—Dylan ¿Qué haces aquí? ¿Ha ocurrido algo?

La posibilidad de que estuviera en peligro la hizo despertar de golpe. La posibilidad de que estuviera pasando lo mismo que años atrás la aterró, lo vi en el gesto de su cara.

Gia me obligó a entrar en casa y me dio un pantalón de pijama y una camiseta que pensaba regalarle a Agus como detalle por su aniversario de la vez que se conocieron y no me dejó ir de vuelta a mi casa.

—¿Dónde está Agus?

—Ha salido.

—Gia... —le digo, con amargura. Ella suspira y remueve la leche caliente en círculos con la cucharilla—. Agus es un cabrón. Deberías mandarle a la mierda.

Deberías, querido Dylan, es una palabra que debería de estar prohibida. Tú lo ves desde fuera tan fácil... Soy su mujer desde hace cinco años y su novia desde que teníamos dieciséis. No quiero vivir una vida que no conozco. No voy a obligar a Agus a que me quiera y yo tampoco me voy a obligar a tomar una decisión que no quiero tomar.

—Mereces alguien mejor.

—¿Tú me quieres, Dylan? —Su sonrisa siempre ha sido mágica.

—No imaginas cuánto.

—Con eso me basta —dijo, convencida—. Y ahora dime ¿Qué te trae por aquí?

—Necesito el segundo libro de una trilogía. Esta mañana tomé prestado y sin ningún permiso el primero y necesito saber cómo continúa la historia.

Gia no se lo pensó dos veces y me acercó los dos libros restantes. Me dejó a solas en el salón y me dieron las siete de la mañana leyendo. No sé a qué hora me dormí, pero la luz del Sol ya asomaba por el ventanal. Agus me despertó a las nueve tirándome un vaso de agua fría en la cara.

—Pero ¿Qué cojones? —grité nada más abrí los ojos. Cuando enfoqué la vista y lo vi a él, con rostro serio mirándome y con un vaso en la mano lo quise desintegrar—. ¡¿Qué te crees que estás haciendo?!

—Ayer te dije que no quería volver a verte en mucho tiempo.

—Mala suerte que sea adicto a ti —ironicé.

—No estoy para tonterías, Dylan.

—¿No te entiendes con tu amante en la cama? ¿Es eso? —presioné a conciencia, siguiéndole por las estancias de la casa. Agus se giró y tuve que frenar en seco. Casi me pisa. ¿Habría sido un motivo de peso para desintegrarle?—. ¡Oh, venga! ¿Enserio crees que no sé que has pasado la noche fuera follando con otra que no era tu mujer? Qué iluso eres...

Agus resopla y me mira con fijación. Está reprimiendo las ganas que tiene de mandarme a la mierda.

—Gia me ha dicho que me buscabas.

—Por desgracia, eso es verdad. Necesito que me hagas un favor.

—¿Acabas de llamarme infiel y pretendes que te haga un favor?

No sabía a quién se enfrentaba. O sí. Más bien sí lo sabía, por eso el transcurso de los acontecimientos hasta llegar a hoy se han producido de esta forma y no de otra.

—Me vas a hacer el favor que necesito porque de mí depende que Gia se entere que le pones los cuernos con la mujer que me dio la vida desde... ¿Hace cuánto tiempo, Agus? ¿tres? ¿diez? ¿doce años? —reí, con sarcasmo. Al instante neutralicé mi rostro. Agus frunció el ceño y arrugó la nariz. Esta vez estaba conteniendo las ganas de echarme del país—. Necesito que des uso a esos millones de euros que dices tener en la cuenta del banco y produzcas con Golden Films lo que puede ser la película o serie del año.

Nosotros Nunca [YA A LA VENTA]Where stories live. Discover now