—Si quiere que pare, dígalo —era necesario decirlo.

—S-si… —contestó entrecortado.

El alfa lamió sus labios mientras sus manos fuertes y grandes encontraron un camino por las piernas bien definidas del omega. Una escasa tela negra las cubría, él ya había visto esas piernas tantas veces y no podía recordar las otras más que se había imaginado haciendo eso. Parecía un puto sueño lo que estaba apunto de suceder.

Inhaló profundo y el dulce aroma del lubricante del omega se coló en todo su sistema. Le subió la falda hasta arriba, con un poco de ayuda de Gerard y le indicó que abriera las piernas, con sus dedos expertos tomó el centro de la tela de cebolla húmeda y la rompió de un tirón, haciendo lo mismo con la ropa interior de encajes que el omega estaba usando.

Gerard se dejó caer contra el respaldar y se dejó hacer, abrió las piernas en el aire lo más que pudo. Podía ver a través de sus párpados entreabiertos sus pies aún con las medias y los tacones que llevaba puestos y como el alfa se hundía sobre su intimidad, respirando sobre su miembro duro, luego sobre su perineo y por último, sobre su agujero.

El alfa había sentido como su polla dio un fuerte tirón, nunca había visto un omega tan delicado, es decir, lo eran por naturaleza pero el que tenía entre sus manos era lo mejor. Limpió, rosado y perfecto. No pensó, solamente se dejó llevar por sus instintos.

Su lengua caliente y pesada rodó por el borde del pequeño agujero del omega que se contraía dejando escapar más gotas de lubricante. El alfa gruñó complacido mientras recogía el líquido dulce, tenía un sabor a mangos, al igual que su olor.

—¡Aaaah! —gritó el omega, sintiendo un poco de alivio pero aún no era suficiente.

El movimiento de la lengua cambió por delicados círculos a movimientos de arriba hacia abajo cada vez más rápidos y menos sutiles. Lo tomó de la parte posterior de los muslos al sentirlos temblorosos y le ayudó a sostenerlos mientras sus dedos pulgares, colocados al borde su ano, jalaron la piel, dejándolo más vulnerable que antes. El alfa endureció su lengua y penetró a Gerard con ella hasta que sintió que su mandíbula estaba entumecida.

Al separarse notó el desastre de saliva y lubricante que estaba sobre el cuerpo de Gerard.

—Alfa, alfa —le llamó desesperado al sentir como este se alejaba unos cuantos centímetros—. No te vayas, por favor…

—No me iré a ningún lado.

—Te necesito —lloriqueo y a como pudo se incorporó, tomó la tela del mono azul del alfa y se sostuvo—. Fóllame, alfa.

El alfa no respondió más, tenía todo el consentimiento que necesitaba para continuar y poder calmarle el dolor que el celo provocaba en el omega. Lo tomó de los brazos y lo levantó, haciendo que de un salto se enganchara alrededor de su cintura, su polla quedó presionada contra los glúteos del omega y sintió la humedad que se impregnaba en su piel.

Le olisqueo el cuello mientras lo acomodaba sobre la superficie del escritorio, pero gruñó por la tela blanca que se interponía y le impedía besar esa dulce piel. Aún con las piernas atoradas en su cintura, dejó a Gerard sobre el escritorio y con prisa bajó la cremallera de su traje de trabajo, dejando ver que en sus brazos, pecho y vientre habían tatuajes.

Gerard se mordió los labios al ver el trozo de carne grueso del alfa, estaba duro y rojizo de la punta. Un nuevo chorro de lubricante salió de él y con desesperación se jaló el cuello de la camisa, tirando el primer botón por el aire.

El alfa tomó si gruesa polla en su mano y se masturbó un poco, luego acercó todo su cuerpo al del omega y colocó su punta sobre la entrada temblorosa.

—¿Está bien?

—Estoy jodidamente listo…

Gerard se apoyó de sus codos y contuvo el aire al sentir la presión sobre su agujero, era bastante grueso pero cuando lo tuvo a tope dentro de él, el dolor que sentía en el vientre fue desapareciendo. Sus gemidos salían de su boca como un cántaro lleno de agua y el alfa movía sus caderas cada vez más rápido y profundo.

El alfa se inclinó sobre Gerard y comenzó a besar la parte expuesta de su cuello. Su aroma a mangos dulces lo atraía a quedarse ahí toda la vida. Una mano tatuada se coló en medio de sus cuerpos y tomó el miembro del omega.

