Capítulo X: Contra el mundo

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El chico de Mónaco solo se limitaba a ver cómo ambos interactuaban, sin saber qué era peor: si tener a su ex al lado del hombre del que ahora tenía sentimientos, la presencia de Carlos, quien lucía como si nada o el hecho de que varias personas se hayan agrupado a verlos.

Por un momento se sintió juzgado, tuvo la sensación de que el motivo por el que la gente estaba alrededor, era porque sabían todo lo que pasó con el francés y que sabían sobre su orientación sexual, la cual había estado ocultando por su propio cuidado. Era demasiado incómodo. Recibir tanta atención, al menos en ese preciso momento lo estaba torturando, e incluso llenando su cabeza de ideas que eran difíciles de borrar.

Se sintió como en aquella ocasión en la que Theo le contó a su familia lo de ellos dos en plan de venganza, cuando se encargó de filtrar rumores sobre su relación y confirmó ambiguamente estos en los medios de comunicación. En ese tiempo, la prensa hizo pedazos a Charles por la noticia, se rehusaban a aceptar que un piloto de la fórmula 1 tuviera una relación romántica con otro hombre y lo acosaban por todas partes, sin cansancio alguno. Incluso su familia lo dejó de lado, juzgándolo y quitándole todos los méritos que había tenido en el deporte solo por eso, por haber estado con aquel hombre.

Quería llorar, irse corriendo y escapar, no podía soportar más la situación, era horrible. Siempre supo que no podría controlar su ansiedad cuando lo viera porque los tormentosos recuerdos del pasado aún lo acechaban y esto no hacía nada más que confirmarlo; la cosa empeoraba aún más al ver a Carlos hablando tan pacíficamente con él, aquello lo hizo sentir como traicionado.

Sin embargo, sabía que no podía reclamarle, ni pedir nada del español porque nunca fue capaz de contarle la historia completa y quién era la persona que le había hecho todas esas cosas. La situación se había salido de control, al menos de su control.

— ¿Charles? —sintió un toque en su hombro que lo hizo regresar a la realidad y miró a quien lo había llamado, los ojos cafés de Carlos lo miraban expectante —. Nos van a tomar una foto.

Sin previo aviso, el español se puso a su lado, apartándolo del futbolista que los miraba de manera extraña. Sintió alivio de que su compañero de equipo se haya puesto en medio, para alejarlos, por unos segundos pudo respirar con tranquilidad y, cuando sintió la mano de Carlos tocando levemente su espalda baja, esa sensación incrementó un poco más.

Aunque no hablaban y las cosas estaban extrañas entre ambos, aún seguía teniendo ese tipo de reacciones con él porque los sentimientos continuaban sobre la mesa, las cosas no se habían terminado por una discusión que en gran parte fue por su culpa y, tuvo un poco de esperanza con él.

Al menos no me odia.

Fingió una sonrisa para aquella fotografía y suspiró, creyendo que Carlos continuaría ahí por más tiempo, pero cuando lo vio alejarse, nuevamente la incertidumbre lo consumió.

— ¿No querías verme? —el visitante le preguntó en un tono de voz más bajo de lo habitual, y en su idioma natal, acercándose a él.

Charles no le dijo nada, solo lo miró durante unos segundos, apartándose de la cercanía de su cuerpo.

—Te avisé que vendría por ti, de verdad quiero arreglar las cosas contigo —nuevamente habló, en un plan insistente —. Sé que te hice daño y...

—Cállate —esta vez se atrevió a responder, manteniendo el mismo tono que el otro hombre —. No hay nada que arreglar.

—Hay mucho que arreglar, mon chéri y me encargaré de eso, porque fue mi culpa —el francés siguió insistiendo, incomodando aún más a Charles, quien solo quería que la tierra se lo tragase en ese preciso momento.

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