Capítulo III: ¿Quién te dejó solo?

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Una vez habiendo entrado al parqueo del hotel, se bajó del auto y se acercó a la puerta del copiloto abriendo está con lentitud, zafó el cinturón de seguridad que protegía al monegasco y se quedó enternecido mirándolo. A pesar de estar ebrio y hecho un desastre, para los ojos Carlos seguía siendo igual de hermoso que siempre, tenía sus ojos cerrados y sus gruesos labios rosas estaban entreabiertos, el semblante de Charles era tan relajado, que parecía que estaba disfrutando de su pequeña siesta, no obstante, Sainz le tocó levemente el hombro y le habló al oído.

—Despiértate, Lord Perceval —le dijo en un tono suave —. Hemos llegado al hotel.

Charles se movió un poco ante aquellas palabras, pero no abrió sus ojos, es más, de alguna manera logró acomodarse de mejor manera en el lujoso auto.

El español insistió con el toque en su hombro durante unos segundos, en donde solo se limitó a mirarlo; Charles lucía completamente hermoso, de hecho, siempre lo hace. A los ojos de Carlos es perfección pura y absoluta, su piel clara tenía la apariencia de ser de terciopelo resaltando bien las pocas pecas que recorrían su atractivo rostro, sus mejillas estaban coloreadas de un leve color rojo debido al alcohol previamente ingerido; el lunar tan característico de él, que se ubicaba debajo de su ojo, lograba resaltar aún más que de costumbre, enterneciendo a Carlos por aquella imagen tan preciosa que tenía, él únicamente se limitó a tragar saliva, Charles era tan hermoso que las ganas de besarlo únicamente incrementaban con el pasar de los segundos. Por un movimiento de este, sus rostros quedaron aún más pegados y Sainz se quedó paralizado, era lo más cerca que había estado de Leclerc en toda su vida —y quizás la única vez que esté así con él —, observó hasta el último detalle físico de su compañero, antes de volver a la realidad.

—Debes ir a descansar a tu habitación, Charles —dijo, mientras se alejaba del hombre que lo tenía a sus pies sin siquiera saberlo.

Repentinamente el mencionado abrió sus ojos y observó al español, mientras parpadeaba con lentitud.

— ¿En qué momento llegamos? —apenas pudo articular la pregunta.

Observó a sus alrededores con rapidez y luego se movió, acomodándose en el asiento dispuesto a salir, pero repentinamente se mareó, su cabeza daba vueltas y tenía náuseas.

—Despacio —Carlos le ayudó a ponerse de pie —. Has bebido mucho.

—Lo siento —contestó Charles una vez la puerta del auto fue cerrada.

Ambos caminaron un par de metros en completo silencio, hasta que Carlos se giró a mirarlo.

—No tienes porqué pedir disculpas —respondió en un tono suave, esperando a que llegara a su lado.

—Pero era tu noche.

Ninguno de los dos dijo algo más.

Ambos pilotos caminaron a la par hasta entrar al hotel y por medio del ascensor, subir al piso en el que se hospedaban. Sainz decidió acompañar a Leclerc a su habitación, por seguridad, temía que se cayese por su falta de equilibrio e inestabilidad al caminar, o que, chocase contra una pared.

Le ayudó a llegar a su cama y quitarse los zapatos que tenía puestos, debido al frío que hacía y su estado, Charles optó por darse un baño en la mañana, así que se recostó sobre la grande y cómoda cama, cerrando sus ojos para seguir durmiendo.

El otro chico de Ferrari no esperó más y se dio la vuelta para salir de la habitación, pero la voz del monegasco lo interrumpió.

—No te vayas —habló bajito —. No me dejes solo como él lo hizo.

Carlos frunció el ceño repentinamente y caminó hacia él, intrigado. Charles nunca le había hablado de un él, es más, nunca habían ahondado en el tema de sus relaciones pasadas porque parecía que le incomodaba un poco.

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