eighty six.

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JAYDEN KNOX

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JAYDEN KNOX.

«No van a estar siempre, desaparecerán en unos minutos»

Sentía que, con cada día que pasaba, esos minutos de ganas de fumar o consumir algo eran mucho más largos, me resultaban agobiantes y casi eternos. Esas ganas se presentaban dándome hormigueos en las extremidades, la boca se me hacía agua y no podía dejar de moverme. Empecé a extrañar sentir el leve mareo, la sensación del humo en mi boca, las luces de colores, lo mucho que eso me relajaba...

La discusión que tuve con Aimee tras la llamada de su ex había sido un factor en ello. Resulta que empecé a darme cuenta de que le ocultaba muchas cosas. Y yo consideraba que ocultar era sinónimo de mentir. Últimamente me estaba doliendo mirarla a la cara.

Habíamos empezado siendo amigos, nos llevábamos super bien, conocía la mejor parte de mí. Pero ¿y la peor?

En ese momento estábamos en su casa, después de nuestros trabajos, pasando un momento a solas. El tipo de "momento a solas" en el que ninguno de los dos usaba mucha ropa y el vaivén de sus caderas se mezclaba con el mío.

Aimee estaba encima de mí, gimió sobre mis labios y se aferró con fuerza a mis hombros desnudos, temblando en mis brazos en un orgasmo. Dejé escapar una risa de satisfacción mientras salía de ella y volvía a acomodar sus bragas hacia el lado. Descansó su cabeza sobre mi hombro, pero tomé su rostro entre mis manos para que me mirara a los ojos.

—Eres preciosa —susurré—. Lo tienes claro, ¿verdad?

Tenía los ojos encendidos de esa chispa que siempre aparecía en la intimidad, los labios hinchados y las mejillas rojas. Si pudiera elegir una imagen para ver todo el resto de mi vida, sin duda sería esa.

No contestó nada, solo me besó suavemente y luego se levantó, caminando hacia el baño con torpeza. Me reí entre dientes y tiré el condón a la basura antes de volver a ponerme los pantalones.

Y pensé, y pensé...

Cuando Aimee volvió tras lo que me pareció una eternidad, se sentó de nuevo en mis piernas y me abrazó. Suspiré y enterré la cara en su cuello, respirando el aroma de su shampoo. Rodeé su cintura con mis manos y la apreté hacia mí en un abrazo. Seguía lloviendo, aunque faltaba poco para que se acabara el invierno, y las ventanas de su cuarto estaban empañadas por el calor de la habitación.

—¿Qué harías —susurré— si te digo que estoy aquí de milagro?

Aimee alzó la cabeza para mirarme, su ceño estaba fruncido por la confusión.

—¿A qué te refieres?

Me perdí en sus ojos avellana por un momento. ¿Debía decirle lo del coma? ¿Debía decirle lo que pasó antes del coma? ¿Debería decirle lo que pasé cuando era un adolescente?

Decidí irme por lo último, porque de todas formas ya le había hablado de Isaac.

—Cuando tenía diecisiete años me convertí en un asesino —solté.

No pude descifrar la expresión en el rostro de Aimee. Su cuerpo, encima de mí, se tensó en cada parte. Aunque no se alejó físicamente de mí en ese momento, sé que lo hizo.

—Asesinaron a mi padre —dije—. Y mi hermano se volvió loco, porque quería saber quién fue el asesino, era un completo misterio. Llamaban al caso de papá "El crimen perfecto". Sospechábamos de un mafioso que operaba en nuestro pueblo, el más peligroso del Estado, uno de los más fuertes del país. Tenía un hijo, lo interrogamos, las cosas se salieron de control y Calvin lo mató a golpes. Nick, Reece y Isaac también estaban ahí, fuimos cómplices. Nos convertimos también en asesinos. Fue nuestro peor error.

—¿Qué? —fue lo único que pronunció.

—El mafioso se enteró de que matamos a su hijo y se volvió loco. Estuvimos meses en guerra, luchando, escondidos, tratando de no morir, siendo parte de persecuciones... Sobreviviendo. Jakob nos quería a Isaac y a mí, pues éramos los más chicos del grupo. Me atacaron de sorpresa un montón de veces. Maté a más gente intentando protegerme.

Aimee seguía en silencio, así que continué.

—Tiempo después culparon a Calvin por la muerte de papá. Nos arrestaron a todos juntos, pues éramos complies. Hasta que un día Jakob se metió en nuestra casa. Casi me mata a golpes. Isaac me salvó. Jakob mató a Isaac y... Belle mató a Jakob.

Ella abrió los ojos de par en par.

—¿Qué? —dijo de nuevo.

—Siempre odié todo lo que hice. Cada vez que disparaba o enterraba un cuchillo en el cuerpo de una persona me odiaba y me sentía tan mal, que pasaba horas llorando. Nunca fui un buen asesino. Pero necesitaba serlo. La pasé tan mal, Aimee... Yo solo quería formar una banda de rock.

Sentí un nudo en la garganta, tragué saliva para deshacerlo.

Hubo una larga pausa.

—Desde que te vi por primera vez supe que ocultabas muchas cosas —dijo Aimee con voz algo cautelosa—. Y hasta ahora lo sé, pero no me gusta hacerte hablar porque sé que te duele mucho el tema. Pero, Jay, ¿asesino? ¿Me estás jodiendo?

Su tono encendió un montón de alertas en mi cuerpo.

—Tengo miedo —susurré, acariciando su espalda—. Tengo mucho miedo de que dejes de quererme si te cuento muchas cosas más.

—Dudo que en algún momento deje de quererte —contestó, enredando sus dedos en mi cabello—. Pero quiero tener confianza. Sabes todo de mí. Yo no lo sé todo de ti.

—Lo sé —dije—. Lo sé, preciosa. Pero te lo contaré todo en algún momento. Es solo que... No me siento muy bien ahora.

—¿Por qué no te sientes bien?

—Porque tengo unas ganas inmensas de fumar.

Ella bajó los brazos y su cara de decepción me aplastó el corazón.

—No lo hagas, por favor —dijo, y su tono de voz fue una súplica.

—¿Qué pasaría si lo hago?

—No quiero pensar en eso. —Sacudió la cabeza y se bajó de mis piernas, sentándose a mi lado—. Pero toda esta información... Necesito procesarla.

Aimee se levantó para recostarse en su cama y cubrirse hasta arriba con sus cobijas. Suspiré, quería irme a casa para pensar, pero ya le había prometido que me quedaría y la verdad es que sí prefería estar con ella.

Me acosté a su lado. Como me daba la espalda, deslicé una mano por su abdomen desnudo y la atraje hacia mí con suavidad, dejando un beso sobre su mejilla.

—Lo siento —susurré.

—No tienes que disculparte por nada —respondió.

Asentí lentamente y volví a besarla.

—Buenas noches, mi amor.

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