i. do i have your attention?

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 El castigo habitual de Ketterdam para los ladrones era la rápida extirpación de sus manos, pero Kaz tenía pensado algo distinto para su ladrón. Quizá se llevaría algo más valioso, como la cabeza. La colgaría en la pared como recordatorio para los demás idiotas que quisieran burlarse de los Dregs.

 Desde que se enteró de la noticia, había estado de mal humor. Ni siquiera su Espectro se había atrevido a merodear por su balcón, ni entre las sombras mientras acechaba los muelles del Quinto Puerto, imaginando ahogar a su ladrón en las turbias profundidades del agua.

 Era Pekka Rollins. Tenía que serlo.

 Tal vez era la venganza del viejo por sus muchos intentos de destruir poco a poco todo lo que su adversario apreciaba. Era cuanto menos decepcionante, porque diez mil kruge no eran nada comparado con el daño que Kaz y los Dregs habían infligido al llamado imperio de Rollins. Era irrisorio, pero a él le daba igual. Mataría al ladrón de todos modos, fuera quien fuera.

 Encontrar al ladrón sería el reto. Su red de información era nueva, débil en el mejor de los casos e Inej sólo era capaz de cubrir cierto terreno en una noche. Incluso el Espectro estaba limitado por algo tan trivial como el tiempo. Así que tendría que esperar un milagro, rezar para que la pobre alma desafortunada comprara un barco, un reloj o algún otro lujo que alertara a los Dregs y sellara su destino como hombre muerto.

 Quizá comprarían una espada. Le ahorraría a Kaz la molestia de ensangrentar la suya.

 Decidió que a primera hora de la mañana pagaría a los mercaderes. Ninguna transacción tendría lugar en Ketterdam sin que él lo supiera.

 Bajo la sombra de su sombrero de ala, Kaz sonrió. No era una sonrisa amable, era la que da el diablo cuando te saluda en las puertas del Infierno. Era una sonrisa para los pecadores. Esta sonrisa en particular estaba reservada para imaginar las muchas maneras en que haría gritar a este ladrón y, sólo en la última hora, había urdido diecisiete escenarios de dolor, cada uno más ruin, más estomagante que el anterior. Era innegable que Manos Sucias disfrutaba con la caída de sus enemigos.

 Se le erizaron los pelos de la nuca, lo que solo significaba una cosa. Kaz se dio la vuelta y encontró a Inej, envuelta en su característica capucha, saliendo de entre las sombras. No tenía forma de saber exactamente cuánto tiempo llevaba observándole, por lo que solo le quedaba esperar que no hubiera oído los furiosos murmullos de momentos antes.

 Kaz empuñó su bastón.

─── ¿Quieres decirme por qué estás aquí, Espectro? ¿O debo adivinarlo? ───

─── Tienes visita ───

 Esto sí que era intrigante. Kaz Brekker no recibía visitas. De repente, cualquier pensamiento sobre el ladrón desapareció de su mente.

─── Vamos, no bromees. ¿Quién es? ───

─── No lo sé. Jesper me dijo que vinieron al Club preguntando por ti ───

─── ¿Siguen allí? ───

─── No lo sé ───

─── Que gran espia eres ─── Kaz suspiró. ─── ¿Qué sentido tiene tenerte si tengo que averiguarlo todo yo? ───

 Debía de tener aún menos ganas de conversación que el propio Kaz, porque cuando se volvió para mirarla, el Espectro ya se había desvanecido de nuevo en la noche. Así pues, emprendió el lento camino de vuelta al Club, solo, y la multitud que se agolpaba en las calles se separó de él, lo que significó que el viaje fue mucho más rápido de lo esperado. Ser temido tenía sus ventajas.

trouble ⋆ kaz brekkerWhere stories live. Discover now