21. Recuerdos del pasado

6 2 12
                                    

AKEMI

«¿Quién? ¿Quién es él?» Me pregunto distinguiendo a un joven de pie a metros de mí, lo he visto con anterioridad, su rostro me es familiar, pero ¿quién es...?

Parezco ansiosa cuando su imagen gira con el fin de alejarse, corro tras su figura deteniéndome al verlo desvanecerse y un intenso brillo impoluto se presenta produciéndome cubrir mi rostro. En el pasillo del interior de un hogar avanzo curiosa desde donde risas se escuchan provenientes de una pequeña habitación, cautelosa abro la puerta, frente a mí un estudio lleno de color, lienzos de diversos tamaños decoran el lugar con pinturas en ellas, las risas se escuchan, pero no logro percibir nada más. Al adentrarme admiro las imágenes, confundida al no lograr detallar algunas, como si una capa invisible las cubriera impidiéndome ver lo que retratan.

Resuenan las risas, al girar aprecio como una mano adulta cubre el rostro de una niña con pintura escuchando así su risa, la mujer la toma de la mano pese a que ambas de la menor se encuentras cubiertas en su totalidad de un azul índigo para acto seguido ayudarle a lavarlas. Cuando intento ver el rostro de la mujer tal como en las pinturas algo parece cubrirla, lo mismo ocurre cada vez que veo al hombre que se posó sobre mí como Zia, la negrura lo invadía impidiéndome detallar su rostro, contrario con el joven de bellos ojos violeta.

Las sigo por detrás al salir escuchando a la mujer instar a la menor proseguir cuando esta debe desviarse, la niña de cabello negro hasta debajo de los hombros asiente impidiéndome su largo fleco ver su rostro, la sigo hasta detenerse elevando la vista al verla inclinar la cabeza. Al lado de la puerta principal se encuentra el extraño joven de ojos violeta, pero hay algo diferente en él, su rostro cabizbajo de expresión neutra parece molesto o... ¿triste?

Mientras la niña pretende mirar su rostro da un leve respingo cuando el joven levanta la mirada para verla permitiéndonos apreciar su rostro y con ello el dolor en sus ojos. Entrelazando sus diminutos dedos tras su espalda juega con sus pies elevando su cuerpo de tanto en tanto, desviando la mirada y mirándolo de soslayo.

—Hola.

—Hola -responde el joven.

—Soy Akemi...

Sus palabras me hacen mirarla confundida viendo por primera vez sus ojos rojos.

—¿Cómo te llamas?

Escucho su voz casi lejana retumbando mi corazón en mi interior, «¿Quién es ella?».

—Mi nombre es Adel...

Elevo la vista para verlo, no sé por qué su nombre me parece familiar.

—Mi padre se encuentra con el tuyo.

Mientras curiosa los observo dirigirse a la sala posterior a que la niña le ofreciera su mano algo parece alejar mi cuerpo de dicha escena, o quizás el lugar es el que se aleja hasta difuminarse. Repaso lo que he escuchado en mi cabeza confundida por el pronunciamiento de mi nombre en aquella niña hasta resonar una vez más con alegría.

—¡Akemi!

Busco el lugar del cual ha provenido encontrándome sobre la escena que se lleva a cabo, un hombre toma en brazos a la misma niña a quien coloca en su regazo tras depositar un beso en su mejilla, tan solo soy capaz de apreciar el rostro de la menor y punzadas en mi pecho me producen dolor.

—¡Adel!

Giro cuando su la veo correr en dirección contraria dentro de un escenario diferente viendo como la acción se repite siendo ahora recibida por el joven quien le sonríe, sus ojos ya no son tristes. Pero ¿por qué es el único al que puedo ver con nitidez?



Mi pecho se estruja cuando se abren finalmente mis ojos apreciando el techo sobre mí y junto a él la luminaria de madera que decora el lugar. ¿Así es?, ¿son esas las maravillas de la vida?

