—prométeme que me llamaras si pasa cualquier cosa me marchare porque se que de nada vale que los dos estemos agotados y por favor trata de descansar—

este asintió  despidió a su madre y volvió a la habitación, a medida que caminaba las miradas de las enfermeras y familiares  paciente estaban sobre él, bruno de tez blanca, cabello castaño y ojos cafés claros cuerpo esbelto y músculos marcados sin ser exagerados llamaba la atención de todos, su barba toda arreglada y ese trasero bien acomodado en esos pantalones finos, sus zapatos los cuales estaban tan pulidos y aquella camisa blanca que lo acompañaba sin dejar pasar sus manos varoniles y lo delicado de sus uñas, labios no tan finos y nariz respingada pómulos marcados dando un toque mas sensual a su cara, el era todo un semental todo un hombre soñado, bruno era todo lo que una mujer podía pedirle a la vida los defectos en el eran escasos pero físicamente no tenia aunque con todas esas cualidades aun así isabella lo rechazaba como si fuera plaga en las flores.

una media hora mas tarde Margaret llego a casa el mal humor la arropaba le abrieron la puerta y fue recibida por el mayordomo

—señora buenas noches  ¿como sigue el señor Basilio?—

ella lo miro alzo una ceja y los nervios lo golpearon, Margaret sabia perfectamente que todos le tenían miedo y eso le gustaba alimentaba su ego saber que le temen que tiene poder sobre los demás era la parte favorita de su vida o mejor dicho la parte favorita de ser margaret. Todos en casa sabían que ella no amaba al señor Basilio que solo fingía, en la cocina las sirvientas murmuraban acerca de ello alegando que le tenían miedo un terrible miedo, increíblemente esta la respondió

—no morirá si es lo que te interesa saber—

asintió no tan conforme por aquella respuesta pero sin hacer el minio gesto debido a que lidiar con la personalidad de Margaret era difícil, el mayordomo mantenía  sus brazos detrás de su espalda con su traje de color blanco y negro impecable

—¿desea algo de comer la señora?—

—quiero que preparen el baño y lleva hielo a la oficina de mi esposo estaré ahí haciendo algunos trabajos y no me molesten—

—como ordene la señora—

camino en dirección hacia la oficina mientras sus zapatos hacían eco por cada pisada, como fue ordenado así se hizo su baño fue mandado a preparar y una hielera fue mandada a la oficina, Margaret estaba frente a la computadora recibiendo unas foto que había mandado a tomar con intensiones nada gratas para su hijo. La sirvienta cabizbaja sin hacer mucho ruido coloco la hielera e intento huir lo mas rápido posible de su presencia pero Margaret la detuvo no la miro tan siquiera solo hablo sin dejar de mirar el computador

—sírveme un trago—

  la muchacha intimidada se puso tan nerviosa que al servir el trago para entregarlo se le cayo de las manos la mirada de ella hacia la muchacha fue espeluznante la chica empezó a temblar pidiendo excusa las alfombras no dejaron que el vaso de cristal se rompa solo había derramado el whisky sobre ella

—eres una buena para nada no tienes idea de cuanto cuesta una sola alfombra de esas como para que la andes manchando por tu negligencia muévete sírveme otro trago antes de que te haga limpiar ese desastre con tu lengua—

—s-si señora discúlpeme yo fui algo torpe no volvera a pasar se lo prometo—

—¿crees que voy a permitir personas que no sepan sostener tan si quiera una copa de cristal tu...—

el mayordomo quien escucho los gritos de margaret entro a la oficina rapidamente para tratar de ayudar a la chica él mas que nadie conocia la horrible actitud de margaret

—con permiso ¿que ha pasado porque la señora esta tan alterada?—

—te di la libertad de elegir el personal del cuidado de mi casa ¿como es posible que contrates personas que no sepan tan si quiera sostener un vaso de cristal? me parece tan absurdo—

el mayordomo tenia la frente empapada conocía a Margaret pero no significaba que no causara terror verla enojada

—pido disculpa por causarle molestia señora no volverá  a pasar, hare que la chica tome un entrenamiento adecuado—

ella se levanto de su asiento con una sonrisa aterradora que ya el mayordomo Emilio conocía muy bien

—¿que parte de no la quiero en esta casa no entendiste? solo mírala esta temblando como si fuera a matarla aunque la idea no es tan mala luego de manchar mi alfombra—

la chica tenia los brazos cruzados en su espalda y cabizbaja escuchando como Margaret la regañaba

—quiero que entiendas algo Emilio le pagamos mucho dinero a cada de ustedes como para tener que recibir un mal servicio ¿esta claro? en cuanto a ti te daré una oportunidad si cometes un mínimo error aunque sea no tendré piedad, imagínate que dios te permitió entrar al paraíso a pesar de tus pecados estúpidos—se persigno —déjenme sola—

ambos salieron de la oficina al cerrar la puerta  la chica empezó a llora en silencio y el mayordomo la llevo a la cocina junto a las demás las cuales rápidamente empezaron a hacerle preguntas pero la chica estaba aturdida

—vamos chicas déjenla en paz esta asustada—

la cocinera la cual era una señora de algunos 50 años espeto

—no ten preocupes te acostumbraras tengo 20 años con esta familia se muy bien como son ellos solo haz tu trabajo y no le tengas miedo veras como no le importara tu presencia—

—es una bruja pero te acostumbraras  luego de tu paga verás que no te importarán sus reclamos—

—Vanessa deja de darle mal consejos a la chica—

—lo siento señor Emilio por no defender a su patrona—

—guarda silencio te he dicho que las paredes tienen oídos en esta casa si no quieres que te corten la lengua—

—¡uy que miedo! jajajajajajaj—

—siempre es igual con ustedes— refunfuñó el mayordomo

las risas resonaron en la cocina lo que ninguna de ellas sabían que Margaret las estaba escuchando chasqueo la lengua y se marcho hacia su habitación subiendo las escaleras suavemente mientras su cabeza psicópata buscaba la mejor idea de como deshacerse de su personal de servicio.

Millonario $in escrúpulos.Where stories live. Discover now