—La verdad... —siento mis orejas ponerse rojas por la vergüenza y tengo que carraspear mi garganta antes de terminar de hablar—. Busco un consolador, de algún color adorable preferiblemente.

El chico da una palmada y su sonrisa se expande de oreja a oreja como si fuese lo mejor que hubiera escuchado en el día, un poco irónico si consideramos donde trabaja.

—¿Alguien tendrá una noche divertida?

Su sonrisa se vuelve pícara y juguetona a medida que se agacha detrás del mostrador en busca de varias cajas. Cosa que agradezco para que no vea la vergüenza en mi rostro. Como si las cosas no pudiesen ir a peor escucho varios cuchicheos femeninos a mis espaldas y, al observar sobre mis hombros, debo contener una mueca al notar como continúo siendo el blanco de las miradas curiosas de las clientas del local.

—La verdad es para mi esposa, ha querido uno, no es mío, no me gustan —suelto la frase en un intento de dejar de ser el foco de atención. No obstante, en cuanto las palabras salen de mi boca me percato del error que he cometido.

El chico ya estaba de nuevo parado frente a mí con varias cajas sobre el mostrador; sus labios hacen una mueca que provoca que su mejilla luzca abultada. Todo esto al mismo tiempo en que desliza por segunda vez una mirada por todo mi cuerpo, solo que en esta ocasión sus ojos parecen poseer un matiz más crítico.

—Ya veo, que desperdicio. —Un suspiro de evidente decepción escapa de sus labios y, por algún motivo, siento un pequeño impulso de explicar la situación.

—Acabamos de casarnos... —eso tampoco parece surtir mucho efecto.

—Es una pena, al inicio pensé que era para jugar en juntos, pero si no te gustan...—niega con la cabeza mirando sin ningún pudor mi pecho y la zona un poco más baja de mi cuerpo. Sin embargo, la peor vergüenza de todas es cuando su sonrisa se vuelve casi consoladora y estira su mano hacia mi hombro para dar algunas palmaditas—. No te preocupes, a muchos hombres les pasa, tienes un buen físico así que quizás estés con estrés; no te desanimes campeón.

El rojo carmesí cubre mi rostro por completo mientras que por mi mente pasan cientos de posibilidades de como vengarme de Harley por este instante.

—Creo que me has entendido mal, yo solo...

—Tranquilo, tranquilo, no tienes que sentir vergüenza; es más común de lo que parece, solo digo que es una lástima, tan joven y recién casado. —suspira y vuelve a sonreírme como sintiendo pena por mí—. Bueno, ¿me dijiste que querías un color lindo?

—Sí.

Mi respuesta sale casi con la voz entrecortada, no me atrevo a decir una sola palabra más que pueda terminar cavando mi tumba, sobre todo con tanta gente presente. Ya tengo fama de asesino en este sitio, sería el colmo que también me digan impotente.

—Bueno, tenemos estos nuevos productos; son a prueba de agua y pueden utilizar tanto baterías como recargarse a la corriente.

Bajo la cabeza y observo las cajas que me muestran, tienen formas de pequeños huevos y, la verdad, lucen bastante tiernos en contraste con su propósito. Veo algunos rosas, azules y ...

—Creo que este estará bien. —Señalo la caja que más me llama la atención y no puedo evitar sonreír con picardía. El chico solo vuelve a darme una palmadita en el hombro.

—Tu esposa sin duda va a ser muy feliz, te lo envolveré como regalo.

Solo asiento, deseando que se apresure para salir de aquí lo antes posible. Cuando finalmente el chico envolvió la compra en un hermoso papel rojo de regalo me aseguro de pagarle la cuenta y dejarle alguna propina por su servicio. Doy la vuelta para marcharme cuando le escucho decir:

—Recuerda que la viagra también es buena y tenemos líquidos para endurecer a los mini amigos; yo te apoyo.

Sin querer levantar el rostro debido a la vergüenza, tan solo alzo la mano para despedirme a la par que apresuro los pasos para alejarme de la tienda. Definitivamente Harley me la paga por esto. ¡Dios! ¿Quién me dijo que entrar ahí era una buena idea?

Decidido a alejarme lo antes posible del centro comercial decido ir en busca de mi esposa. Lo bueno es que al llegar a la librería ya Harley se encuentra en el exterior y no puedo evitar sorprenderme y alegrarme al mismo tiempo al ver la sonrisa de su rostro y las bolsas de libros que lleva en sus manos. De saber que se pondría así la habría traído conmigo mucho antes. La necesidad de complacerla se vuelve más fuerte en cada nuevo día.

«No Ian, no, recuerda que solo es un matrimonio arreglado; se irá en un año; no caigas...».

—¿Tienes todo lo que quieres? — pregunto cuando llego a su lado.

—Sí, ¿y tú?

Asiento con la cabeza en respuesta.

—Te tengo un regalo —digo sin poder contenerme, luego de todo lo sucedido me encantaría ver su rostro al abrirlo, después de todo, fue ella quien lo pidió.

—¿Un regalo? ¿A mí? —su rostro sonriente me hace pensar que quizás la vergüenza pasada no fuera tan mala.

Saco el paquete envuelto en el papel rojo llamativo y puedo notar la curiosidad en su mirada al igual que la de varias personas que nos comienzan a rodear. Pero no me importa, ahora mismo la reacción de ella es mi único interés.

—Ábrelo, quiero saber si te gusta, sino podemos cambiarle el color. —Después de todo era uno de mis colores preferidos, quizás debí preguntarle el de ella, aunque creo que ese tono le quedaría muer hermoso.

Harley abre el envoltorio con entusiasmo y cuando observa el contenido debo recurrir a todas mis fuerzas de autocontrol para no romper en risas en ese mismo instante, sobre todo al ver el tono rojo ardiente de sus mejillas.

—¿Un vibrador? ¿Me has comprado un maldito vibrador?

Carraspeo mi garganta para no reírme cuando Dy, mi amiga de la infancia, fracasa en la tarea de mantenerse sería. Yo solo intento ser indiferente en mis palabras.

—Dijiste que querías uno, y mira es moradito, ¿te gusta? —Noto como la vergüenza de Harley aumenta a cada segundo que pasa y no me cabe duda de que si no estuviéramos en público me obligaría a tragarme la maldita caja del vibrador—. Solo no grites mucho cuando lo uses, el vendedor me ha dicho que tiene mucha potencia.

—¡Capullo!

Harley se gira para comenzar a marcharse y aprovechando que no me ve sonrío. No voy a decírselo en este instante, pero es reconfortante volver a sentir este carácter guerrero luego de verla tan deprimida; por algún motivo, luce más hermosa.

—Que bien se siente estar casado con una mujer tan llena de energías. —Le digo a Dy, alzando la voz lo suficiente para que Harley me escuche.

Mi amiga ríe y me da un pequeño golpe en el brazo y luego camino en dirección a Harley para seguirla. Quizás, y solo quizás, entrar en una tienda de sexshop y que me consideraran impotente no fue tan malo si pude volver a ver ese adorable sonrojo en el rostro de mi esposa.

Siento la inquietud en mi interior cuando un deseo salvaje nace en mí y me pregunto si quizás, en un futuro, me dejaría verla utilizando el pequeño aparato. Porque, aunque no lo quiero admitir, no soy tan indiferente a ella como quiero hacer creer. Algo en mí nace, algo que me hace desear tenerla cerca todos los días, ya sea enojada o feliz. Ya veremos qué sucederá, después de todo, este es solo el inicio de la historia.

«¿Qué estás haciendo conmigo pequeña?».

OJALÁ...Where stories live. Discover now