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-¡Puedo ir a ver a los gatos de Zodiac de vez en cuando! Él dijo que puedo verlos tanto como quiera.

Aristine sonrió.

La ceja de Tarkan se crispó.

No le gustó esto. ¿Qué pasaría si se acercaran demasiado mientras hablaban de gatos?

-Ese tipo está loco por los gatos y el trabajo.

-¿Es eso así?

-Definitivamente no es normal.

-¿No es bueno estar loco por el trabajo? Estoy agradecido de que se haya esforzado tanto en vender mis bisturís.

Estaba hablando de los puntos malos del hombre, pero por alguna razón, su favor hacia él solo aumentó.

Tarkan frunció el ceño.

No podía enfadarse con Aristine, que se estaba divirtiendo tanto sola y tarareando con entusiasmo.

-Señorita Ángel de la Paz.

Tarkan gritó burlonamente y Aristine instantáneamente se dio la vuelta para mirarlo.

-No me llames así.

-Entonces, ¿señorita Diosa de la Paz?

-¡Tarkan!

Al ver que Aristine se enojaba de inmediato, los labios de Tarkan se relajaron.

Ángel de la paz, diosa, salvadora de los enfermos, y todo eso. Esos fueron los nombres ridículos que se le pusieron a Aristine.

La Aristine que Tarkan conocía era una mujer cuyos pensamientos volaban en direcciones completamente impredecibles. Era delgada y débil, pero intrépidamente proactiva. Podrías pensar que ella era ingeniosa un segundo, pero al siguiente, todo se había ido. Y ella era tan increíblemente terca.

'Quiero decir, ella solo está tratando a alguien como un pervertido.'

A pesar de quejarse internamente, todavía estaba sonriendo. Otras personas no conocían este lado de Aristine.

Pensaron en ella como una existencia infalible, con intenciones nobles.

'Pero en realidad, ella es un poco torpe.'

Mientras pensaba eso, los ojos dorados de Tarkan se suavizaron, luciendo tan dulces como la miel. Hasta el punto de que las personas que los miraban inconscientemente se sonrojaban o se sentían avergonzadas.

-Entonces, señorita Ángel, ¿hay algo que quiera hacer?

-No, señor pervertido -respondió Aristine secamente.

-¿En serio? Podrías haberte encontrado con el comerciante principal en el palacio, pero saliste a propósito.

Ante esas palabras, Aristine cerró la boca.

Tarkan tenía razón.

El palacio real era amplio, con muchos lugares para ver, pero ella siempre había sentido curiosidad por el mundo exterior.

-... ¿Como lo descubriste?

-Quién sabe -dijo Tarkan, estirando su brazo y Aristine colocó su mano sobre su brazo como si estuviera cediendo.

-¿Entonces qué quieres hacer?

-... Quiero comer ese perrito caliente.

Pasó una brisa rústica.

Con cada paso que daban Aristine y Tarkan, la gente se apartaba como un mar que se abre.

El comerciante que estaba asando brochetas miró fijamente a las dos personas que estaban de pie frente a su puesto. Estaba tan nervioso que no sabía qué hacer.

Aristine¹Where stories live. Discover now