Menta y Mango

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Sabía cómo el mantra más importante de su vida que no debía molestarse así cuando los días de su celo estaban cerca. Claramente lo sabía, pero no había podido evitarlo y ahora el temblor que estaba apoderado de sus manos y sus inquietos ojos que veían con rechazo el detestable que calendario frente a él, mostrándole con burla sus días de peligro.

Una fuerte punzada le golpeó el vientre y se tuvo que aferrar con fuerza al borde de la mesa mientras se mordía los labios para evitar gemir. Sentía el aroma de sus feromonas sexuales, todas esparcidas dentro se su oficina y se odió por haber olvidado sus supresores.

Pero se odió más al recordar que estaba apunto se ser visitado por el joven que debía reparar su máquina de fax. Ese había sido su primer problema en primer lugar, su asistente no había tenido cuidado esa mañana y le había dañado la maquina; no tenía manera de comunicarse con el consejo directivo central y le había tocado esperar hasta casi las 6 de la tarde para que técnico llegara a hacer la reparación. Todo ese estrés y esa molestia de todo el día terminaron en una situación incómoda.

Su celo se adelantó. Y le pegó más fuerte que las últimas veces.

—Aaaah —gimió y tuvo que arquear su espalda al sentir como una fuerte cantidad de lubricante se escurría de su ano y las contracciones comenzaban pidiendo desesperadamente ser saciadas.

En un intento ridículo para calmarse un poco se tocó por encima de su falda y su mano sintió toda la humedad que ya se filtraba sobre la tela. Eso no debía sucederle a él. No a un omega al que le había costado mucho trabajo ganar su puesto como director en aquella escuela de formación para omegas.

¿Qué dirían los padres si lo llegaban a ver en ese desastre cachondo en que se estaba convirtiendo?

Para su fortuna estaba solo en el edificio.

No obstante, cuando un nuevo golpe le azotó, escuchó tres suaves toques en la puerta y seguido de ello está se abrió.

Para Gerard no pudo haber sido peor. La cantidad de lubricante que volvió a escurrir, ahora manchando sus piernas, al ver al alfa frente a él. Le observa de una manera oscura, que había cambiado tan solo su olor llegó a su nariz.

Gerard se maldijo y trató de evitar pero nuevos gimoteos salieron de su boca. La presencia del alfa le alteró mucho más. Su olor, su mirada avellana ahora de un tonalidad más chocolate, sus labios finos, esa barba espesa que le daba a su rostro un toque lobezno y ese cuerpo carnoso cubierto con tatuajes.

Por supuesto que el omega conocía bien a ese alfa. Él siempre llegaba a hacer mantenimiento a las máquinas de la escuela y a Gerard le gustaba. Siempre trataba de conversar con él lo más que podía y también le gustaba ver su culo, imaginando si también ahí habían más tatuajes.

—Alfa —le llamó sin querer. Sus pensamientos más oscuros le jugaron una mala pasada y expresó su deseo en voz alta—. Ayúdame…

—Yo…

—Por favor…

El alfa dudó por un instante pero al escuchar como las súplicas eran más constantes y esos bonitos ojos esmeralda le veían, cedió. Dejó caer su maletín y cerró con llave la puerta. Avanzó con pasos lentos hasta bordear el escritorio, ese delicioso aroma estaba volviéndolo loco y con cada centímetro que avanzaba su cuerpo reaccionaba. Su polla se endurecía y sus manos picaban por tocar esa piel.

—¿Está seguro? —preguntó con un poco de duda pero la forma en que Gerard le veía desde abajo le voló la mente. Lo imaginó de rodillas, con la polla en su boca mientras él lo embestía hasta el tope.

—Aaah… siii… d-duele alfa… —susurró con la respiración acelerada. Le dolía el vientre, la polla y el desespero era cada vez mayor.

El alfa tragó fuerte y jaló la silla hasta ubicarla frente a él y mientras se acomodaba de rodillas en medio de las piernas del director se prometió para sí él se lo pedía. No obstante, no fue suficiente.

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⏰ Última atualização: Mar 14, 2023 ⏰

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