Ventisca de Fuego

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   Era una noche particularmente especial en las Tierras Celestiales pues tras siglos de soledad y abandono, el Palacio Central de las Veintiocho Mansiones Lunares sería testigo de la renovación del tratado de paz entre los Cuatro Clanes Sagrados. Todo parecía ir de maravilla, sin embargo, el Clan Gembu del norte y el Clan Seyriu del este estaban sumamente alterados y el ambiente estaba increíblemente tenso puesto que el Clan Bermellón del sur y el Clan Byakko del oeste, tuvieron recientes conflictos en sus fronteras. 

Pero eso no era todo, los Generales de ambos clanes, El Fénix Rojo del Sur y El Señor de las Bestias del Oeste no paraban de mirarse. Los miembros de ambos clanes estaban a la expectativa, listos para saltar sobre el enemigo en cuanto sus generales dieran la orden y para terror del Clan Gembu y el Clan Seyriu, todo parecía indicar que en cualquier momento el Fénix Rojo y el Señor de las Bestias comenzarían una batalla.

Pero aquello era solo lo que los demás veían y sospechaban. Suzaku, el Fénix Rojo, era incapaz de rechazar la penetrante y feroz mirada azul neón del Señor de las Bestias, Ryuko. Ambos generales eran conscientes de que era imposible olvidar los recientes conflictos pero también, eran incapaces de olvidar el tiempo que pasaron juntos después de su último enfrentamiento. Entre cada mirada, ambos memoraban cada hecho de lo sucedido hace ya varias lunas atrás, ambos sentían en su piel el calor que emitían las llamas de Suzaku y revivían la cruenta batalla que habían librado, una batalla tan salvaje que ocasionó un derrumbe que los envió a las fauces de Las Tierras Astrales, hostil lugar infestado de peligros. Aquel día, Suzaku terminó con una de sus hermosas alas, de plumas rojas y doradas, gravemente lastimada mientras que Ryuko, perdió la movilidad de su brazo izquierdo tras fracturárselo. Sin tener el equipo adecuado, ambos decidieron unir fuerzas para sobrevivir mientras rodeaban la gran montaña de la cual habían caído.

Dada su movilidad, Suzaku se encargaba de cazar y Ryuko, por su conocimiento del terreno, de conseguir agua y refugio. Los dos primeros días fueron... terribles pues la desconfianza era abrumadora. Ryuko no comía de lo que Suzaku cazaba, Suzaku no bebía del agua que Ryuko traía y por las noches, ninguno de los dos dormía por temor a sufrir una puñalada en la espalda. Al tercer día, siendo que Suzaku necesitaba agua urgentemente, Ryuko la tomó por sorpresa comiendo de la carne que se estaba cocinando. Acto seguido, ofreció agua a Suzaku, quien descifró en el rostro de su acompañante preocupación y sinceridad, por lo que aceptó el agua sin dudar.

Regresando a la velada en el Palacio Central, Suzaku y Ryuko comienzan a dar vueltas y vueltas uno alrededor del otro, este último sacudiendo y moviendo sus albinas orejas y cola. Mientras el clan Byakko discutía cómo y de qué forma lucharía su general, él no paraba de pensar en la noche que, después del ataque de varias bestias, Suzaku se hizo cargo de curar sus lesiones con tanto esmero. En contra parte, los dorados ojos de Suzaku destellaban al recordar cómo había sido víctima de un preocupante calor en su pecho luego de escuchar a Ryuko sentenciar que los dones curativos del majestuoso Fénix Rojo no tenían comparación.

Al amanecer del quinto día, finalmente los generales estaban de regreso en la frontera entre sus territorios. El final de la tregua estaba marcado, pero los generales no tenían ganas de luchar. Ryuko hizo bromas sobre la desastrosa apariencia de Suzaku y ella, le recordó cómo se había reducido a pedirle indicaciones a un cuervo usando su gran carisma y encanto.

Ryuko recordaba la amargura de no querer decir adiós y como el sentimiento de querer más de aquello lo estaba dominando. Pero al final, cada quien siguió su camino.

Ahora, ambos generales estaban cara a cara y una balada romántica de dulces tonos había comenzado a sonar. Los generales sentían una imperiosa necesidad de escuchar sus nombres en la boca del otro por lo que se apresuran a saludar torpemente.

- Susaku.

- Ryuko.

Sus voces chocan y ambos tragan grueso, de lo menos que se percatan es que el Palacio Central estaba a punto de venirse abajo por toda la tensión que se había acumulado.

- Es extraño —Comienza a decir Ryuko— ¿Por qué es tan difícil respirar? Tal vez... ¿Sea la manera que dices mi nombre?

- Quien sabe —Responde Suzaku, vacilante— Nunca he soñado con nadie como tú... Y ahora veo en tus ojos la eternidad.

El corazón de Ryuko comienza a latir dolorosamente y peinando hacia atrás su cabello blanquecino, saca de sus gruesos ropajes un delicado Diente de León y se lo ofrece a Suzaku. Ambos conectan sus anhelantes miradas y pronto sus respectivos clanes comienzan a alterarse.

- Al soplar cada uno... todo el tiempo —Nervioso, Ryuko traga grueso para poder continuar— deseo que seas mía.

Nadie era capaz de creer lo que estaba pasando ¡El general del clan Byakko se estaba declarando ante el general del clan Bermellón! Y lo que pasa a continuación, deja un par de desmayados entre el público, ¡Suzaku toma entre sus manos el diente de león, aceptando la declaración! Gembu y Seyriu respiran aliviados pero Bermellón y Byakko rápidamente se vuelven contra sus generales.

Maldiciones, insultos, odio y rencor era lo que se escuchaba. Pronto, Bermellón y Byakko se van a las armas e incluso, arremeten sobre sus generales. Descontenta, Suzaku libera una espiral de fuego en torno a ella y Ryuko, usando su control de viento en las llamas, provoca una onda expansiva de calor que envía a ambos clanes contra el suelo.

- Si no son capaces de ir contra nosotros, les recomiendo que se acoplen a la situación. —Sugiere el Fénix, con una desalmada mirada—

Dos poderosos seres sagrados felizmente juntos... ambos capaces de hundir una nación... Por alguna razón, Syriu y Gembu ya no se sentían tan aliviados como antes.   

Ventisca de FuegoWhere stories live. Discover now