Parte 5

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Wei Ying viste una falda de nuevo

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Wei Ying viste una falda de nuevo. Por tercera vez.

No debería. Realmente no debería. Ha visto la forma en que la mirada penetrante del hombre recorrió sus muslos, sintió la forma en que esas manos ásperas le acariciaron el culo, y sabe que usar falda solo es pedir que vuelva a suceder.

Quizás Wei Ying quiera que vuelva a suceder.

Si su falda está un poco más arriba de sus caderas hoy, y su blusa está atada un poco más apretada alrededor de su pecho de lo habitual, definitivamente no es para la mirada de otro hombre. Seguramente no. Si Wei Ying agrega colorete en polvo a sus mejillas, no es porque esté esperando que alguien se dé cuenta.

Wei Ying entra en la cabina del tren con más energía que de costumbre, sus grandes ojos felinos buscan ansiosamente su par favorito de ojos de oro fundido, solo para aparecer sin nada.

Wei Ying no ve al hombre en su asiento habitual, ni lo atrapa por ningún lado a la vista.

Intenta ocultar su decepción mientras se desliza hacia un espacio vacío, apoyado contra una pared de vidrio que separa la fila de asientos del resto de la cabina. No hay asientos libres hoy, por lo que, por ahora tendrá que conformarse con ir parado. Saca su teléfono y está preparando otro mensaje de texto para HuaiSang cuando siente el deslizamiento de un cuerpo —que resulta muy familiar— contra él, presionándolo desde atrás.

Como de costumbre, el tren está demasiado lleno para que nadie más note algo fuera de lo común.

—Wei Ying —habla el hombre, con esa deliciosa vibración en su voz que hace que Wei Ying quiera arrancarse la piel. Baja su mano a la cintura de Wei Ying nuevamente, envuelve sus dedos largos y gruesos alrededor de ella, como si demostrara con facilidad el hecho de que puede sostenerlo sin problemas. —Te has vestido nuevamente para mí.

—N-no —Wei Ying responde de inmediato, suavemente, tensándose en su agarre. —No para ti.

—Hm —dice el hombre, sin creer del todo lo que oye.

Parece que ya no lleva un libro con él estos días.

Sus manos vacías se deslizan debajo de la falda plisada de Wei Ying y se envuelven fácilmente alrededor de las nalgas del chico más pequeño. Toca y acaricia a su antojo, juntando las mejillas y luego separándolas con asombro, como si estuviera admirando el rebote de todo, y Wei Ying tiene que amortiguar sus jadeos colocando una mano sobre su propia boca.

Está jugando con él. Como una puta.

—Silenciarte por mí —siente el aliento del hombre contra su mejilla. —Qué amable de Wei Ying.

Wei Ying está temblando. —¿P-por qué me estás haciendo esto? —Es todo lo que puede reunir, en una súplica que suena lamentable.

El hombre no se lo cree. —Usar cosas tan indecentes para llamar mi atención, y luego preguntarme por qué te estoy haciendo esto... hmm.

Oh No!! What'll I Do?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora