2. La salida secreta

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—¿Volvemos? —repitió Rodrigo, que ya se olía las intenciones de Óliver—. ¿A quiénes te refieres?

—A nosotros dos, claro.

—¡Ya estamos otra vez! ¡Que a mí no se me ha perdido nada en esa torre! Con subir una vez ya he tenido más que suficiente.

—¡Psst! —interrumpió Óliver— ¡Calla, que se acerca el Topo!

Desde ese momento no volvieron a tener ocasión de hablar más del tema, lo cual a Rodrigo le pareció un alivio. Después del desayuno tuvieron una clase de malabares y a continuación un taller de cerámica. Estaba resultando una mañana mucho más entretenida que el día anterior, que lo único que hicieron fue escuchar las explicaciones del guía del castillo. De todas formas Rodrigo no lograba concentrarse. Su mente todavía seguía dándole vueltas a su aventura del día anterior, y parecía que a Óliver le ocurría lo mismo. El jarrón que hizo Rodrigo en el taller de cerámica tenía forma de váter, y el botijo de Óliver parecía una cabeza de cerdo. Cuando Andrea, una chica de clase, se acercó a ellos, Rodrigo intentó esconder su jarrón para que no lo viera. Afortunadamente sólo se fijó en el botijo de su amigo.

—Hola Óliver —dijo ella, apartando suavemente su largo pelo castaño de su cara—. ¡Qué cerdito tan mono! ¿Es una hucha?

Óliver se quedó mirándola como embelesado y balbuceó una respuesta que nadie logró entender. Rodrigo, Álvaro y Sergio se partían de risa.

—¿Se puede saber qué os pasa? —les preguntó Óliver, rojo como un tomate.

Parecía que Sergio le iba a responder algo gracioso, pero justo entonces el Topo entró en la sala y se quedó de pie esperando a que todos le prestaran atención, como solía hacer cuando quería anunciar algo importante.

—Tengo una buena noticia —dijo el profesor—. Esta noche vamos a acostarnos un poco más tarde de lo habitual. Va a ser una noche perfecta para observar las Gemínidas, y estamos en el lugar ideal para poder verlas.

Los murmullos que se oyeron a continuación demostraron claramente que Rodrigo no era el único que no tenía ni idea de lo que eran las Gemínidas. Sin duda el Topo ya se lo imaginaba, porque sonreía abiertamente al observar la cara de perplejidad de los alumnos. Sin duda algo raro le estaba pasando a su profesor de historia. Unos meses atrás habría sido un milagro verle sonreír, y jamás se le hubiera ocurrido dejar que se acostaran más tarde de la hora. Ni por todas las Gemínidas del mundo.

—¿Nadie sabe lo que son las Gemínidas? —preguntó el profesor, pero tras unos segundos de silencio tuvo que explicarlo él mismo—. Las Gemínidas son una lluvia de estrellas que tiene lugar todos los años el 13 o el 14 de Diciembre.

—¿Qué es una lluvia de estrellas? —preguntó Óliver, como siempre sin levantar la mano.

—Las lluvias de estrellas son momentos del año en los que podemos observar gran cantidad de meteoritos. En realidad el nombre lluvia de estrellas es algo erróneo, porque realmente no son estrellas, pero antiguamente la gente sí que lo creía. La verdad es que cuando lo ves, parece que las estrellas estuvieran cayendo del cielo.

Rodrigo sintió como si un calambrazo le recorriera desde la cabeza hasta los pies. Las palabras escritas en la pared de la torre volvieron a su mente en cuanto el profesor pronunció estas últimas palabras.

Caerán las estrellas del cielo antes de que puedas salir...

Rodrigo miró a Óliver pensando que él también se habría dado cuenta, pero su amigo parecía estar observando detenidamente las telarañas del techo. Seguramente no había escuchado ni media palabra, a pesar de que él mismo había hecho la pregunta.

Rodrigo Zacara y el Espejo del PoderWhere stories live. Discover now