Capítulo 1

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El cielo se estremecía, el resplandor de los centellazos provocados por los truenos, parecía que sabían con antelación la desgracia que estaba apunto de suceder.

La mujer, empapada de pies a cabeza, corría en busca de refugio, el camino lo iluminaba de vez en vez, algún relámpago que le advertían que la seguían.

La sombra de su verdugo aparecía para recordarle que debía correr, sin importar las magulladuras en sus pies descalzos, sin importar si su cuerpo tiritaba de frio, si su ropa se pegaba a su cuerpo, si el aliento le faltaba por correr sin detenerse un segundo a descansar.

Su único objetivo era uno y solo uno, salvarse de una muerte, posiblemente segura.

Sus pisadas eran torpes y cuando al fin vio una puerta, no dudó en tocarla con desesperación, pidiendo ayuda, golpeo más fuerte cada vez y en voz a grito.

—Te tengo—la voz de su verdugo detuvo quizás hasta el tiempo mismo, dio la vuelta con lentitud, lo vio sonreír de lado cuando un destello lo iluminó por unos segundos, provocando un escalofrío que ni la lluvia de ese momento podría causar, caló todo su ser mientras negaba en silencio, recostó su apaleado cuerpo, sobre la puerta, sintió como el cuchillo entraba en su piel hasta sonaría imposible, escuchó como el metal se hundía sobre su pecho, pero que vio ese día?

A diferencia de lo que muchos dicen, que al estar al borde de la muerte miran su vida pasar, esas solo son patrañas inventadas por algún idiota que no supo no que decir.

Otros por su parte, miran una luz al final del túnel.

No vio ningún túnel, ni su vida pasar como un flash back, juró ver un bulto, como un tipo grande con capucha que sostenía un objeto largo, quizás fue su último suspiro, quizás no.

—No merezco esto—susurró dejándose caen en la oscuridad, acunándose a sí misma como deseando proteger algo.

—No, no lo mereces—respondió alguien, y lo ultimo que vio, fue su larga mano extendida hacia ella.

Abrió lo ojos sin inmutarse, no era la primera vez que tenia esa pesadilla, de vez en vez lo soñaba, pero se había hecho frecuente.

Ava Davis, bufó con un atisbo de molestia, a sus dieciocho años, cursaba el segundo año de la carrera de marketing, se levantó sintiendo su cuello tenso, estiró sus brazos y piernas, se incorporó buscando alivio como si este estuviera entre su par de pantuflas de p-chan, los cuales veía con importante atención.

Dejó caer su cuerpo sobre el edredón de nuevo, vio el techo con el vano intento de comprender el extraño y recurrente sueño.

—Ava, es hora de levantarse—escuchó a su padre llamarle, hizo una mueca de desagrado, con un poco de esfuerzo se levantó para darse una ducha con agua fría, quizás eso la terminaría de despertar.

Sin embargo, por momentos regresaba a su mente ese último recuerdo del sueño, un relámpago iluminando todo alrededor, y esa silueta detrás de su ¿asesino?

Giró su cuerpo rumbo a la habitación desconcertada, eso le pasaba por dormir a altas horas de la noche viendo esos animes de fantasía oscura y demonios.

—Sí, es solo eso—intentó tranquilizarse mientras preparaba sus cosas para ir a la universidad

—Buenos días dormilona—su padre Adam, saludó animado, era un hombre carismático, se le conocía por ser amable y cortés.

—Buenos días Adam—lo molestó con una sonrisa adornando su pálido rostro

—Necesitaras mas que eso para hacerme enojar—coloco un plato con panqueques de fresa y miel de mape regalando la mejor sonrisa de super papá.

—Le quitas lo divertido a la vida—saboreó cada pedazo que llevaba a su boca, uno de sus desayunos favoritos.

—Tendré en turno nocturno así que te toca hacer la cena

—¡Aburrido! —tomó un sorbo de jugo de naranja degustando cada trago.

—Necesito que te independices de mi comida por ocasiones—sonrió con ternura, acompañando a su hija en el desayuno.

—Regresaré temprano, tengo un par de clases y el resto de la tarde lo tengo libre.

—Eso es genial— retiró los plantos vacíos, dio la vuelta para ver de nuevo a su hija—Ava, tiene ojeras que sobresalen, aprovecha ese tiempo para descansar—se acerco a ella para apretar su mano con delicadeza—últimamente te escucho murmurar en lo alto.

—No seria un murmuro—le corrigió con cariño.

—Las paredes son delgadas —mintió—deja de ver esas cosas y dormirás mejor.

—Haré el intento—chilló mientras subía escaleras arriba para lavarse los dientes y salió rumbo a la universidad.

Tomó el autobús, saludó al chofer al subir y se sentó en el mismo lugar que lo hacía siempre.

No mas de quince minutos, el aparato se detuvo en la parada correcta.

—¡Hola Ava! —saludó Stephen, su amigo, cuando esta bajó del autobús, el chico la esperaba como era su costumbre, chocaron los puños en saludo.

—¡Hola! ¿Qué tal te fue en la cita de anoche? —caminaron juntos hasta el campus.

—Todo de maravilla—su sonrisa de oreja a oreja le confirmaba que se era cierto, la cual posiblemente recordaba su noche de romance.

—Lo único que me interesa saber es, si la besaste—interrogó emocionada.

—Si, y sentí el clic—su amiga chilló emocionada.

—¡Ya era hora! Mi muchacho esta creciendo—acaricio su cabello como si fuese un niño o una mascota, desde el punto de vista de Ava, un perrito pequeño y peludito.

—¡No soy tu perro! —acotó con fingida molestia, apartó la mano de su amiga quien le obsequió un guiño—por cierto—la observo con más detalle—¿Cuántas horas duermes? ¿Dos? Pareces un horroroso panda.

—Papá dijo lo mismo, no lo del panda, pero si resaltó mis ojeras, la verdad es que si duermo o eso creo—se encogió de hombros con desentendimiento—podrías llamarme loca si te lo cuento.

—Es fácil llegar a esa conclusión, con solo verte respirar—bromeó mientras alborotaba su cabello.

Llegaron hasta sus casillas, Stephen se despidió de ella con la promesa de verse en la clase de estadística que compartían.

—Claro, llévame chocolates para no morir de aburrimiento—le gritó mientras se alejaba.

Ava dio la vuelta para quedar frente a su casilla y acomodaba sus pertenencias, sintió como si alguien se acerara a su espalda, pensó que era su confidente que se le había olvidado algo, volteo la vista para burlarse.

—El amor te tiene distrai...—dejó la frase incompleta al darse cuenta de que no era un quien, si no un ¿Qué? Sus ojos estaban como platos, parpadeo varias veces conteniendo la respiración, cuando cerró y abrió por decima vez, el ¿Qué? había desaparecido.

Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, vio para todos lados y no había nadie, observó el reloj un tanto perturbada y notó que se había retrasado, apresuró el paso para no llegar tarde.

—Eso me pasa por ver serie raras—murmuró para si, con el cuerpo helado por la impresión, caminó hasta su clase con la sanción de ser observada y con una presencia en su espalda.

¿Qué vio Ava Davis?जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें