—Gracias. —Me sentía demasiado incómodo porque no contaba con aperitivos para invitarles. Traté de relajarme. Después de todo, las visitas eran mis amigos—. Y, díganme, ¿qué les trae por acá? ¿Están de paseo?

—No —reconoció Nicolás, luego señaló discreto con la mirada a su novia y a Isabel—. Las señoritas aquí presentes insistieron en venir a visitarte y aproveché que tenía asuntos de trabajo para pasar. Disculpa que no avisamos, nos costó algo de tiempo convencer a la mamá de Chavelita y al final aceptó de último minuto.

Me preocupaba que mi dirección fuera de dominio público, pero no indagué el cómo la obtuvieron. Seguro Erlinda se las dio. Allí reparé en ella.

—¿Y Erlinda? ¿Cómo sigue?

Las dos mujeres se voltearon a ver.

—La verdad, pensamos que la encontraríamos aquí. No sabemos a dónde se la llevaron —confesó decepcionada Isabel.

—Dudo mucho que venga a esta casa. —Debido a mi parentesco con los homicidas de su padre, seguro Erlinda no querría volver a verme jamás—. Siguen sus cosas aquí, pero no, no ha venido.

—Lo único que espero es que se encuentre bien —dijo Celina—. Quedó destrozada con... lo que pasó.

—Solo pudimos platicar por poco tiempo antes de que se fuera, o se la llevaran, por eso nos preocupamos —añadió Isabel.

Celina se levantó y se acercó a mí. Por poco su mano sostiene la mía cuando se detuvo.

—¿Tú cómo estás? —Me miró conmovida y habló con voz baja—. Ya nos enteramos.

—Me encantaría decir que bien. —¡Pero no podía! Me sentía un asco, un derrotado, un despojo de mí—. ¿Cómo está ella? —A pesar de todo, seguía pensando en su bienestar.

Celina giró a ver a su amiga, como dudando.

—¡Dile! —la instó Isabel—. A eso veníamos, ¿no?

Un ligero mareo me atacó al imaginar que Amalia, mi amada Amalia, podía encontrarse en algún peligro.

Sentí la necesidad de levantarme y así lo hice.

—¿Le pasó algo? —me apresuré a preguntarle.

—Esteban. —Ella vaciló un poco y me tocó un poco el brazo—, don Cipriano ya anunció a los cuatro vientos que va a prometer a Amalia con un Carrillo. —No fue capaz de sostenerme la mirada—. To... todavía no se sabe con quién, y tampoco se ha llevado a cabo el compromiso, pero... es casi un hecho.

Tuve que apretar los dientes para no soltar un alarido de furia.

—¡Ese maldito! —solté apenas.

Nicolás e Isabel se levantaron para intervenir, supongo que notaron que a Celina le costaba trabajo expresarse.

—Pensamos que lo hace como una burla por lo tuyo con Amalia —añadió Chavelita.

—¡Con un Carrillo! —Por dentro maldije a don Cipriano. Y yo que lo creía un hombre sensato a pesar de las críticas que giraban en torno a él—. De seguro será con ese... tarado de Ciro.

Supongo que Celina sentía la misma frustración que yo porque se dio vuelta, giró una vez, se llevó una mano a la cabeza y se mantuvo así.

—¡Ese hombre es un violento! —se quejó Isabel y sus ojos se pusieron cristalinos—. Va a maltratarla si la casan con él, y ella no tendrá otra salida que aguantarse. ¡Debes hacer algo!

¡Tenía razón! Ciro Carrillo sería un horrible esposo para cualquiera. Con solo imaginar a mi amada estrella unido a él, me asqueé.

—Le pedí que se viniera conmigo —confesé cabizbajo—, pero no quiso.

Cuestión de Perspectiva, Él © (Libro 1)Where stories live. Discover now