SEIS: Entre el recuerdo y las fantasías

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—Bájate. —Su tono fue como un grito en susurros; a pocos metros estaban los demás durmiendo, por eso no usó más volumen, pero la contundencia en su voz era la de un alarido—. ¡Quiero dormir!

—Bájate tú entonces —repliqué, riendo.

Sandy se abalanzó contra mí, sus manos por delante para botarme del colchón. Tomé sus muñecas a tiempo, ella se movió como una posesa para librarse, pero no la solté, entonces usó el peso de su cuerpo para hacerme caer de espaldas; como no la liberé, cayó sobre mí. Con sus muñecas aún presas, levanté sus brazos sobre mi cabeza, quedó echada contra mí, sus trenzas regadas sobre mi cara y mi pecho. Yo reía, ella estaba furiosa.

—Suéltame.

—Calma, tigre, podemos pelear toda la noche o intentar dormir un poco.

—¡Lo haces a propósito! —Asumí que se refería a moverme dormido y negué con la cabeza, riendo—. ¡Deja de reírte, Mauricio!

—Uy, usaste mi nombre completo —la molesté—, esto es en serio.

—No es gracioso.

Reí más. El licor, al parecer, a mí me ponía risueño, a ella la ponía gruñona. De haber estado ambos sobrios, habríamos llegado al acuerdo de que era absurdo discutir por eso, yo me habría disculpado, ella habría aceptado mis disculpas y estaríamos intentando dormir.

Pero no estábamos sobrios.

—No puedes obligarme a...

Sandy estampó su boca contra la mía.

Mis ojos quedaron abiertos de par en par, razonando a duras penas que ya que tenía sus manos apresadas, esa fue la única manera que encontró de hacerme callar. El primer contacto fue brusco y, sin lugar a dudas, lleno de violencia enojada, nuestros dientes chocaron, causando un ligero dolor que duró apenas un instante.

Luego de eso, fueron segundos eternos. En el primero pensé con lógica, en el segundo tuve el instinto de alejarme y reclamarle por su atrevimiento, en el tercero... cerré los ojos, encantado con la suavidad de su boca, olvidando por el momento quién era Sandy y lo mal que eso estaba. En el quinto segundo mis manos se aflojaron, sus muñecas ahora libres; en el sexto Sandy amoldó sus dedos a mi mejilla, y los míos fueron a su espalda, apretándola más contra mí.

Cuando perdí la cuenta de los segundos, Sandy se reacomodó, pasó de estar completamente echada sobre mí, a apoyar sus rodillas en el colchón a cada lado de mis caderas; yo también me erguí un poco, embriagándome de nuevo, ya no por licor, sino por ella.

Sandy también debió olvidar por esos instantes quién era yo, solo se dejó llevar. Sus uñas rozaron mi mandíbula, mi nuca, sus labios devorando los míos, su lengua cálida con sabor a vodka abrasando la mía.

La presión de mis dedos contra su piel mientras los subía por su espalda la sobresaltó, pero eso solo hizo que nuestros cuerpos se rozaran más, lo suficiente para sacarme un jadeo entrecortado. Escucharme surtió el efecto de aterrizarla a la realidad, me empujó los hombros, me miró espantada, como si ver mi rostro ahora fuera la prueba del error garrafal que acababa de cometer.

Su respiración estaba afectada, el miedo y sorpresa en sus ojos me aterrizó a mí también. Al tiempo nos separamos como si un corrientazo nos hubiera tocado. No dijimos nada.

Sandy se acostó en la cama, con su cuerpo tan cerca de la pared que la cama quedó casi toda libre. Yo me recosté en el otro lado, tan a la orilla que hubieran cabido dos personas más entre nosotros.

No dormí más, así que no me moví y no la desperté, pero cuando amaneció me escabullí de la habitación y salí de la casa; necesitaba tomar aire y ella se quedó durmiendo.

En el corazón de Sandy •TERMINADA•Where stories live. Discover now