Capítulo 3

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Capítulo 3

Frick Park

Para cocinar un buen ramen no es necesario vivir en Japón. Es perfecto y reconfortante para combatir el frío durante los inviernos en Pennsylvania, y más que suficiente para saciar a varias personas en una cena de sábado o un almuerzo de domingo. Los ingredientes no son difíciles de conseguir, sino más bien fáciles. Carne o cerdo, aunque también puede hacerse vegetariano e incluso vegano. Puede llevar ajo, morrón, tomate, puerro, zanahoria...algunas personas en la familia Hing incluían también jengibre siempre que ninguno de los invitados se rehusara a probarlo.

Las noches de sábado de ramen eran lo más común en la familia Hing. Mientras se calentaban las charlas junto al fogón y los invitados jugaban con los perros de la familia, el agua hervía al punto exacto de ebullición dando lugar a un sabroso caldo cocinado a fuego lento.

La casa estaba ubicada en el barrio de Point Breeze, muy cerca del Frick Park. Un vecindario bastante pintoresco, que lo sentí bastante escondido. Pocos turistas, porque la mayor parte de la gente que visita Pittsburgh se aloja en el centro de la ciudad. Lejos de los ajetreados y modernos vecindarios del centro, Point Breeze quizás resalta por sus enormes caserones y por la mansión Clayton, un caserón que está intacto desde 1860. A veces llegan turistas para visitar la mansión y también atraídos por el Frick Park que es un inmenso pulmón verde, muy elegido por los ciclistas. Quedé impactada por la belleza del lugar, pero fundamentalmente, porque ni bien llegamos a Point Breeze la nieve cesó y por la mañana siguiente se podía ver el verde de los árboles. Era como si hubiera entrado a un microclima. Hacía mucho frío, caía una aguanieve que llenaba las calles de humedad y olor a lluvia pero no nevaba. Sentí que este debía ser uno de esos vecindarios donde nunca pasa nada, donde todo es tranquilidad.

La familia Hing me generó una buena impresión. Eran gente acogedora con tradiciones un tanto particulares ya que su casa rescataba elementos de otras culturas, de otras partes del mundo. El ramen era solo un elemento más no autóctono, pero la diversidad cultural que mantenían hacía a su autenticidad. En la familia Hing todos parecían ser curiosos y ávidos de incorporar tradiciones nuevas y en eso me resultaron muy diferentes a otra gente que conocí desde que llegué al país norteamericano.

Lo primero que hice al llegar fue darme un baño caliente. La mansión era más lujosa por dentro de lo que parecía por fuera. Al salir, me dirigí a la cocina donde Martha, la madre de Félix, cortaba la carne para echarla en la olla. Primero la sofríe un poco hasta que esté dorada y una vez realizada esa tarea, la echa con una sonrisa en el caldo con la verdura. La cena es una tradición importante para ellos. El padre de Félix es chino, y debe ser por eso que comen ramen y que la biblioteca estaba repleta de libros de Zen y Lao Tse. Eso también parecía identificarlos, su capacidad de disfrutar el momento presente y transcurrir con él. En esta casa, el tiempo no corre y ni siquiera transcurre, nadie se aferra a las orillas de la vida y todos fluyen. Me sentí extraña estando con ellos, no en un mal sentido, pero no se parecían a nadie que hubiera conocido. Son cinco. Félix es el menor, le sigue Amy que tiene unos veinticinco años y es instructora de tenis, y Adam que es el mayor y tiene su propia empresa inmobiliaria. El padre, Zhuang Hing, administra una inmobiliaria también en el centro de Pittsburgh. Todos parecían tener un empleo que amaban, todo allí emanaba una energía tranquila y de gran conformidad con la vida, que me hizo sentir hasta un poco de envidia por momentos. Todos se sentían espirituales, aunque para ellos no existía la religión, ni tampoco las convicciones políticas. Según su pensamiento, esas cosas los dividen y apartan entre ellos y del momento compartido.

Delimitar el territorio de la mansión donde estaba también resultaba difícil ya que se encontraba en una zona bastante agreste donde la casa más cercana estaba bastante lejos, y todo lo que rodeaba la mansión era un enorme parque. Era como si tuvieran su propio Frick Park en el jardín. Al entrar había una suerte de galería con un cartel que rezaba "Welcome to Pennsylvania".

Amar SiempreWhere stories live. Discover now