─Será la última vez que escuchen esto de mí ─musitó Maegelle, divertida─. Aunque todavía no puedo creer que esté a un día de mi honrado casamiento.

─Oh, hablando de ello ─musitó Iseneya─, los preparativos dieron comienzo anoche. Para mañana a primera hora, estiman que todo estará listo.

Maegelle asintió.

─Asegúrense de que Vargo no se coma todos los bocadillos ─musitó ella─, y mantengan en línea a todos. No necesitamos ningún tipo de escándalo mañana ─ambas asintieron, retrocediendo un paso cuando acabaron con su trabajo─. Gracias por vuestra ayuda. ¿Podrían ordenar que traigan el desayuno más completo posible? Anoche invité a Robert, debo discutir algunos asuntos con él.

─Sí, mi reina ─musitó Nesa, haciendo una reverencia─. Iré enseguida.

─Asael y yo estaremos haciendo guardia ─musitó Iseneya─, os haré saber cuando vuestro prometido llegue.

Maegelle asintió y la observó abandonar sus aposentos tras realizar una reverencia. La puerta se cerró detrás de ella, y la joven heredera procedió a girar para observarse a través del espejo. Acarició la tela del vestido cuando a sus pensamientos llegó el recuerdo de que mañana estaría de pie con el vestido que alguna vez perteneció a su madre y que prometió utilizar cuando el día de su boda llegase. Siempre pretendió cumplir con dicha promesa, por lo que, no dudó en ordenar que lo restauren y limpien para que quede como si hubiese sido confeccionado sólo para ella en su tan ansiado día.

Se encaminó hacia el balcón, donde abrió las puertas del ventanal y atravesó el mismo hasta poner sus manos sobre la piedra, con su mirada sobre el despejado firmamento celeste que esa mañana dominaba. El sol ya empezaba a hacerse sentir contra su piel, dándole una sensación de calidez encantadora sin poderlo evitar cerró sus ojos, disfrutando de ese sentimiento. La brisa mañanera golpeó su rostro. Sabía que no existía una mejor sensación que esa. La frescura de la mañana; era algo que amaba.

La puerta de sus aposentos fue golpeada y ella se volteó, imaginando que debía tratarse de las sirvientas con el desayuno; pero no, por ella atravesó Rhaegar siendo retenido de inmediato por Asael quien ni siquiera dudó en realizarle una llave ─casi dejándolo sin brazos. Maegelle frunció su ceño, pero no ordenó que lo suelte y parecía no tener intenciones de hacerlo.

─¿Qué haces aquí? ─preguntó ella─. ¿Y por qué no te has hecho anunciar?

─Debemos hablar, Mae...

Ella lo observó fijamente. Se sintió con una carencia de emociones, pero quizá solamente fuera porque Rhaegar siempre la hacía sentir demasiado y en esa ocasión, no supo cómo sentirse concretamente .

─Estoy ocupada ─dijo.

─Será un segundo ─insistió Rhaegar.

─Bien, lo que tengas que decir, dilo.

─¿Podrías ordenar...? ─le preguntó, el agarre de aquél musculoso hombre era abismal. Ella posó su mirada en Asael, quién se encontraba viéndola fijamente esperando por su orden.

Ivestragī ziry jikagon. Suéltalo.

Asael lo soltó sin mostrar ni un poco de suavidad, casi haciéndolo trastabillar con sus propios pies y Rhaegar quedó aún más sorprendido por la fuerza con la que lo sujetó. Lo había tratado como si fuera una pluma, alguien que no contaba con la capacidad para hacerle frente. Por un segundo se quedó en silencio, pensando en cuántos hombres como él seguían a Maegelle.

─¿Y bien? ─preguntó ella.

Rhaegar rememoró por qué se encontraba ahí y la observó. Los ojos de Maegelle no lo miraban como lo hacen siempre: esa luz de esperanza y cariño por él ya no brillaban tanto como antes, esa sonrisa radiante que siempre le enseñaba tampoco apareció, ni siquiera hubo un atisbo de ella. Su rostro neutro y para nada contento lo hicieron arrepentirse de cada mala decisión que tomó.

call of silence.       robert's rebellionWhere stories live. Discover now