Cuentos de Hadas (Prólogo)

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Finalmente tras 3 dias de descanso en Die Garsa acampando al lado del rio Dulcinée, el Comandante hiso huso de sus conecciones con la arisocracia y su puesto en las legiones para hacerse con una bella Mancion llamada Doux Cygne. Cualquiera de los pueblerino consideraria ese lugar un resinto perfecto para bacaionar, bella arquitectura blanca, estautas de marfil combertidas en hombre y mujeres a lso que se les podria creer vivos, flroes de labanda que crecian en livertad e impreganaba con su olor la estructura, los arboles verdes y el clima calido pero refrescante del verano que en pocas partes del imperio se encontraba e incluso un columpio de madera para divercion de los niños. Sin hemabergo, eso estaba lejos de ser el caso del joven que se manetenia obserbando el orisonte en donde alcanaba a ver las montañas cubiertas de nieve. Estaba bestido como cualquier niño de familia acomodada, una camisa blanca e inmaculada, un chaleco y pantalones con tirantes grices muy bien echos, junto con unos sapatos finos. Era sin duda, la ropa por la que muchos guerfanso de ese tiempo peliarian, el incluido, pero para el no era mas que el uniforme de pricionero que le forsaron a utilisar.

El joven se manetenia en sus cabilaciones, escuchando el sonido del reloj de parte de la habitacion, que junto al ojo de las srivientas ya se estaba combirtiendo en un loco. De cualquier forma para clamarse metio su mano dentro de su camisa y saco de esta un relicario de plata que tenia de decorativo una fresa silbestre. El joven se dedico a observar aquel artefacto como si se tratase de algun tipo de objeto de proteccion, mientras basaba la llema de sus desdos por la superficie de metal sintiendo las linias del tallado, esto era algo que siempre lo tranquilisaba durante las extenuantes jornadas de batalla. Pero para su desgracia, este no fue el caso en esta ocasion, pues con cada traso que le daban sus manos el sonido del relojo lo asia recordar, las balas, la ocacion en que se incendio su trinchera y escucho a sus compañeros gritar y nuevamente los ojos gelidos del hombre que lo habia tomado. Esos orendos ojos gelidos, que tanto temor le habian producido, haciendo que el joven finalmente soltara esa piesa de metal y sintiera como su palpitar, se aseleraba mientras la cabesa le daba bueltas, incluso crello que hiba a bomitar, pero milagrosamente fueron solo nauseas. Tras esto procedio a sentarse y como no hiso en mucho tiempo se permitio llorar.

"¿Porque no me matan?"

Penso para sus adentros, sintiendo como si su mente fuer perforada por un afilato y mordas alfiler. Manteniendose en esa posicion y abrasandose a si mismo durante un largo periodo de tiempo sin saber la cantidad de tiempo que permanecio en aquella posicion. Pasaron los minutos, y luego las horas, eso lo noto por la caida de la tarde a la oscurida que era atrabesada por el sol, rechasando cualquier entremes o invitacion a caminar por los verdes prados, sobre todo ver aquel columpio que a dureas penas solo le recordaba su pasado anterior a esta guerra. Asi se mantubo obserbando al basio y embuelto en un abismo asta que escucho a una sirbienta entrar a su abitacion y sobre todo con el sonido de ese odios reloj que lo estaba enloqueciendo. Asta que finalmente, se escucho un golpe a la puerta que le siguio a la entrada de la ama de llaves, -Señor, el Coronel lo esta esperando en su despacho-, fueron las plabras de la mujer que tras notar como en la mesa de la habitacion, aun llasia una bandeja con el almuerso intacto se dispuso a levantarla, no sin antes asercarse al joven que seguia sentado y sin siquiera mover la cabesa para verla. -Si quisiera que estubieras muerto, te habria disparado el dia que te encontro-, dijo la muejr mientras se alejaba del joven, con la bandeja y salia de la habitacion.

El muchacho se mantubo unos minutos mas obserbando la habitacion, la comoda cama de plumas con blanco y comodos ededones, la chimenea sin brasas, las cortinas empujadas suabemnte por el viento frio del ocaso. Por lo que con cuidado se empeso a levantar, sintiendo como temblaban sus piernas mientras caminaba asta la puerta y luego por los pasillos de elegantes cortinas y candeleros que estaban ciendo prendidos. El muchacho en poco tiempo habia aprendido a recorrer esos pasillos, por lo que no le resulto dificil llegar a el despacho del Coronel tragando saliba antes de entrar. La habitacion, a diferencia del resto de la mancion era fria, habia una estanteria llena de libros, una alfombra con dibujos de flores, una ventana que mostraba el patio delantero y mas importante una pintura detras del escritorio de caoba, enmarcada finamente y que retrataba un soldado de la antiguedad siendo apuñalado por millonnes de enemigos, en un charco de sangre. El joven se aserco lentamente a la pintura para obserbarla mejor, era hermosa y tetrica a la ves, con el rostro de ese guerrero enbuelto en una palpable ira, mientras era atrabesado por espadas, -¿Ermoso no crees?-, eschucho finalmente la vos del coronel que estaba sentado al otro extremo de la habitacion en un fino mueble y obserbando el fuego de la chimenea crepitar.

El muchacho rapidamente se alejo del escritorio y se dirigio al hombre con una mirada, -¿Que te pasa?-, dijo de manera sinica mientras se lebantaba de su aciento y se asercaba a el muchacho. Estaba bestido con un trage negro, con la corbata bien ammarada, tenia un purro en su mano isquierda y lusia un anillo de oro. El hombre era corpulento pero elegante, llebaba sus medallas de las que claramente se sentia orgulloso de portar, con el cabelleo rubio cebada perfectamente peinado acia atras un rostro agraciado y esos gelidos ojos tan duros y azules como el hielo. El hombre era extraordinariamente alo y en cuanto se puso frente al niño tubo que bajar la cabesa para verlo a los ojo. -No hablaste, cuando te rescate-, dijo el hombre mientras dejaba escapar un poco de humo d esu boca, -No hablaste cuando mande a que te trgeran estos ropajes-, dijo mientras se inclinaba mas acia el, -Y mas importante, no as hablado, ni siquiera cuando hemos pasado tres dias, en este maldito pueblo.- dijo poniendo su mirada frente a la del niño, -No me trates deengañar, se que no eres mudo y se tambien que no eres tonto, asi que te dare esta hoportunida ara que hables-, tras agregar eso ultimo tiro su abano al fuego y dijo, -Y bien, habla- agrego mientras lo miraba fijamente.

El palpitar de el pequeño se empeso a volver a sentir extrordinariamente fuerete escuchandolo en sus orejas, era claro que sentia miedo por ese hombre, pero finalmente reunio el balor que penso habia perdido y dijo. -Que... que quier hacerme-, no espero que de su boca pudieran entonarse aquellas palabras pero lo logro.

Herase una vesWhere stories live. Discover now