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Capitulo 02.—Entre la nieve.

Los murmullos en el palacio no paraban de resonar sigilosamente tras los rincones, bastante se rumoraba sobre el terrible incidente que había sufrido el futuro sucesor de la Unión Soviética; muchos aseguraban que no volvería, que había sido una pena el haberlo perdido de esa manera, las mucamas solo oraban tras el, ya asegurado, fallecimiento del pequeño, sus hermanos simplemente intentaban controlar sus impulsivos pensamientos y URSS ya había señalado al ucraniano como futuro representante de la mayoría de su territorio. El tercer mundo era un lugar peligroso del que nadie se atrevía a descender, en el caso de hacerlo, su existencia desaparecía de la faz de la tierra, como si nunca hubiera existido y muy pocos aseguraban que si la suerte existía para ellos sus restos serían encontrados, o al menos partes de su cuerpo.











(...)













Habían pasado 5 meses después del terrorífico accidente con el prestigioso heredero, los guardias tuvieron mayor entrenamiento, se aumentó la seguridad del palacio y ninguna de las repúblicas tenía permitido salir del castillo, ahora los futuros delegados debían llevar consigo dos guardias que los custodiara las veinticuatro horas del día, la palabra de URSS fue muy clara al exigir que no debía volver a ocurrir algo tan horripilante como eso, sino, habría consecuencias que ninguno querría afrontar.

El invierno nunca ha sido su estación favorita del año, en el mes de diciembre siempre suele estar solo, la federación de URSS se llevaba a cabo el 30 de diciembre de cada año, donde las potencias del segundo mundo acudían al distinguido banquete; esa fecha sería más importante aún, las potencias del primer mundo se reunirían para la aceptación de un nuevo integrante en la cumbre de la grandeza. Nada debía salir mal.

—Estoy cansado de estar aquí encerrado como un ratón. — Se quejó la república ucraniana golpeando el cojín entre sus manos

—Deja de lloriquear como un niño mortal, te ves ridículo. —Comentó ahora Kazajistán, sin dejar de prestar atención a su juego de ajedrez.

—Tal vez no estaríamos aquí si alguien no se hubiera extraviado en el tercer mundo. — Atacó señalando a su hermano mayor, este se inmutó en responder o contraatacar, ya se había disculpado varias veces por ese terrible incidente y el castigo en el que ahora todos estaban obligados a cumplir.

—Déjalo en paz, no ha dicho mucho desde que regresó, debió haberlo pasado muy mal allá abajo. —Bielorrusia intentó tranquilizar la situación, todos se giraron hacia el ruso que miraba por la ventana, esperaron alguna explicación de lo que había vivido al estar en las profundidades y solo podía asegurar una cosa, es un lugar horrendo.

Cuando abrió sus ojos se dió cuenta de que ya no estaba, había salido huyendo cuando escuchó las grandes puertas abrirse, pero, lo que lo hizo quedarse perplejo fue en ningún momento haberle preguntado su nombre. Suspiró profundo cuando estos volvían a discutir, odiaba que todo esto hubiera ocurrido por su culpa pero ya estaba hecho. Sonaron las trompetas en bienvenida a las potencias, un representante apareció en primera fila, alto, rubio, de tez blanca y con mejillas rosadas, de sonrisa perfecta demostrando lo seguro de sí mismo, su vestuario era tan elegante y sofisticado que parecía un country perfecto, uno que todos amaban.

—No es lo que parece . —Susurró su padre sonriente tomando su hombro, provocó una débil sorpresa que apenas fue notoria en su rostro, no sabía cuánto tiempo llevaba ahí al lado suyo.

Un destello, brillante, llamativo que no pudo siquiera pasar por alto, las puertas estaban abiertas, los guardias distraídos, era una de esas oportunidades de la vida que no podía rechazar y, cuando entró el último representante se escabulló entre los invitados saliendo por primera vez del palacio.

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