—¡Vaya! —protestó Óliver, fingiendo una gran indignación—. Pues la próxima vez que quieras escapar llamas a un taxi, no te digo.

—No le hagas caso —intervino Aixa—. Sólo está bromeando. Los dos os estaremos siempre muy agradecidos por lo que habéis hecho, ¿verdad, Darion?

—Desde luego —corroboró el chico.

—¿Y ahora qué pensáis hacer? —preguntó Aixa—. ¿Vais a volver a vuestro mundo?

—Eso quisiéramos —respondió Rodrigo—. Pero no tenemos ni idea de cómo hacerlo.

—¿Y cómo habéis llegado hasta aquí?

—Estábamos explorando una torre cuando de pronto el suelo se hundió bajo nuestros pies y aparecimos en medio de ese bosque, tirados en la nieve.

—Vaya... —respondió ella, pensativa—. Entonces supongo que en algún lugar de Karintia tiene que haber algo que os lleve de vuelta a vuestro mundo... Tal vez otra torre...

—Mientras no sea la Torre del Tormento... —dijo Darion.

—¿Cómo has dicho? —interrumpió Rodrigo. Las palabras de Darion le habían cortado la respiración.

—La Torre del Tormento —explicó Darion, tranquilamente—. Es una torre que Arakaz mandó construir al lado de su palacio. La utiliza cuando quiere castigar a alguien. Dicen que cuando el emperador encierra a algún desgraciado en su torre, manda tapiar la puerta y lo deja morir de hambre y de sed.

Rodrigo sentía que la cabeza le daba vueltas. Otra vez la misma historia... Todo aquello parecía un mal sueño. Era como si el conde Zacara, su tatatarabuelo, los estuviera persiguiendo allí donde fueran... Entonces se dio cuenta.

—¡Arakaz es lo mismo que Zacara, escrito al revés! —gritó, sin poder controlarse.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Darion.

—Pero no puede ser el mismo... —meditó Rodrigo, ajeno a las caras de desconcierto de sus amigos— ¡Es imposible! A no ser que... ¿Cuántos años tiene Arakaz?

—Pues según dicen hace más de cinco siglos que es el emperador de Karintia. Uno de los poderes que consiguió robar con su espada asesina es el de la eterna juventud. El emperador no puede morir, a no ser que alguien consiga acabar con él. ¿Por qué lo preguntas?

Rodrigo acababa de comprenderlo todo, pero no podía decírselo. Darion y Aixa eran los únicos amigos con los que podían contar en Karintia. ¿Qué pasaría si se enteraran de que Arakaz, el cruel emperador que tenía sometido a su pueblo, era en realidad un antepasado de Rodrigo, que había llegado a Karintia siguiendo el mismo camino que ellos dos? Aunque le habría gustado sincerarse con Darion y Aixa, simplemente no se atrevía a hacerlo.

—Eh... No, por nada —respondió, confiando en que Óliver no desvelara su secreto—. Solamente estaba pensando...

—Perdonad, pero creo que nos están siguiendo —interrumpió Aixa.

—¿Cómo dices? —se sorprendió Darion.

—Es un águila —explicó ella—. Ha venido detrás de nosotros desde que salimos del bosque. Óliver, ¿puedes pedirle que se dé la vuelta?

Rodrigo miró hacia atrás y pudo distinguir el águila al que se refería Aixa. Óliver comenzó a darle órdenes, pero el águila no obedecía.

—A lo mejor es que no te oye —dijo.

—Me parece que no es eso —dijo Aixa—. Creo que no es un águila de verdad, sino una persona.

—¿También hay gente que puede convertirse en pájaro? —preguntó Óliver.

Rodrigo Zacara y el Espejo del PoderWhere stories live. Discover now