—Menos Marianne, su mamá va a matarla, y a ti también Lockwood.

—¡George! —regaño Lucy dándole un ligero golpe en el hombro.

—¡Mi mamá! — volví a desplomarme y entonces sentí un bulto en mi suéter y cuando hurgue eran las notas de estudio para mi examen—. ¡Maldita sea!

Lockwood me dio un apretón en el brazo.

—Venga, no te preocupes por lo que pueda pasar mañana—dijo—. Iré a acompañarte a tu escuela e iré a recogerte para hablar con tu madre, ¿si? Hoy pasaras la noche en casa, tengo antojo de un sándwich de crema de cacahuate.

Asentí con la cabeza.





LOCKWOOD bajó al suelo de un salto. Detrás de nosotros, una sombra tomó forma. Era George, que arrastraba con esfuerzo mientras sujetaba un lado de la mandíbula con una mano. Tenia un corte en el labio y le sangraba, ya sentada en la silla de la cocina Lucy tenia un corte en la ceja. Yo le sonreí con un palpitante golpe en la mejilla. Lockwood le dio unas palmaditas en el brazo.

—Ha sido excitante—dijo George con la voz quebrada—. Deberíamos tener invitados más a menudo.

—George—llamo Lockwood—. El collar de Annabel Ward. Dijiste que lo habías dejado con los trofeos. ¿Te importaría ir a ver si sigue allí?

George se dio unos toquecitos en el labio con la manga de la camisa y yo le retire la misma con rapidez. Dos cuatrimestres con microbiología te enseñaban mucho.

—No hace falta. Ya lo había pensado y acabo de mirarlo. No está.

—¿Estas seguro de que lo dejaste en las estanterías?

—Esta misma mañana. Allí no esta, eso seguro.

Se hizo un silencio.

—¿Creen que eso es lo que buscaba? —pregunté.

Lockwood suspiró.

—Es posible. En cualquier caso, esta claro que se lo ha llevado.

—No—dijo Lucy—. No se lo ha llevado.

Tras aquello se abrió el cuello del abrugo y el estuche de cristal plateado con el collar en su interior quedo a la vista, sujeto sano y salvo al cordón que colgaba en su cuello.

—Solo quería tenerlo a mano—dijo Lucy— y no empotrado de cualquier manera entre el resto de los trofeos. Creo que es por lo que sucedió cuando Marianne lo tocó, cuando tuvo la visión extrasensorial con Annie Ward. Pensé que... no sé, tal vez tenerlo a la mano cuando ella lo necesitase podría funcionar.

—¡Claro! —exclame —. Por eso sentía esa angustia tan persistente y esa terrible sensación de enojo en el parque, ¿no es así? Porque Lucy tenía el medallón cerca de mí.

—Ese es el peligro de tu don—me interrumpió Lockwood con brusquedad. Estaba pálido y serio esa mañana. Me miraba con los ojos entrecerrados—. Es como si fueras demasiado sensible. Intimas demasiado con ellos.

—No, no creo que lo entiendas, pero no puedo evitarlo, es como si yo fuera dueña de esos recuerdos, sus memorias. Y puedo sentirlo todo, verlo todo, en primera persona—explique—. Te lo explique, lo sabias y por eso me pediste que ingresara aquí. Y se que el fantasma de Annie Ward es cruel y peligroso, pero con lo que vi, la vida de la mujer que vi... Entiendo su dolor, porque lo sentí y por eso quiero que se le haga justica, que no quede relegada al olvido. ¡Tú la viste en esa chimenea Lockwood! Sabes lo que hizo Blake.  Y la rabia, el coraje... el dolor de ser estrangulada, quiero que reciba su merecido—les dediqué una sonrisa cargada de arrepentimiento y tristeza—. Ya, ya lo sé... Suena muy disparatado, ¿verdad?

𝐋𝐎𝐂𝐊𝐖𝐎𝐎𝐃 & 𝐂𝐨 & 𝐌𝐀𝐑𝐈𝐀𝐍𝐍𝐄Where stories live. Discover now