capítulo 2

35 5 0
                                    

—Agu’, despertate que ya llegamo’.

Agustín abrió sus ojos con un poco de dificultad y notó que las luces del avión estaban apagadas. Miró por la ventana y se dió cuenta que todavía seguían volando.

—Qué mentiroso que sos, boludo. ¿Pará que me despertaste? —se quejó mientras se frotaba el rostro para espabilarse un poco.

—Es que me desperté y estaba un poco aburrido —admitió Marcos haciendo puchero, intentando que así su novio lo odiara menos—. Aparte ya casi llegamos, es mejor que te despiertes ahora.

—¿Cómo me vas a despertar por eso? Intentá dormirte vos, no me cagues la vida a mí —se cruzó de brazos y apoyó la cabeza en el hombro del salteño para usarlo como almohada—. Dejame dormir un rato más, es muy temprano.

—Bueno, bueno. No te pongas chinchudo —soltó una pequeña risa para luego apoyar su cabeza sobre la del más bajo.

—No estoy chinchudo. Y si me pongo así es tu culpa.

—No te enojes, dame un beso y no te jodo más —susurró el salteño.

Agustín lo miró, luego observó a su alrededor. No había nadie prestándoles atención. Afortunadamente, nadie estaba ocupando el asiento al lado de ellos, y los demás pasajeros estaban demasiado ocupados durmiendo como para fijarse en lo que hacían. Además, las luces estaban apagadas porque era un vuelo nocturno.

Marcos había sido bastante astuto y había elegido un vuelo a la madrugada para evitar la mayor cantidad de gente posible y así poder viajar tranquilos. Lamentablemente, eso significaba que no habían podido dormir en toda la noche porque tuvieron que estar en el aeropuerto a las dos de la mañana para poder viajar a las cuatro. Por eso, cuando Marcos despertó a Agustín solo porque sí, el platense consideró seriamente por un momento asesinarlo. Sin embargo, solo le bastó ver un segundo el rostro de su novio esperando por un beso para desestimar la idea. Posó su mano en la mejilla ajena y depositó un beso en los labios del salteño.

—Ahora déjame dormir ¿Si?

Para cuándo llegaron a Salta, Agustín ya estaba despierto. Todo el sueño que tenía se había convertido en nerviosismo y le dolía el estómago mientras estaban en el auto camino a la casa de los Ginocchio. El platense no podía dejar de mover su pierna de los nervios. Ante esto, Marcos apoyó su mano su rodilla y le dio un pequeño apretón para animarlo y tranquilizarlo un poco. El mayor le sonrió agradecido por ese gesto, pero lamentablemente no ayudaba en lo absoluto.

Cuando llegaron a la residencia, Agustín pudo entender finalmente a qué se refería Marcos cuando le contaba que su casa estaba llena de verde. Los arbustos y las plantas formaban una suerte de paredón que delimitaba la casa y la separaba de la vereda. Si levantaba la vista, también habían uno que otro árbol allí. Sintió un poco de envidia, en su casa apenas tenía un aloe vera, y en realidad ya había muerto pero nadie lo tiraba esperando que magicamente reviviera.

En el momento en que Marcos cruzó el portón, soltó los bolsos y fue corriendo hacia sus padres que lo esperaban con los brazos abiertos para darle un gran abrazo. Todos se veían tan felices. Sus padres se turnaban para tomar el rostro del chico entre sus manos, como si quisieran comprobar si su hijo era real y qué tal se encontraba. Cuando se separaron, Marcos se acercó Agustín y rodeó sus hombros con su brazo, acercándolo a sus padres. El platense había decidido quedarse a un costado para no interrumpir aquel momento familiar.

—Ma, pa, este es Agustín, el amigo que les dije que iba a traer.

—Hola, un gusto —el rizado se acercó para estrechar las manos de ambos. Si bien se habían conocido en la final del reality, con tantas emociones lo más seguro era que lo habían olvidado, así que decidió presentarse de nuevo. 

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: May 01, 2023 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

a loving feeling - margusWhere stories live. Discover now