Pero pronto me quiero tragar mis palabras, porque vuelve al asalto más exigente que antes. Ahueca las mejillas y chupa ruidosamente, evidenciando la falta de cigarrillos. Llevo el teléfono de mala gana a mi oreja y acuno su cabeza, deslizando mi miembro hasta tocar su garganta. Jeno no tiene ni una sola arcada. Dios, se ha vuelto absolutamente perfecto en esto.

   — ¿Dónde demonios estás? —Renjun ladra con enojo. Me hubiese gustado despegarme el teléfono de la oreja antes de contestar.

   — ¿Qué quieres?

   — ¿Por qué accediste a venir si nos ibas a dejar tirados?

   Aprieto los dedos de los pies sobre la alfombra. Tengo que controlarme para no soltar un ruidoso gemido. Esa boca suya es la puta gloria.

   —No los dejé... tirados —irónicamente al que le cuesta respirar es a mí—. Aún hay tiempo.

   —Ya pasó una hora desde que acordamos llegar.

   Los sonidos que produce Jeno al chupármela son francamente obscenos y me excito más de solo escucharlos. Hace una pausa para tomar aire y una clase de malicia vengativa decora su expresión. Cambia su punto de atención a mis testículos, atendiéndolos igual de bien.

   —Lo siento, estoy teniendo un problema muy duro ahora mismo.

   —No me importa lo que te pase, tienes que venir —Renjun ignora el tono sugestivo de mi voz y sigue con la retahíla de quejas—. No quiero estar con ellos. Se están poniendo demasiado raros.

   — ¿De... —trato de reprimir otro gemido. Jeno alza una mano y toma la mía apoyada en su cabeza. La reacomoda frente a su boca y comienza a chuparme los dedos. Mierda, de verdad le encanta esto y no soy quién para negárselo, pero necesito que siga apretándome en ese calor tan exquisito, así que alejo la mano y guío su húmeda boca de vuelta a mi sexo, deseoso de correrme en ella— verdad? ¿Por qué lo dices?

   Balanceo las caderas de adelante hacia atrás, sucumbiendo al placer de joderme su garganta. Jeno gime y baja la mano en medio de sus piernas para sobarse el miembro por encima del pantalón.

   —No lo sé. Se comportan de manera extraña. Estoy refugiándome en el baño del bar ahora mismo. Aún no me decido si parecen dispuestos a arrancarse la cabeza o a follarse encima de la mesa.

   Miro la mesa de nuestra propia sala, consciente de que los que mantienen sexo en este momento no son precisamente Taeyong y Yuta.

   —Ya deja de lloriquear. Pronto llegaremos.

   — ¿Llegaremos?, ¿Jeno está contigo?

   —No —estoy cerca, demasiado cerca. Separo a Jeno por el pelo, pero él se ha tomado esto muy en serio. En lugar de obedecer me succiona de tal forma que me hace pensar que le gustaría sacarme el corazón si pudiera—. Digo, sí... o al menos pronto me vendré yo.

   — ¿Vendrás tú? —Renjun de verdad no está entendiendo nada. Pero él no tiene la culpa de que yo sea un cerdo divirtiéndose a su costa—. ¿Entonces Jeno no viene contigo?

   —Por supuesto. Haré llegar a Jeno también.

   Ante la mención de su nombre, mi muñeco levanta la mirada y ladea la cabeza.

   — ¿Por qué estás tan raro? —no sé quién de los dos está peor, si Renjun por insistir en mantener una conversación, o yo por no colgarle—. ¿Sabes qué? No me importa. Si no llegan en veinte minutos me voy a ir.

   —Perfecto. Pide lo que quieras por mientras —un violento escalofrío me hace alzar las caderas. Milagrosamente soy capaz de controlar la respiración—, yo invito.

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