—¿Te has vuelto loco?

Tan loco no estaba cuando estamos a bastante distancia del suelo, sobrevolando California en dirección Vancouver. Me giro sobre el asiento del avión y lo veo al fondo en la zona business del avión, junto con Gia y algunos de sus abogados, gestores, asesores y mano derechas en lo que él llama «la vida».

Me pidió explicaciones y yo se las di. En el fondo, Agus siempre ha sido de la familia y por más idas y venidas, discusiones y reconciliaciones que tengamos, es una persona muy importante para mí.

Lo cierto es que no tengo ni puta idea de interpretación, pero desde ese mismo día en el que le pedí lo que podría ser la casualidad más grande de mi vida, no he dejado de prepararme con cursos y academias artísticas para dar lo mejor de mí delante de la cámara. Había nacido para ser Dylan. Era Dylan y no porque me llamara así, sino porque era el nombre que le dio Natalia al protagonista masculino.

Nunca me he sentido tan cercano a mí mismo como aquella vez mientras leía los libros. Sin conocernos, esa escritora que ahora sobrevuela el cielo a mi lado, hombro con hombro, compuso el desarrollo de un personaje que era tal y como yo soy, no sólo en forma física, que también, sino de mentalidad. Pero no voy a mentir. No fue por ese reflejo de mi persona por el que me quedé a leer la historia, sino por ella, su protagonista, Natalia.

En el libro no se hablaba de amor, sino de amar.

Entendí que por mucho amor que el ser humano sienta, si no amas, nunca conocerás la plenitud.

La miro por encima del hombro sin que se dé cuenta y cotilleo lo que hace en el móvil. Está viendo fotos. En casi todas sale con una chica pelirroja. Debe de ser su hermana o su mejor amiga, porque da la impresión de que están muy unidas. Me fijo en la forma de sus dedos, en la terminación de sus uñas, en las heridas de la palma de su mano. Contengo el aliento. No quiero que sepa que la estoy mirando más de la cuenta y que ha dejado al descubierto lo que antes ha tratado de esconder.

¿Por qué alguien decidiría llevar a la Luna clavada en su piel?

Cada vez que la miro de reojo no puedo sacarme de la cabeza las últimas páginas de cada libro. Natalia, mucho antes de ser la chica más bonita a la que por fin he puesto cara, voz y preciosa sonrisa, es la segunda mujer que me ha roto el corazón.

Aquel libro marcó un antes y después en mí.

Que el destino se encargue de decir si ha sido para bien o para mal.

Necesitaba ponerle cara a su protagonista, asegurarme de que la chica de la que me he enamorado en el proceso de lectura de más de novecientas páginas es real o fruto de mi puta imaginación. 

Aceptó. No se lo pensó dos veces. Y yo no tuve ocasión de dudar que estábamos haciendo lo correcto. Alguien que tiene su vida bajo control se lo piensa, aunque sea, una vez. Duda, pone en balanza los pros y los contras, lo consulta con un abogado, con su familia, amigos y entorno más cercano. Ella no necesitó hacer eso. Creo que la decisión de volar lejos fuera de su ciudad e interponer distancia de quienes le rodean estaba tomada de hace mucho tiempo atrás, pero que no podía suceder. Lo que de nuevo me lleva a pensar que las casualidades no existen y que ella y yo estamos en este avión porque así estaba escrito.

Lleva escuchando la discografía del mismo cantante desde que  . ¿Qué tiene de especial ese que no tenga otro? La curiosidad me mata. Le propino dos toquecitos de forma insistente en el brazo. Natalia se quita los auriculares y me mira con atención. Me quedaría mirándola todo el día así, con cara de pasmarote y en silencio, observando cada puto detalle de su piel.

—¿Me responderías a una pregunta?

—Sí, claro —responde con rapidez.

—¿Qué se siente al tener un cantante favorito?

Nosotros Nunca [YA A LA VENTA]Where stories live. Discover now