—¡Ajá! No, descuida, no lo soy. Aunque tengo alguna de sus cualidades. Soy más un observador. Y debo decirte, genio de la lámpara, que ya no está en una lámpara... que te he estado observando durante mucho tiempo.

—¿Me observabas? ¿Entonces sí eres un Dios?

—Depende de lo que llames Dios. Mejor no entremos en ese terreno. Conténtate con saber que soy ser, que todo lo ve, todo lo siente, y casi todo lo puede. Un ser que se ha interesado en tu historia...

—¿En mí? ¿Por qué? ¿Hice algo malo?

—Oh, no... por lo contrario. Respóndeme esto, genio. ¿Te ha costado encontrar personas que merezcan tus deseos?

—Así que sabes sobre ello...

—Lo sé todo. Solo responde.

Enver se frotó la cabeza, y fue cuando su mano traspasó su cráneo cuando se dio cuenta de que ya no era humano y había vuelto a ser el genio de piel dorada, translúcida y cubierto de humo.

—Bueno, la verdad es que sí. Cuando empecé a ser selectivo, los números de los deseos a cumplir disminuyeron. Lo lamento.

—No, no lo lamentes. Porque eres el único genio que, en realidad, ha cumplido con su objetivo.

—No entiendo... —dijo Enver, confundido—. ¿Qué objetivo?

Todos tenemos un propósito. Y el verdadero propósito de los entes mágicos como tú, no es que las personas te pidan cualquier tipo de deseo, sino que ellos apelen a su humanidad, y aunque puedan tener la facilidad de cumplir todo aquello que quieran, elijan confiar en que serán ellos mismos quienes conseguirán su propia felicidad, a su manera.

—¿Y entonces por qué le cumplimos sus deseos?

Por qué no podría funcionar de otra forma. Por lo que, solo fue cuando los humanos empezaron a rechazar tus deseos, cuando en realidad, el número de tu objetivo empezó a sumar realmente. Hasta que hoy, por fin, lo cumpliste.

—¿Lo cumplí? Pero si empecé hace muy poco...

¿Estás seguro? Yo creo que te has tardado unos cuantos añares en darte cuenta de cómo deberías haber operado.

—Vaya... —espetó Enver, exhalando una gran humareda desde todo rincón de su translúcido cuerpo—. Ese sí que es un giro de los acontecimientos, observador.

Gracias. Entonces, genio, como sabrás, te mereces una recompensa para homenajear tu tan arduo trabajo con los humanos. Así que ahora, te daré la oportunidad de que seas tú, quien me pida a mí, un deseo.

Enver quedó estupefacto.

—¿Solo uno? Pero si yo daba tres.

¡Ja! Pero mi deseo es distinto, genio. El mío no tiene requisitos, ni reglas, ni límites... puedes desear lo que tú quieras. Te lo has ganado.

—Espera, espera... ¿Ningún límite?

Es lo que dije.

—¿Y si pido tener tu poder?

¿Cómo crees que llegué a ser quien soy en primer lugar?

—Wow...

Pero algo me dice que no harás ese deseo. ¿Me equivoco?

Enver sonrió.

—Sí que me has observado.

Te escucho, genio. ¿Estás listo para tu último deseo?

Enver desvió la mirada, sintiendo cómo su brillo dorado se intensificaba. Era una sensación extraña, pero agradable. Había sido un genio mágico de la lámpara durante tanto tiempo que a veces se olvidaba de lo que era sentirse realmente feliz y emocionado.

Por una última vez, contempló su cuerpo humeante y sus manos, recordando todo lo que había experimentado y vivido en su papel de genio mágico. Había sido un viaje emocionante, lleno de aventuras y desafíos.

Pero, a pesar de todo eso, lo que más importaba era ella. Anne. La chica que había cambiado todo para él.

Alzó la mirada hacia el vasto cielo galáctico que se expandía sobre su cabeza, asombrado por su belleza. Era una noche clara y despejada, y las estrellas brillaban con intensidad en la oscuridad.

Enver sintió una paz profunda y reconfortante en su interior. Después de tantas aventuras emocionantes y desafíos, finalmente tenía la oportunidad de disfrutar de un momento de tranquilidad.

Observando las estrellas, se dio cuenta de lo pequeño que era en comparación con el vasto universo que lo rodeaba. Pero, a pesar de su insignificancia en el gran esquema de las cosas, se sintió agradecido por estar vivo y por tener la oportunidad de experimentar todo lo que la vida tenía para ofrecer.

Volvió a sonreír, con una sensación de gratitud en su corazón. Sabía qué había mucho más por descubrir y explorar, y estaba emocionado por ver a dónde lo llevaría su próxima aventura.

Esta vez, ya no como un genio...

—Deseo ser un humano.

De repente, todas las estrellas del universo resplandecieron y cubrieron con su brillo a Enver.

Tu deseo es mi orden.

El último deseoМесто, где живут истории. Откройте их для себя