Permanecen en silencio durante un rato y cuando su pierna izquierda comienza a moverse de forma inquieta, trata de centrarse en su sonrisa ladina que le surca el rostro de oreja a oreja.

—¿Qué podéis darme si acepto la propuesta? —Aquello saca de sus casillas a Vanitas, y acercándose hasta él, lo agarra de las solapas del cuello de su gabardina oscura.

Acerca sus rostros y ante su sorpresa, Vanitas le dice que no se ande con bromas.

—Se supone que usted desea formar una amistad conmigo, ¿no es así? —Este asiente sin dudarlo y el lechoso continua—: Entonces no hay motivo para de nuevo, recurrir a este desagradable tipo de chantajeo. Si podéis ayudarme, necesito que me lo digáis.

El de cabellos oscuros no sabe que expresión debe estar mostrando en su rostro, pero por la forma en la que reacciona el más alto, llega incluso a asombrarlo. Lo empuja hacia atrás seguidamente y cuando pretende cuestionarle por sus extrañas reacciones, observa que rostro esta descompuesto, casi podría decir que perturbado.

Noé se sostiene de las solapas de su chaqueta y Vanitas distingue un minúsculo temblor en sus morenas manos. Sus largos dedos tiemblan y aprietan con fuerza su vestimenta.

Vanitas no logra comprender su comportamiento y temiendo que se haya dado aquel caso por haberse visto de alguna manera amenazado, suelta un largo suspiro.

—Puedo pagaros, si es lo que queréis oír.

—¿Eh? —La estupefacción se muestra en sus fruncidas cejas, pero carraspeando parece recomponerse y no tarda en responder con aquel tono falto de emoción—: No necesito vuestro dinero, como dije antes, sólo deseo vuestra amistad.

—¿Entonces? ¿Me vais a responder o no? —Vanitas ve la forma en la que se agita su cabello cubierto de nieve, como si tuviese vida, y sonriendo le dice que no la había visto en su vida.

Aquello lo decepciona enormemente, más que nada porque siente que no le esta diciendo toda la verdad. Sin embargo, al verle inclinarse sobre la mesa de nuevo con un renovante interés por sus muchos libros de hierbas medicinales e informes, se le ocurre una idea.

—Ya que queréis brindarme de vuestros servicios, y no queréis apartaros de mi lado, os propongo algo. —Recupera la misma cercanía de antes y aprovecha que ha dejado su posición anterior para estar frente a frente. Después coloca uno de sus dedos sobre su pecho firme y terso.

Al momento siente que este se remueve algo incómodo y al elevar la mirada, no puede evitar sonreír. Descubre que su expresión vuelve a ser la misma de antes; la misma altanera, misteriosa y de un atractivo que le es imposible de desmentir.

—¿Qué queréis de mi, Vanitas? —La forma en la que pronuncia su nombre, solo causa regocijo en su interior y pasando su lengua sobre sus labios inferiores, busca las palabras correctas.

—Vais a ayudarme a encontrarla sin objeciones, porque una de las reglas de la amistad es estar con el otro en cuando este lo necesite. Por ese motivo, lo vais a hacer.

Vanitas pasa de poner uno de sus dedos sobre su pecho, para colocar su mano por completo y acariciar su pecho extenso. A este se le corta la respiración por unos segundos, porque lo nota en la forma en la que cambia el movimiento de este mantiene su sonrisa victoriosa. Parece qué es un chico algo sensible.

—¿Y si... tengo cosas más importantes qué hacer?

—¿Las tenéis? —pregunta el lechoso, tratando de no mostrar interés y acariciando su larga coleta bajo sus ojos. Muerde su labio inferior, buscando ponerlo más nervioso.

𝐂𝐀𝐍 𝐈 𝐌𝐄𝐒𝐒 𝐘𝐎𝐔 𝐔𝐏? | vanoé.Where stories live. Discover now