Vampire Anomaly

💀Capítulo 29. No es una farsa

(...)

Carmilla cerró la puerta de un azotón y permaneció aferrada a la manija con una fuerza capaz de quebrarla de no ser porque Nicte colocó una mano sobre la suya y la apartó.

—Déjame poner el candado —pidió Nicte en voz baja, sus rostros estaban muy cerca. Carmilla cerró los ojos y tomó una bocanada de aire para calmarse, olfateando el dulce aroma a aceite de coco que los rizos de la bruja despedían.

Carmilla dio un paso hacia atrás, viendo como su compañera volvía a colocar el candado y lo hechizaba de tal manera que fuese inquebrantable, tal y como los barrotes del calabozo donde tenían encerrado a Dorian.

—¿Estás bien? —preguntó Nicte una vez terminó.

Carmilla presionó sus labios en una fina línea y luego colocó un mechón de su cabello detrás de una oreja. Un acto nervioso.

—Todo lo que dice Viktor es una estupidez —aseguró, cruzándose de brazos como si fuese una barrera impenetrable, una que no permitiría ni el mejor argumento en contra de su objetivo.

En el fondo, no era tan irracional. Sabía que Viktor tenía razón en todo lo que decía, que las probabilidades de que El Salvador las estuviera usando eran enormes y que no tenía interés alguno en concederles sus deseos ahora que poseía no solo a Dorian en su poder, sino a Viktor también. Carmilla y Nicte no eran sus aliadas, solo eran otros peones en su tablero de los que se desharía en cuanto no las necesitara.

«Eso será pronto». Pensó.

—Ya te percataste de que todo esto es una farsa, ¿verdad? —cuestionó Nicte. Ahora estaba recargada contra el muro, trazando círculos en la piedra con la punta de su dedo índice.

Carmilla levantó el rostro de súbito y su primera reacción fue fruncir el entrecejo.

—¿Ahora tú estás en contra del Salvador? —inquirió.

Su lado irracional volvía a aparecer. Por supuesto que debía ser una farsa, pero estaba tan necesitada de una pizca de esperanza, que se rehusaba a aceptar que todo estaba perdido.

«Prefiero morir intentándolo, que vivir sin luchar». Pensó.

Nicte meneó la cabeza.

—Sé cuando las cosas van mal, Isabella —aseguró y se apartó del muro, aproximándose a la vampira—. Y también sé cuando es hora de renunciar a las cosas.

—Parlas tonterías —demeritó—. No deberías escuchar a un prisionero.

—Es imposible no hacerlo cuando lo que dice suena tan lógico —señaló—. ¿En verdad no te das cuenta? Todo es una mentira, nunca vamos a obtener lo que queremos, él nunca nos lo dará. Hay que aprender a soltar.

Carmilla sintió eso como un ataque personal. ¿Por qué todo el mundo la juzgaba por no querer soltar? ¿Qué tenía de malo querer recuperar su felicidad?

—Podría decirte lo mismo —masculló, cortante—. Suelta ese patético complejo tuyo, esa estúpida necedad de ser la bruja más poderosa y aprende a conformarte con lo que tienes.

Nicte asintió.

—¡Sí, tienes razón! —exclamó—. Ya me di cuenta de que es hora de renunciar a eso, de renunciar al maldito Salvador. ¡A la maldita farsa!

—El Salvador no es bueno, eso es lo que implicas, ¿no? —inquirió Carmilla.

—Lo afirmo.

—Él dijo que siempre cumple sus promesas —insistió la vampira.

Nicte soltó un bufido burlón.

—¿De verdad todavía le crees? —preguntó—. Viktor tiene razón, ¿de verdad estás tan ciega?

—¡Saber lo que quiero no es estar ciega, es ver mucho más que cualquiera! —refutó.

—¡Eso es mentira!

Carmilla rodó los ojos y le dio la espalda, alejándose de Nicte. No quería escucharla, solo cumpliría con las órdenes que le dieran y esperaría la recompensa. Sí, eso era lo que debía hacer.

—Carmilla, por favor. —Escuchó el ruego de Nicte y sus pisadas siguiéndola. Era la primera vez que se dirigía a ella con su nuevo nombre—. Por favor, entiende que no te digo esto por lastimarte, yo más que nadie quiero que seas feliz y creo que tú lo sabes.

Carmilla se detuvo, sintiendo un leve cosquilleo en la boca del estómago. Giró la cabeza y miró a Nicte con el rabillo del ojo.

—Entonces ayúdame —pidió—. Ayúdame a ser feliz.

—No, no así —replicó Nicte con los ojos cristalinos—. Sé feliz con lo que tienes ahora, deja ir el pasado y... —Dudosa, extendió su mano derecha hacia Carmilla—. Ven conmigo, Carmilla. Escapemos, juntas. Encontremos esa plenitud que ambas tanto necesitamos.

Carmilla vio su mano y recordó aquella noche en el motel, cuando se besaron, cuando junto a Nicte se sintió menos sola que en el último siglo en compañía de cientos de humanos a los que les robaba su amor.

«Lo más lamentable, es que estás demasiado ciega para apreciar lo que ganaste a partir de esa pérdida». Recordó las palabras de Viktor, otro ser amado que perdió en búsqueda de lo imposible.

Sí, estaba ciega, demasiado, pero... ¿Cómo podía ser de otra forma cuando la herida del pasado nunca empezaba a cicatrizar?

Se tragó un nudo que se formó en su garganta y tensó el cuerpo, haciendo de su mano un puño y enterrando sus afiladas uñas en su palma.

—Lo que haya pasado o casi pasado entre nosotras no me significa nada, Nicte —sentenció con una forzada indiferencia, tratando de ignorar el dolor que le causaba pronunciar esta oración—. No significa que te seguiré al fin del mundo, no significa que te amo, no significa nada. Fue algo en el fragor del momento y nada más. Yo no siento ni quiero sentir lo que tú sientes por mí.

Una lágrima se escurrió a lo largo de la mejilla izquierda de Nicte, llegando a su barbilla y cayendo al suelo en completo silencio. La bruja la enjugó con el dorso de su mano y asintió con lentitud.

—Tienes razón, yo sí siento algo por ti, Carmilla —afirmó—, pero si tú estás tan negada a renunciar a tu pasado, entonces lo mejor será dejarte atrás también.

Carmilla se quedó callada, apartando sus ojos de los de Nicte. En vista de que no iba a contestar nada, la bruja suspiró y le dio la espalda, tomando el camino contrario a ella, renunciando a ella.

La vampira terminó por derramar una lágrima también, puesto que ahora en verdad... no le quedaba nada.

¿Acaso eso que veo es una posible solución en el horizonte o será que las cosas se complican más? 😈

¡Muchísimas gracias por leer! 💛