VEINTICINCO: Lo que se hace por amor

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—Borracho y violento son dos cosas distintas, mi papá tiene un problema de ira. ¿Y si llega el día en que se moleste tanto que agreda de forma fatal a alguien?

—A mamá o a mí, no alguien —corrige—. No sería capaz de ponerte una mano a ti encima, solo es gallo con las mujeres.

—Tenemos que frenar esto.

—¿Y cómo, Mau? Mi mamá no quiere... —Vicky suspira—. Ni siquiera vino, Mau. Prefirió quedarse en casa con él, velando por él.

—Hoy es una caída, mañana otro golpe, pasado mañana, ¿qué? ¿tenemos que esperar que alguien muera para hacer algo? Mi mamá ya está pisando lo irracional.

—¿Y qué hacemos?

—Dejar de aguantar. Mi mamá... Vicky, ella es una adulta, no podemos seguir poniendo pañitos de agua tibia sobre sus decisiones, sus errores. Tenemos que poner la raya.

He hablado en tono bajo, más que nada para que no toda la sala de espera se entere de nuestros problemas. Vicky, no obstante, me ha escuchado perfectamente y aunque sus mejillas están húmedas por una mezcla de lágrimas y sudor, asiente.

—Tienes razón. Él o nosotros.

Mi hermana nunca ha defendido el actuar de mi padre, pero respeta mucho el de mi madre, sin embargo, creo que lo que ha pasado esta noche es la gota que derrama su vaso, o al menos la asustó lo suficiente como para dejar de querer apoyar ciegamente a mi mamá.

Toco su hombro y suspiro.

—Él o nosotros.

•••

Cinco horas en el hospital, y dado que el incidente sucedió sobre las diez de la noche, son casi las cuatro de la madrugada cuando volvemos a casa.

Para sorpresa de nadie, encontramos a mi mamá en el sillón de la sala, llorando, y mi papá en el sofá de tres plazas, inconsciente de la borrachera. Aún están tirados y desperdigados los adornos que estaban sobre la mesita de café que Vicky botó al caer.

Mamá se pone de pie de inmediato y camina hacia Vicky, que viene renqueando, ayudándose con una muleta alquilada y con su pie lastimado lleno de vendas. Por suerte no estaba fracturado, pero deberá andar así por un par de semanas mínimo.

Mamá la toma de las mejillas, mirándola con fijeza.

—Hija, ¿cómo estás?

Su voz suena tan ronca por llorar que me resulta físicamente doloroso.

—Tenemos que hablar —responde mi hermana a cambio, pasando por su lado hacia el comedor.

Miro a mi mamá, intentando no lucir como si la culpara a ella. No lo hago, no la culpo. Claro que el único responsable de lo que pasó es mi papá, pero creo que hacer ojos ciegos a los problemas es otra forma de complicidad.

Llegamos los tres al comedor. Mi hermana se sienta, aliviada luego de subir a duras penas las escaleras para entrar acá.

—Esto llegó muy lejos —digo.

—No lo hizo adrede, hijo. Mañana se dará cuenta de lo que hizo y...

—¿Y qué? ¿Se disculpará y volveremos a ser felices? Sí, vale, hasta su siguiente borrachera y el ciclo se repite.

—Es tu papá, Mauricio.

—Es violento, mamá. Hoy mi hermana salió lastimada, a ti te golpea cada vez que le da la gana. ¿Y si mañana te mata en uno de sus ataques? ¿Cuántas disculpas crees que deba darme por quitarme a mi mamá?

En el corazón de Sandy •TERMINADA•Where stories live. Discover now