Lágrimas desprenden mis ojos al comparar esas imágenes con el castaño y Zia, sus sonrisas, sus risas, la alegría que juntos desprenden. Cierro mis ojos, no sé si envidiarlo. El cariño en sus miradas es casi idéntico, supongo que es lo que el crío necesitaba, por mi parte, en mi vida tan solo hay dolor. Se que Zia suele animarme en ocasiones, lo intenta al menos, incluso Andrómeda lo hace, pero no es sencillo. Kyle no solo disfrutaba destrozarme físicamente, me ha roto totalmente, no me agrada lo que ha hecho de mí. Temerle a él, el rechazo hacia Drake, ni siquiera sé la razón, el odio que siento hacía mí. Añorar y temer del exterior, mi razón de ser ha sido únicamente esperar más dolor.

Liquido se desliza por mi rostro mientras mi pecho se retuerce y se agita acongojado y cansado, Zia lo intenta, pero soy incapaz de aceptarlo, ¿por qué hacer todo esto?, ¿por qué arriesgar su vida por mí?, ¿por qué su empeño con no dejarme morir? No soy como los demás, no fui hecho para reír, no estoy hecha para vivir, sigo siendo nada.

Miro a mi izquierda donde la luz se filtra por la ventana, aunque el sol salga cada día mi mundo es oscuro, diariamente miro su rostro, su voz aún puedo escucharla, las risas de esos otros dos, y la mezcla de sus temperaturas en mi piel. No me gusta lo que han hecho de mí, durante mucho tiempo fui esclava de mi propio miedo, vivía del dolor que día con día me consumía, manipulada al antojo de quien se me impusiera. Antes salir era irreal, Zia lo volvió real.

Mis ojos se cierran, creí que al fin tendría paz, pero la ilusión se volvió un tormento más y Kyle ni siquiera muerto me deja en paz. Incluso hoy es imposible olvidarlo, su tacto era como fuego en mi piel. Únicamente conozco el dolor, tanto a Zia como al niño les he provocado demasiado, son felices juntos, no necesitan de mí, pero Zia se ha negado cada vez que se lo he pedido. Intento hacer lo que me piden, cuando creo que funciona, cuando creo estar convencida de que es lo mejor, los recuerdos vuelven y ver esa felicidad me impide aceptarlo, no es mi mundo, estoy rota, no hay ninguna flama con ninguna intensidad porque nací rota, apagada, sin nada, tan solo con esa suciedad que constantemente me envuelve.

Limpio el rastro de humedad de mi rostro antes de tomar asiento, evito mi reflejo en el gran espejo frente a mí, no soy capaz de recibir afecto, no lo merezco. Aun así, existe algo dentro de mí, un deseo igual o mayor al hecho de morir que se instala cada vez que lo miro, una extraña y agradable sensación que se instala en mi pecho instándome a vivir, deseándome permanecer a su lado aun cuando profeso odiarlo, aunque sean solo mentiras.

Lo he intentado, que sea diferente como todos dicen puede ser posible, pero eliminar esa sensación es complicado sino imposible, siempre termino pensando que estarían mejor sin mí. Suspiro, no sé si simplemente soy incapaz de aceptarlo o me he acostumbrado al dolor.



¿Qué es lo que quiero? No siquiera lo sé. Durante mucho tiempo soñé con morir, acepte el hecho de que eso no ocurriría. Desee salir de ahí, tener una vida diferente, ser como aquellos a los que miraba con sus resplandecientes sonrisas. Me negué a ello cuando vi lo irreal que era, no soy capaz de sonreír, al menos no lo era. Cuando Zia apareció quede encantada con sus ojos, su rostro, hacía que todo a su alrededor desapareciera, al igual que en el mío hasta que la realidad golpeaba con dureza, su vida era diferente a la mía, yo no podría tener aquello, así que simplemente me adueñe de sus ojos, de su mirada y lo use para escapar de Kyle, dolía menos cuando pensaba en él.

Zia me ha hecho sonreír, me hace sentir viva. A Drake por el contrario, le agradezco estar ahora aquí, de no haber sido por él seguiría encadenada a esa habitación.

Compromiso rotoOnde histórias criam vida. Descubra agora