—M-más rápido —pidió.

Sentía como todo su cuerpo se iba contrayendo y las caricias en su polla atraían todo su placer ahí, a su bajo vientre. Un remolino de sensaciones que estaba a punto de explotar y satisfacerlo de ese calor y dolor insoportable.

Las gotas de sudor del alfa quedaron sobre la tela de la camisa. Había sentido lo cálido y apretado que estaba el interior del omega y se moría por correrse dentro de él pero sabía que no era correcto. Dio un par de embestidas más y cuando sintió que sus bolas se contraían, salió de él.

Gerard no se pudo quejar por la lejanía de la polla pues su orgasmo le golpeó repentinamente. La mano del alfa se movía de manera ágil sobre la cabeza de su polla, intercalando el frenesí de su movimiento y círculos sobre la cabeza de su polla.

El omega acomodó su espalda y sonrió complacido, tenía las mejillas enrojecidas pero no quería alejarse del alfa; ese fuerte olor a menta que desprendía le había encantado. Nunca había tenido la oportunidad de oler sus feromonas pero ahora que las había liberado solo para él, quería que lo impregnara mucho más.

El alfa gruñó sobre su pecho y se corrió. Largas líneas de semen espeso y caliente se regaron sobre la tela negra de la falda que aún permanecía recogida en el cuerpo de Gerard. Era un desastre con los fluidos de ambos pero al omega no le importaba en lo absoluto, tenía muchas faldas como aquella.

El alfa volvió a tomar el cuerpo de Gerard entre sus brazos y se sentó en la silla con él sobre su regazo. Le olió el cabello, la fruta se sentía más dulce y delicada ahí, a diferencia de su cuello donde el aroma era más concentrado y puro. Pudo sentir que el omega también estaba oliendo su cuerpo, ahí acomodado sobre su pecho desnudo, era donde su instinto alfa le estaba pidiendo a gritos, lo debía mantener.

—¿Puedo preguntar algo? —dijo el alfa minutos después, acariciando el cabello chocolate del omega. Él tenía sus ojos cerrados y se estaba recuperando, aunque solo de momento, porqué el alfa sabía que apenas estaba comenzando.

—Dime.

—¿Qué fue lo qué pasó? —Gerard se rió un poco ante su respuesta. Ahora que ya no estaba enojado, se daba cuenta que era incluso estúpida la causa de su celo un tanto precipitado.

—Olvidé mis supresores, me molesté mucho y no consideré que mi celo estaba a menos de cinco días. Eso pasó —contestó con simpleza.

—¿Quiere que le busque supresores? —se adelantó a preguntar el alfa mientras las manos de Gerard le recorrían la espalda.

—No —dijo rápidamente—. Quiero pasar mi celo contigo.

—Pero, ¿está seguro? Yo solo soy un alfa simple.

—Deja de tratarme de usted —pidió y buscó el rostro del alfa—. Me encantas, alfa simple, no de ahora, desde la primera vez que te vi.

—No quiero abusar de ti —dijo con el corazón latiendo más rápido dentro de su pecho. ¿Acaso era ese el mismo sentimiento que él había sentido al llegar a esa escuela y ver al omega más bonito de todo el mundo?

—No lo estás haciendo. Yo, Gerard, te lo estoy pidiendo, no es mi lobo. Soy solo yo.

—Pero…

—Llévame contigo —le interrumpió y besó la comisura de sus labios—. Por favor, Frank…

La dulzura y suavidad con la que los labios de Gerard envolvieron los suyos y aquella ternura que escuchó al escuchar su nombre con esa voz tan bonita, fue todo lo que necesitó. Correspondió el beso con la misma intensidad y tomó al omega entre sus brazos.

Un gruñido lleno de propiedad salió desde su pecho mientras lo cubría con el saco que estaba sobre el respaldar de la silla y con Gerard entre sus brazos salió de la oficina. Los pasillos ya estaban oscuros y solo la luna creciente era testigo de aquella huida.

La reparación del fax fue olvidada pero un nuevo amor naciente era algo que no se podía evitar. Simplemente instintos de alfas y omegas.

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⏰ Last updated: Mar 14, 2023 ⏰

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Fix, Fax... ➻FrerardWhere stories live. Discover now