1. La traición(Lia Everhart)

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Siempre creí que Tristan era mi héroe. Desde que éramos niños, admiraba su valentía y su nobleza. Pero hoy, en este bosque oscuro y silencioso, descubrí la verdad.

Lo vi con mis propios ojos: la espada que una vez prometió protegerme ahora esta apuntando hacia mí. El shock me paralizó._ ¿Cómo podía ser esto posible? ¿Cómo podía el hombre que amaba estar dispuesto a matarme?_ Mis manos temblaban mientras retrocedía, buscando desesperadamente una explicación, una razón para lo que estaba viendo.

 _¡Tristan, detente!_ Grité,  mientras el dolor destrozaba mi corazón.

 _¿Por qué? ¿Por qué harías esto?

Él me miró con una frialdad que nunca antes había visto en sus ojos. 

_Porque nunca te amé, Lia._ Escupió con desprecio.

_ Nunca fuiste más que un peón en mi juego. Una fuente de dinero y nada más.

Sus palabras resonaron en mi mente como un eco de traición. Todo lo que habíamos compartido, todas las promesas de amor y lealtad, todo era mentira. El dolor me envolvió mientras me daba cuenta de la verdad: nunca fui más que una ilusión para él. Mis piernas temblaban de bajo de mí mientras retrocedía, sintiendo cómo el mundo se desmoronaba a mi alrededor. _¿Cómo podía haber estado tan ciega? ¿Cómo pude haber creído en sus mentiras durante tanto tiempo?_

Sin pensarlo dos veces, corrí hacia mi caballo, mi única esperanza de escapar de esta pesadilla. Monté con manos temblorosas y unas lagrimas se pasearon por mis mejillas mientras nos alejábamos del castillo y nos adentrábamos en el bosque. El viento me cortaba el rostro mientras cabalgábamos y sentía el latido de mi corazón retumbando en mis oídos. Cada galope del caballo era un recordatorio del engaño que había presenciado, un reflejo de la tristeza que me consumía.

Hasta ver que una barrera natural se alzaba ante nosotros como una sentencia de muerte. El acantilado parecía ser mi única esperanza de escape. Mis ojos se llenaron de lágrimas otra vez mientras me acercaba, notaba el vértigo del abismo girando en mi estómago. Con el corazón roto y sin nada más que esperar de la vida, me dirigí hacia el borde del acantilado. Cada paso era una tortura. 

_Adiós, Tristan._ Susurré. 

_Adiós a todo lo que pensé que éramos.

Justo en ese momento, sentí el zumbido de una flecha cortando el aire. El tiempo pareció detenerse mientras comprendía que yo era la diana. Con un grito de angustia, me lancé al vacío,  con el aire rugiendo en mis oídos mientras caía hacia lo desconocido.

Y entonces, todo se volvió negro.

No estoy muertaWhere stories live. Discover now