—Iba a bañarme. —Volví a echar un vistazo hacia la cabaña y pregunté—: ¿Quién vive ahí?

—No puedes andar por aquí a estas horas. La gente duerme, Drey —contestó él en tono de reproche.

—¿Es su novia? ¿Se ven a escondidas?

Las palabras me salieron de golpe, como si mi boca no las hubiera coordinado con mi cerebro. Y me arrepentí en cuanto noté que Levi levantó esa expresión distante y dura que ahora ponía frente a mí.

—No puedo permitir tanta confianza, tengo una postura que mantener, así que lo que haga no te concierne —se excusó, al menos añadiéndole una nota de amabilidad.

—Sí, igual sé que es propio de usted ocultar las cosas —murmuré con un ápice de molestia.

El comandante frunció el ceño.

—Ve a dormir lo que resta de horas, porque hoy tendrás un fuerte entrenamiento —dijo e intentó irse.

Antes de que desapareciera, admití que no me podía tragar eso y solté:

—¿Por qué hace esto? Sabe que no quiero que Carter se acerque a mí.

Mi tono sonó más hostil de lo que esperaba.

Levi se volvió y atisbé un gesto de impaciencia.

—Querías ser un soldado, ¿no?, pues los soldados pasan por cosas muy duras y aun así tienen que aprender a enfrentar sus miedos —refutó con voz neutral—. Carter está bajo mis órdenes, ya no puede hacerte daño.

—Necesito tiempo... —musité, casi suplicante.

Por unos segundos solo se dedicó a observarme, pero después bajó la cabeza.

—No hay tiempo —zanjó—. Debemos atenernos a las consecuencias de nuestras propias decisiones, sean buenas o malas hay que enfrentarlas. —Pasó junto a mí para alejarse, pero no sin antes añadir—: Ve a bañarte y luego regresa a tu cabaña. Es una orden.

No me volví para ver su figura alejarse, tan solo mantuve la mirada fija en la misteriosa cabaña de metal. Las ganas de saber a quién pertenecía el brazo me incitaron a acercarme para averiguarlo, pero un impulso más fuerte y menos reconocible me exigió no mover ni un pie, así que terminé pensando que lo mejor era irme ya que no tenía derecho a inmiscuirme en los asuntos del comandante.

Y eso me puso de mal humor. Pero más enfado sentí al admitir que me afectaba un poco la frialdad con la que había decidido tratarme tan de repente, como si quisiera reforzar el ridículo muro entre lo que yo sabía y lo que él no quería que supiera.

Enojada, me encaminé hacia los baños. Tardé más de lo que había planeado mientras dejaba que el agua cayera sobre mí. Pensé a profundidad en lo que me habían hecho durante la niñez para hacerme inmune, en la OPE, en las mentiras de Exen, en la estúpida actitud de Levi y en si mi madre y mi padre habían permitido que experimentaran conmigo.

Pensé en todo y a la vez no llegué a nada.

Quedé con más dudas que antes.

•••

El entrenamiento matutino con Ligre era como Exen los describía. Todos los soldados nos reuníamos en el terreno libre de la ciudad, y empezábamos a ejercitarnos para ganar fuerza y resistencia.

A esos soldados los había llamado «tropas», pero Exen me explicó que el equipo de combate de La RAI estaba estructurado de otra manera.

El subcomandante era quien los dirigía y quien tenía total control sobre ellos. Se dividían en dos unidades llamadas «defensa» y «ofensiva» con mujeres y hombres listos para cualquier caso de emergencia. Las unidades especiales como la principal y la OPE, tenían menos miembros pero con mayores capacidades. Exen pertenecía a las tropas de defensa, pero se empeñaba en dejar claro que su deseo era formar parte de las tropas de ofensiva, a las que Ligre no le dejaba entrar.

ASFIXIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora