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E S M E R A L D     E Y E S

Su vista se nubló apenas la música comenzó a sonar, chocando en las grandes y elegantes paredes de tal palacio, taladrando sus oídos y restregando en su rostro todo aquello que nunca podría tener.

Cualquier oportunidad de poder sentir aquellos majestuosos y esponjosos labios del rey se había ido por el retrete, después de todo, a quien amaba se había casado con alguien que si estaba a su nivel, al nivel de su majestad.

Sus orbes amatistas se centraban en cómo el híbrido de tiburón bailaba un suave y romántico vals con quien ahora era su reina, un guapo hombre de cabello castaño y hermosos ojos que se escondían tras de una capa de cristal.

Se vio a sí mismo deseando el tener aquel privilegio, el poder presumir aquel amor que tanto anhelaba, poder cumplir con la fantasía de que alguien pudiera amarlo, tal y como el rey parecía amar a su reina.

Un suspiro, cargado de pesar y malestar, fue lo que soltaron sus labios, sin embargo, sonrió.

Con el dolor abrazando su pecho, volvió a alzar la mirada, encontrando aquellas esmeraldas observandolo a lo lejos, mientras bailaba con otra persona, lo estaba mirando a él.

Sus mejillas enrojecieron con levedad, sonriendo tontamente mientras desviaba su mirar, encontrándose ahora con unos ojos tan blancos como la nieve.

El baile entre el rey y la reina había terminado, ahora los invitados bailaban con furor en la pista, hermosas veladas que eran bailadas por los enamorados, por aquellos que expulsaban amor en sus miradas.

En cambio, la mirada albina derrochaba lujuria, superioridad... Era más atrayente de lo que desearía.

Aquel hombre de piel pálida, cabellos blancos y orejas de oso del mismo color se acercó a su posición, extendiendo su mano derecha en cuanto estuvo frente a él.

⎯ ¿Estas trabajando o... can you escape to dance a little? [¿Puedes escaparte para bailar un poco?] ⎯ El albino sonrió de forma encantadora para después alzar una ceja, acompañando su gesto ladeando un poco la cabeza.

Un pequeño escalofrío viajó desde la punta de sus pies hasta el inicio de su espina dorsal, tentado a caer en aquella seductora lujuria.

⎯ Mmmm... ⎯ El azabache lo pensó durante unos segundos, sus ojos viajaron hasta su jefe, pidiendo permiso silenciosamente para abandonar su puesto, una sonrisa adornó los labios del guerrero al ver como con un leve asentimiento se le había otorgado el permiso para un pequeño descanso, su mirar volvió hasta el más alto, correspondiendo aquella sonrisa coqueta.⎯ Que suerte tienes, I just entered my break... [Acabo de entrar en mi descanso...]

Relajó su cuerpo y con delicadeza aceptó la mano ofrecida.

Ambos se dirigieron hacía el centro de la pista, robando las miradas de varios invitados, pero sobre todo, captando la atención del rey.

Una mano se posó en la cintura del azabache, mientras que la otra se encontró con la mano enguantada de Vegetta.

Ambos se miraron durante unos segundos para comenzar a bailar, con la elegancia y delicadeza que caracterizaba al de orbes moradas. Los vellos del público se erizaron al ver como, el guerrero más fuerte, más justo y más cruel podría derrochar tanta finura en sus movimientos y aquello combinado con la divinidad que emanaba el de tez pálida, hicieron un hermoso espectáculo.

⎯ Todos te estan mirando, Cucurucho. Tu divinidad no pasa desapercibida.

En un movimiento rápido, el Dios tomó con firmeza la cintura ajena para que el guerrero quedara entre sus brazos.

Percibió como una mirada parecía aniquilar a su persona, alzó con rapidez la vista, cruzando sus orbes albinas con unas, ahora, furiosas esmeraldas.

Una sonrisa burlona adornó sus labios.

⎯ Por como yo lo veo... Everything is looking at you. [Todos te están mirando a ti.]

Y sin que nadie se lo esperara, inclinó sus labios sobre los del azabache.

Decoraron su pequeño espectáculo con un beso.

Un beso que el rey observó con demasiada atención, deseando asesinar a quien fundió sus labios con el de orbes morados.

Esos belfos, esos ojos, ese hombre, debería ser solo suyo.

Y lo sería.

"Todo va acorde al plan..."

K I N G | FooligettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora