—Si eso es lo que queréis, no dispongo de problema alguno en decirlo. —El hombre de ropas oscuras finalmente suelta aquello que causa intriga a Vanitas y que esta deseoso por conocer—. Podéis decirme Noé, pero no hay nada más que eso. 

Por alguna razón, el chico de piel lechosa siente que quiere saber mucho más que eso.., Pero termina por dejarlo estar y no puede evitar pensar en una extraña comparación con su nombre. Lo suelta sin pensarlo dos veces.

—¿Vuestro nombre es Noé? ¿Cómo el hijo del arca? —Se fija al momento en la manera en la que una extraña arruga aparece entre sus cejas nevadas al pronunciar su nombre. ¿Le habría molestado?

Sin embargo, pronto desaparece, casi por arte de magia, solo para recuperar esa expresión jovial y divertida que mantuvo en el día anterior cuando nos conocimos. El más alto esconde su pendiente tras su espalda y mantiene un silencio tenso por unos segundos. Acaricia el lazo que rodea su coleta, de repente nervioso y sin entender qué espera para decirle lo que busca de el.

Vanitas se lo recuerda dispuesto a qué no le haga perder más su tiempo.

—¿Qué es lo que queréis vos a cambio? —Parpadea unos segundos y tras soltar una carcajada suave y armoniosa, le responde.

—Mis disculpas, me he perdido por un segundo. Lo que quiero a cambio es tu nombre de igual manera. —Aquello no le suena del todo bien, y por un segundo, piensa en mentir. Porque en serio, ¿de verdad era eso lo único que quería de el?

Obviamente, Vanitas ya le había preguntado su nombre para luego denunciarle a la policía francesa por chantaje. Sin embargo, si sus intenciones eran tan banales y sin ninguna treta después..., Acaricia la parte trasera de su cuello, y no tarda en contestarle con la esperanza de que le regrese lo que es suyo.

—Yo soy Vanitas. —Parece realmente satisfecho, porque asiente mientras ve que sus labios repite su nombre en bajo, y aquello causa que una extraña curiosidad le nazca ante todo el misterio que le muestra.

Su mirada oscura ahora ocupa un brillo intenso y le observa y analiza de arriba a abajo; una de sus manos enguantadas vuelve a dirigirse a su cabello para echárselo hacia atrás. No pierde la forma en la que pasa su lengua sobre sus labios inferiores. ¿A qué venía todo ello?

Comienza a golpear el suelo, inquieto, y sin espera extiende una de sus manos hacia él.

—Bueno, ahora que ya que sabemos quiénes somos, ¿me lo devolvéis, por favor?

Sin embargo, lo que hace a continuación lo deja helado, todo le da vueltas y solo siente que la rabia se apodera y baila en su interior. Mientras le vuelve a dejar a la vista, le da ligeros toquecitos y sin pedirle permiso, se lo coloca en la oreja derecha; al contrario de como se lo suele colocar Vanitas, que siempre lo hace a la izquierda. Parece brillar de una forma distinta a la suya, pero por supuesto no se queda a presenciar la forma en la que lo hace resaltar su extraño y oscuro atractivo, porque le distrae cuando le coloca otra cosa al frente de su rostro; cuando Vanitas se separa un poco, y distingue el mismo pendiente que el suyo, pero con la diferencia de que este en vez de tener decorados azules, son morados.

Aquello hace que la mueca sarcástica que siempre suele cargar desaparezca, y lo aparta de un manotazo sin entender nada de lo que ocurre. Su mano cae hacia uno de sus costados suavemente, casi como si se lo esperase. Y por supuesto, Vanitas explota.

—¡¿Qué significa esto?! ¡¿Cómo si quiera podéis explicarme qué tengáis el mismo pendiente que el mío, que cabe destacar que es único, y adquirirlo en una sola noche?! ¡¿Y no se suponía que después de haceros este "pequeño favor", me lo devolveríais?! —le señala con fiereza, mientras uno de sus dedos enguantados le apuñalan en pecho.

𝐂𝐀𝐍 𝐈 𝐌𝐄𝐒𝐒 𝐘𝐎𝐔 𝐔𝐏? | vanoé.Where stories live. Discover now