𝒮𝑒𝓇 𝓈𝒾𝓃𝒸𝑒𝓇𝑜

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Al despertar después de haberse desmayado producto de la fatiga y el dolor del disparo, Aioros se sobresaltó cuando sintió un toque delicado sobre su pierna herida y se alzó a toda prisa sobre sus codos, listo para agarrar su arco y amedrentar a quien fuese que estuviese toqueteándolo así. Hasta que vio que sólo era Mei y se relajó al instante. Ella, sentada junto a él, le había sacado las vendas ensangrentadas y se hallaba limpiando en silencio su herida, las vendas nuevas estaban a su lado y Aioros alcanzó a notar una profunda tristeza en sus ojos. Como si la herida le doliese tanto como a él de sólo verla.

—¿Mei? —fue lo primero que dijo con la voz ronca al recién despertar. Ella alzó su mirada para encontrarse con la de él y le sonrió, aunque la sonrisa no llegase a los ojos.
—Hola. Al fin despiertas —susurró la mujer.

Aioros se terminó de incorporar lenta y dolorosamente y miró a su alrededor. Mei soltó por un momento su pierna y se movió para ayudarlo a acomodarse.

—¿Cuánto tiempo he dormido?
—Como tres horas —contestó ella acomodando las almohadas a su espalda—. Shura me contó que te desmayaste en el camino hasta aquí.

Aioros se permitió hacer una mueca.

—Que vergüenza —el de ojos verdes miró con cierto desagrado su pierna herida, la misma que Mei nuevamente estaba vendando—. Tengo que trabajar más en mi resistencia. No se supone que a un Santo de Oro lo derribe algo tan simple como una bala.

Luego de cortar con tijeras el vendaje y terminar de ajustar este. Mei volvió a observar a Aioros y frunció el ceño.

—Es broma ¿No? —inquirió— Aguantaste casi media hora herido, cualquier otro ser humano común habría muerto, y con todas las veces que fuiste golpeado y arrastrado ¡Deberías agradecer que no se haya infectado!

Al ver la expresión de sobresalto —y también algo intimidada— de Aioros la mujer ninja suspiró pesadamente para relajarse. Alejó las manos de la herida del castaño y las posó sobre su propio regazo

—Discúlpame —habló ella—. Es sólo que se exigen demasiado y —Mei movió una de sus manos y la puso sobre la mano de Aioros. Su tacto tibio y delicado hizo que casi en automático el cuerpo de Aioros se destensara— olvidan que más allá de ser Santos de Oro son seres humanos.

El corazón del arquero se ablandó y al mismo tiempo se comenzó a acelerar. Mei tenía razón y él lo sabía. También la señorita Saori les había dicho lo mismo, que no siguiesen haciéndose de hierro con golpes dejando de lado su humanidad, lo que los hacía tan preciosos y diferentes de los otros ejércitos de los dioses ¿Pero qué más podían hacer? Era lo único que todos ellos conocieron en mucho tiempo. Sólo conocían el destino que los astros les impusieron, el de alzarse por encima de los humanos normales y dedicarse por completo a su diosa. Y por esto mismo de un modo u otro se forzaban a sí mismos a parecer lo menos humanos posible, aunque fuese de manera inconsciente.

Y en el caso de Aioros; el hecho de que por mucho tiempo su actuación hace trece años al salvar a la bebé divina fuese el máximo ideal de lealtad de un Caballero de Athena y que ahora lo considerasen una leyenda caminando no ayudaba en lo absoluto.

Intentar mantener la expectativa de todo el mundo, aunque fuese de manera inconsciente ¿No había sido eso lo que causó que la relación entre los Santos de Oro se hubiese fragmentado ya una vez?

Aioros clavó la mirada en sus muslos y alejó la mano del agarre de Mei. Sintiéndose culpable.

—Sí. Lo entiendo —contestó en un murmullo.

Sintió la mano de Mei de nuevo acariciando su musculoso brazo, y aunque no se atrevió a mirarla podía sentir de alguna manera que su expresión se había suavizado. Eso era común en ella. Rara vez miraba con severidad genuina a una persona, a lo ser que esa persona fuese Saga o Deathmask.

✧. ┊ 𝔖𝔦 𝔱ú 𝔡𝔢𝔠𝔦𝔡𝔢𝔰 彡★Where stories live. Discover now