Obviamente, tampoco piensa hacerle el feo al hombre porque sabe de buena tinta que es alguien muy importante.

Comienzan a caminar uno al lado del otro, con una clara distancia, y Vanitas trata de no soltar el agarre del mango de su daga por si es necesario.

Permanecen un buen rato en silencio, hasta que Vanitas le pregunta sobre su estadía en Francia. A partir de allí comienzan a conversar sobre cosas banales y de la posible compañía que tienen cada uno. Vanitas entrecierra sus ojos cuando el hombre, poco despierto para descubrir su incomodidad, le insiste en saber si reside cerca a su ubicación. Claramente evitar responderle porque no quiere tenerlo cerca; tampoco que se acerque a sus amigos.

Maniobrando con sus manos, y aprovechando un reloj de agujas sobre su muñeca izquierda, actúa sorprendido ante la hora.

—Mi señor Ruthven, realmente me gustaría comentarlo con usted, pero el tiempo apremia y debo marcharme ya. —Dando una ligera reverencia, pretende adelantarse para regresar a la vivienda de Dante.

No obstante, lo que interrumpe su misión es un fuerte agarre sobre su muñeca derecha que le da la vuelta de improvisto. No había alcanzado a dar ni dos pasos; Vanitas nota un enorme malestar en la boca del estómago, como la última vez que se vieron.

Da un pequeño traspiés sin poder evitarlo, e imperceptiblemente trata de separarse de su agarre; pero se queja en bajo cuando el hombre aprieta más su agarre. Su mano libre entonces se aproxima a su daga, no queriendo que aquello se alargase todavía más; y sobre todo, porque no permite que nadie imponga su fuerza sobre él como si nada.

Sin embargo, detiene cualquier movimiento cuando este alza una de sus enguantadas manos y señala hacia su oreja izquierda en donde descansa la copia del pendiente original, regalado por Noé y relacionado con su estúpido trato.

Aclara sus dudas cuando comienza a hablar.

—Creo recordar que vuestra joya era del mismo tono índigo que vuestros ojos, Vanitas. —Al mencionado le sorprende que recuerde a la perfección un detalle tan minúsculo de hace ya varios días.

Con un movimiento rápido, logra liberarse del agarre del hombre y muestra un rostro resuelto y lleno de sorna.

—No siempre debo de llevar las mismas, mi señor. —Y sin esperar por una respuesta, sale despedido hacia adelante, con la idea de dar un par de vueltas para hacerle perder cualquier rastro de su camino y de que no descubra su estadía temporal.

Mientras sus piernas se mueven con rapidez, no puede evitar acariciarse la muñeca en la que se presenta un marcado moretón, es grande y rodea toda contextura. Se dedica a darle pequeñas caricias, sintiendo un enorme dolor en ella, pero no se detiene en ningún momento.




Mucho más tarde, en la seguridad de su hogar temporal, Vanitas se encuentra dibujando pequeños bocetos del joven que había estado en su habitación horas antes. Empieza por plasmar su sonrisa pequeña pero tan llena de emociones; luego continua con sus pómulos altos y prominentes para seguir con ese mirar violeta tan indiferente y, al mismo tiempo, tan expresivo. Su cabello suelto y algo rebelde es lo que más se le dificulta por representar, pero después, su rostro está completo y acaricia el lienzo con sus dedos, intentando llegar hasta el. Por algún motivo, siente que no ha sido sólo una coincidencia que cayese en su vida. 

Continua plasmando una y otra vez las miles de expresiones mostradas que guarda en su memoria y cuándo piensa que es suficiente, cierra el libreto de bocetos, notando un ligero escozor en las yemas de sus dedos.

𝐂𝐀𝐍 𝐈 𝐌𝐄𝐒𝐒 𝐘𝐎𝐔 𝐔𝐏? | vanoé.Where stories live. Discover now