Destino Incierto

Yo...

Desde el instante en el que nací, mi vida ya había sido planeada por completo, jamás me dejaron elegir un aspecto de ella. Y tampoco pude tomar alguna decisión de manera independiente, ya que en su mayoría se veían influenciadas por alguien que no era yo. Además de que casi siempre mis opiniones y peticiones eran escuchadas por oídos sordos, todo por el hecho de haber nacido como una mujer. Mujer a quien siempre vieron como una moneda de cambio, una muy débil y sumisa moneda de cambio.

Desde mi tierna infancia lo había entendido y lo había aceptado sin ninguna clase de oposición, pero, a medida que crecía, entendía que esto no debería ser así, ni para mí, ni para las demás mujeres. Así que cuando asimilé el hecho de que yo debería gozar de las mismas libertades que un hombre, empecé a destacar en todo lo que podía para así demostrar que por el hecho de ser mujer yo no era inferior; sin embargo, por culpa de mi débil resistencia y falta de habilidades física en combate, no podía destacar por completo o lo suficiente como para que la corte real y mi familia me dejaran de ver como aquella moneda de cambio, a la cual podían doblegar a su antojo.

Sin embargo, a pesar de que yo ya tenía toda esta pesada carga sobre mis hombros que me impedía tener algo de libertad sobre mi vida, también existía un inevitable e ineludible poder sobrenatural, contra el cual yo no podría luchar en lo absoluto ya que se trataba de un ente que orienta la vida humana y la de todos los seres hacia un fin no elegido, de manera necesaria, obligatoria y fatal; de una forma totalmente opuesta a la del libre albedrío.

Y ahora que lo pienso, tal vez la razón por la que el destino fue tan duro conmigo, es por toda esa rebeldía que mostré la mayor parte de mi vida… pero, aun así, eso tampoco explica el por qué lo fue contigo también, mi amado Aisha.

Aún recuerdo perfectamente el día en el que aquel elegante pergamino sellado con el escudo de armas de los <<Cinco Grandes>> llegó a mis manos, en el cual explícitamente me demandaban partir a los campos de guerra ya que un batallón de soldados esperaba mi total y completo liderazgo nato. Si no mal recuerdo, necesité más de cinco minutos para procesar todo lo que había leído, en verdad no podía creerlo Y creo que inclusive volví a leer cada palabra de comunicado oficial por más de veinte veces, para asegurarme de que mi comprensión lectora estaba en lo correcto y, efectivamente, no se equivocó en nada.

Yo, Minerva, princesa del reino Sur y futura(ex) reina consorte del reino Norte; creía estúpidamente al fin haber conseguido vencer a su destino, cuando la realidad era que el destino ya había empezado a jugar sus cartas contra mí y que yo, al firmar ese pergamino, literalmente estaba siguiendo lo que ya había estado escrito desde un inicio... Algo que sinceramente, en ese entonces, era muy inaceptable tanto para mí, como para mis ideales; pero que ahora debo admitir que ya no me importa, puesto que, de otra manera, jamás te hubiera conocido.

También recuerdo muy vívidamente el día en el que te conocí. ¡Cómo olvidarlo!  Si la batalla de aquel día me dejó mi primera victoria, de las muchas otras que vendrían en los próximos años a partir de ahí. Además de que era mi debut como la primer general mujer al mando de todo un batallón armado, mismo en el que me permitieron liderar la aniquilación de un pueblo entero en donde habitaban esas horribles criaturas que atemorizaban a toda mi gente y la de muchos otros reinos por la forma grotesca en la que veían a todos los seres humanos. Aquellas criaturas a las que yo llamaba <<demonios>>, por su gran parecido con las bestias del inframundo, las cuales, muy posiblemente, habían salido de allí para castigar y torturar a todos los infames pecadores del mundo terrenal. Y aquellas mismas criaturas a las que tú tuviste el <<infortunio o fortuna>> de señalarlos como tus iguales, hasta el punto de nombrar a una de ellos como tu madre, misma a quien tú más amabas en el mundo y a la que, en ese mismo día, murió asesinada en frente tuya, por la mano armada de uno de mis más fieles y fuertes soldados.