Capítulo cuatro.

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Elise no había vuelto

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Elise no había vuelto.

Al día siguiente del accidente la omega se había ido, despidiéndose y refregando en la cara de Louis sus fogosos besos con los alfas. Al parecer la omega era abogada también, con mucho dinero y de clase alta, ya que se había ido en un elegante carro blanco.

Louis durante el tiempo que ella se quedó, la observó en silencio y analizando cómo se veía, como actuaba, como hablaba... era delicada, educada y toda una omega digna. El Omega sentía su corazón rajarse, sabía que jamás llegaría al nivel de una mujer que portaba abrigos de piel y relojes de oro... mientras él portaba suéteres raídos y pulseras de hilo.

En su habitación en secreto práctico su caminata, su postura, forma de moverse y hablar, intentando imitarla y fingiendo entre risas que era alguien muy importante, quizá el príncipe de algún país. Aunque claro, eran fantasías, estaba solo él en ese cuarto húmedo y frío.

Pero en secreto guardaba los guantes sofisticados de color crema, los que la omega había olvidado en el sofá antes de irse, ella no los había reclamado así que Louis se los quedó sin más. Era una gran ayuda, durante la noche sus manos no se congelaban tanto.

Respecto a los alfas la relación con ellos seguía igual, pésima con Edward y Marcel pero tambaleante con Harry.

El alfa del medio se había portado amable y no tan amable en diferentes situaciones, por esto mismo Louis se mantenía confundido respecto a qué pensar. Luego de curar sus manos y el ligero beso en su mejilla, Harry había marcado algo en el corazón del omega de ojos azules.

Era el primer alfa que había sido amable en la vida de Louis, esto hacía que el joven omega se ilusionara y su tonto corazón latiera por alguien que no sentía lo mismo.

Louis por tantos años leyó cuentos de romance, de como la princesa siempre terminaba siendo salvada por su príncipe... llegó a pensar que él jamás tendría una historia de amor, por ser un Omega varón y porque era feo, gordo y pobre.

Le habían repetido tantas veces esas tres palabras que ya las sentía parte de sí mismo.

[...]

La nieve caía como un resplandor blanco y cubría todo el bosque que a kilómetros aún se veía, era un paisaje hermoso y el Omega lo observaba a través del ventanal que la sala tenía. Empañaba el vidrio con su aliento y dibuja una carita feliz, para luego soltarse a reír.

En los últimos días las temperaturas habían disminuido más y más, esto había sido complicado para Louis ya que donde dormía el gélido aire se filtraba. Había noches donde en la madrugada se colaba a la sala de estar y dormía unos míseros minutos al lado de la chimenea, para sentir un poquito de calor.

Aunque la última vez había sido hace dos días, ya que Marcel lo descubrió y furioso lo mando a su cuarto, jalándolo de la ropa hasta aventarlo a las escaleras del ático.

Ausencia (l.s)Where stories live. Discover now