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Allí estaba Roger recostado sobre su cama, pensativo.
"¿Habrá sido la caligrafía?" Pensaba mientras le quería encontrar sentido a su pensar.
"No creo que se vea tan mal" río falsamente mientras se rascaba el mentón, e intentó hacer el gesto que probablemente habría hecho su amada al leer su mortífera tarjeta de felicitación.
Volvió a resignarse, a estás alturas ya no podía ni sollozar para desahogarse, su pecho lo apretaba y su mente no le permitía hacer de mucho, solo respirar.
¿Qué había pasado? Pues, hace unos días Roger había felicitado a Jessica por su cumpleaños con una hermosa tarjeta que hizo él mismo. ¿Y el problema? No recibió ningún agradecimiento.
Trataba de recordar todos los recuerdos empapados de nostalgia y dulces risas, para así poder volver a sentirse mal y esperar a que sus lágrimas cayeran lentamente.
Trataba de recordar los recuerdos empapados de furia, en donde las situaciones no le salían como quería; como esta.
Pero con nada de ello decayó, y espero y espero...
Las gotitas que salían de los ojos las contuvo inconscientemente, no las dejó salir; porque cada gota reforzaba más su estridente cariño hacia la peliroja.
Trató de consolarse él mismo, pero ni siquiera quería el consuelo.
"Tal vez estuvo muy ocupada en su fiesta y se olvidó de mi" indagó. "Ella es muy popular, es probable que solo quiso dejarme a un lado está vez, luego me hará caso de nuevo" solo estoy exagerado.
"Tengo que ser paciente" y ya había pasado más de una semana. Estaba entre si escribir lo que le había pasado o contárselo a alguien, para así al fin liberarse, o enfrentar de una vez por todas a la que se hacía llamar su enamorada.
Optó más o menos con la primera, pero no sin antes de leer las cartas que no le pudo entregar a Jessica.
Había hojas repletas de promesas no correspondidas con una devoción inexplicable, dulzura y cursilerías. Que ahora ya no tendrían sentido y Roger pretendía acostumbrarse sin su amor.
.♡.
El tiempo pasó más de la cuenta en su cabeza, ya no era solo una hora.
Pero se la pasaba viviendo esa hora, una y otra vez. Realmente el tiempo no había pasado para él y cada día era el mismo día, todos los días era el día del cumpleaños de Jessica, de su Jessica.
Ese compartimiento ya se le estaba haciendo enfermizo y le asustaba... Realmente la extrañaba.
Elegía dormir la mayoría del tiempo, para no tener que lidear con los mismos pensamientos, porque aunque los escriba en algún lugar, seguirían allí.
