Capítulo 6: Concepción

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     —Usé tu cepillo de dientes —me informó con una naturalidad que me dejó pasmado. Una parte de mí sintió asco, a la otra le importó menos que un pepino. ¡Ese descarado era hermosísimo! Siempre sentí ganas de verlo desnudo, no solo por una cuestión sexual sino por la necesidad de averiguar el punto más íntimo de aquellos diseños tatuados en su piel. Su cuerpo era más delgado a diferencia de nuestro primer encuentro, podía ver que se había sometido a una dieta estricta; sin embargo, no lucía escuálido porque sus músculos estaban bien definidos.

    Él era una mezcla de cosas que creí imposibles. Sin los tatuajes, los piercings, con más cabello a ambos lados de su cabeza y con una sonrisa en su rostro, podría haber pasado por un hombre dulce. Sus finos labios, sus bonitos ojos felinos y sus cejas rectas le daban un aspecto jovial, pero no era de ese modo como quería ser percibido, y se encargó de que su apariencia reflejara muy bien lo que deseaba de sí: luciendo todas esos diseños violentos en sus brazos, cuello y espalda, además de los puntos metálicos de su rostro, la ropa desgastada, el gesto de desinterés con el que parecía hacer la mayoría de las cosas. Su voz era masculina, incluso sus saludos sonaban como una advertencia.

     Esa noche, a pesar de que la luz de la sala y la habitación estaban apagadas, él era iluminado de manera tenue por el fluorescente de la cocina y alcancé a ver entre las sombras las manchas oscuras de sus tatuajes, su cabello mojado y mal recortado no parecía tan azul, pero unas gotas de agua se le escurrían por el pecho. Desde que lo abordé en el bar no llevaba ni un solo piercing ni el anillo de calavera como la primera vez. Al parecer había husmeado entre mis cajones porque traía en sus manos el envase con lubricante de sábila. Se llenó la palma con un poco del líquido transparente y empezó a masajearse frente a mí, de arriba abajo, sin dejar de verme a los ojos. Era un completo pervertido. Nunca había conocido a alguien tan descarado, quise echarlo de mi casa, pero solo con verlo me puse como una piedra, bueno, no todo yo sino esa parte de mí. Me estaba haciendo un pervertido como él, era la verdad. Se me secó la boca y no pude moverme cuando se acercó despacio, sin dejar de tocarse, empezó a morderme la oreja.

     —¿No vas a desnudarte? —me preguntó.

     No sabía qué hacer, dudaba de que acostarme con aquel loco fuera la mejor de mis ideas, pero él metió sus manos húmedas y frías dentro de mi pantalón y empezó a acariciarme, sus besos eran una cosa pornográfica, me hizo perder la poca cordura que me quedaba y me dije a mí mismo: «¡qué rayos! ¡Solo se vive una vez!». Me puse de pie y me deshice de mi ropa como en concurso de velocidad, él se colgó de mi cuello abrazándome la cadera con sus piernas. Ambos penes estaban apretados entre nuestros vientres y el moreno se apoyó con sus pies contra mis glúteos para subir y bajar, con lo que generó la fricción necesaria para empezar a mojarnos. Subió mucho más permitiendo que mi pene dejara de estar presionado con su cuerpo y se acomodó de forma que mi glande quedó en la punta de su entrada, se sentía tibio y apretado en medio de sus glúteos y yo jadeé con fuerza ante la sensación placentera que experimentaba con esas provocaciones, así que caminé hasta mi habitación con él en brazos y lo lancé a la cama.

     —Estoy un poco ebrio y cansado, preferiría que hicieras el trabajo de aquí en adelante —explicó entre mis besos insistentes.

     Noté que cubrió una mancha en su vientre con la mano como si quisiera evitar que la detallara, creí que se trataba de algún tatuaje vergonzoso. Me llené de lubricante y metí un dedo dentro de él, quien como respuesta abrió sus piernas para mí. Era muy receptivo, los huesos de su pelvis me atacaban con sensualidad mientras se ondeaba un poco por mi toque. Metí otro dedo y él se abrió más de piernas como respuesta, pronto empezó a llamarme.

     —¡Sí, ahí! ¡No dejes de tocarme ahora! ¡Mierda! Me estás haciendo sentir tan rico que me das un motivo para agradecer estar vivo. —No había introducido un tercer dedo y él ya estaba gritándome que lo penetrara—. ¡Jódeme de una vez, porque si no lo haces, voy a venirme sin ti!

Proyecto Hippocampus [Fanfiction MileApo]Where stories live. Discover now