17. [De regreso a la granja]

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— Adeline...

— Dime — Él negó.

— No, a penas te fueras me iba ir a un casino, quería dejar de pensar un poco, eliminar el estrés de mi cuerpo.

— Lo sabía.

— ¡Me pediste sinceridad! — Exclamó.

— Lo sé y te lo agradezco, pero no volveré contigo, solo seguiremos con el contrato.

— Bien, Me lavaré los dientes, come un poco — El ánimo de Hernán bajó de un momento a otro, sabía que estaba impactado con mi decisión pero no podía estar con él, no cuando era su hijo el dueño de mis pensamientos.

No cuando el estaba con otras mujeres, con todas las que pudiera, podía contagiarme de algo, podía aprovecharse de mí y nunca cambiar.

« Estaba en sus genes »

« Siempre sería infiel »

Tomé el café caliente y comí mi desayuno, todo estaba delicioso, tenía tanta hambre que probé un poco de todo, aún no podía creer que Hernán supiera cocinar.

Se veía imposible en un hombre como él, en otras circunstancias sería el hombre perfecto para cualquier mujer, era guapo, atento, sabía cocinar y tiene mucho dinero.

Ese no era mi caso, yo no sentía nada por él.

« Ya no sabía ni qué sentía »

— ¿Terminaste de comer? — Asentí, ya no podía comer nada más.

— Bien, vamos porque no quiero que llegues de noche, me gustaría enseñarte el montón de cabañas que se han construido, la plantación del huerto principal y los encierros de las vacas, también se está exportando leche procesada.

— Eso es increíble Hernán, son tantas cosas en tan solo dos meses.

— Lo sé, aún falta mucho más.

— Sé que no puedo complacerte como mujer, pero de verdad muchas gracias por todo este cambio tan increíble que hiciste en esas tierras, mis abuelos deben estar muy felices.

— No es nada...

— Lo es, la granja tenía más de cinco años sin funcionar tan bien.

— Me hace ilusión ayudarte, habla con ellos y dime si necesitan algo más, él capataz me dijo que quieren cosechar manzanas, estoy a tu entera dispocisión para lo que sea.

— Gracias, les preguntaré. —  En la granja tenía ropa pero me había acordado que no me quedaban jeans, solo faldas de trabajo. — Espera, tengo que llevarme algo de ropa.

— ¿Estás segura de que vas a volver? — Asentí — ¿Por qué empacas tus cosas?

— Porque en la granja solo tengo faldas de cuero sintetizado, quiero llevarme unos jeans para estar más cómoda.

— Bien — Cuando ya tuve la pequeña maleta lista, Hernán tomó mi mano y bajamos las escaleras.

No quería ver a Atlas, pero ahí estaba, sin camisa y con un pantalón de pijama holgado, me dejaba admirar su perfecto torso y so cintura en v, la tirilla del bóxer se podía apreciar a simple vista.

No lo detallé mucho, no quería que se sintiera tan especial, pero era imposible no verlo cuando estaba comiendo cereal, lo saboreaba y eso me traía recuerdos.

Recuerdos de como saboreaba mis jugos, la noche de ayer cuando probó mi sexo y me dió un orgasmo con  sus succiones en mi clítoris y sus dedos.

« ¡Joder! ¡Tenía que pensar en otra cosa! »

Entre dos placeres © Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt