajuela al cerrarse y segundos después, Rafaela, su madre, abrió la puerta del conductor e ingresó al coche.

   —¿Listas? —preguntó, al mismo tiempo que colocaba las llaves en el contacto y ponía en marcha el coche. Ninguna respondió, y el sonoro suspiro que vino a continuación se había convertido en algo tan rutinario que no las sorprendió para nada.

   —Aún no puedo comprender por qué no me dejas quedarme —habló Noah intentando convencer a su madre por enésima vez. Merilia apretó los labios sabiendo cómo iba a acabar aquello —. No soy una niña, sé cuidarme... Además, el año que viene estaré en la universidad y, al fin y al cabo, estaré viviendo sola, como Merilia... es lo mismo —argumentó con la idea de hacerla entrar en razón.

   —No voy a perderme tu último año de instituto, y quiero disfrutar de mi hija antes de que te vayas a estudiar fuera; Noah, ya te lo he dicho mil veces: quiero que formes parte de esta nueva familia, que ambas formen parte —dijo, separando una mano del volante y tomando la de Merilia. En respuesta, a pelinegra le dio un apretón y una sonrisa de labios cerrados —. Hijas, saben que quiero lo mejor para ustedes. Saben por lo que he pasado, por lo que hemos pasado; y por fin he encontrado un buen hombre que me quiere y me respeta... No me sentía tan feliz desde hacía muchísimo tiempo... lo necesito y sé que van a llegar a quererlo. Además, puede ofrecerles un futuro al que nunca podríamos haber aspirado.

   —Yo no necesito que un extraño me mantenga —le dijo Merilia soltando su mano —. Bastante me he esforzado con las notas para mantener la beca, trabajando medio tiempo en un Starbucks, como para que ahora vuelva a depender de un hombre. Voy, lo conozco, sonrío y me piro directo a la uni —dijo y volteó a mirar por la ventanilla.

   —Dejen de llamarle así, es mi marido, así que vayan haciéndose la idea —agregó en un tono más cortante.

   —Nunca voy a hacerme la idea —le contestó Noah.

   Rafaela volvió a suspirar.
—Entiendo que vayas a echar de menos a tus amigos y a Dan, Noah, pero míralo por el lado positivo: ¡vas a tener un hermano!

   —¿Y lo positivo de eso dónde está? —soltó Merilia seguido de una risa irónica.

   —Les va a encantar, Nick es un sol —afirmó su madre sonriéndole a la carretera —. Un chico maduro y responsable que seguro se muere de ganas por presentarles a sus amigos y enseñarles la ciudad.

   —Existe googlemaps, ¿te enteras? —dijo Merilia.

   —Por cierto, ¿cuántos años decías que tenía? —preguntó Noah, a pesar de ya saber la respuesta. Su madre no había dejado de hablarles de él y Will durante meses.

   —Es un par de años mayor que Meri —respondió, volteando a mirar a la mayor por un momento —. Pero tú eres más madura, así que seguro os lleváis fenomenal.

   ‹‹Van a tener que cambiar la definición de fenomenal del diccionario›› pensó, pero en lugar de decirlo, carraspeó y se inclinó hacía la radio digital para conectar el bluetooth al de su móvil y así poner música.

   —Bueno, vamos a dejarnos de peleas tontas y a disfrutar lo que nos queda de viaje, ¿va? —dijo y presionó play. Al instante la voz de Taylor llenó el coche y Merilia dibujó una sonrisa en sus labios.

   ‹‹Are you ready for it?››

























































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𝗥𝗘𝗣𝗨𝗧𝗔𝗧𝗜𝗢𝗡  ❪ culpables ❫Where stories live. Discover now