Capítulo II

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A Robert se le ocurrió muy buena idea tras comer. Se sentía motivado tras ese pensamiento como cuando empezó en este mundo, pensamiento que al director también le fue contagiado, aunque a su mujer no le hacía mucha gracia saber que se abriría un casting en el que chicas más jóvenes y lectoras de sus historias, competirían por quién se ganaría el mejore papel.

• Una muy buena idea, Rob. –dijo Ryan con un poco de espaguetis colgando de sus labios. –Un cambio de tuerca, ¡cómo no! Eso nos dará más fama. Veremos si nos quedamos con las tomas de Valeria o creamos nuevas.

• Sigo sin verle el lado positivo a esto, Ryan.

• ¿Por qué, Val? Esas chicas pueden aprender un mundo de ti si les das la oportunidad. De seguro alguna es gran admiradora de tu trabajo.

• ¿Cuándo comenzamos el casting, Ryan? –preguntó Rob.

• Podríamos empezar mañana mismo a publicarlo y en una semana tendremos a una fila de jovencitas ansiosas por participar.

Y así fue. A la semana siguiente había numerosas muchachitas, todas en la racha de los veinte con una juventud y energía radiante por delante. Por primera vez en mucho tiempo, Robert se atrevía a salir del van, algo que Valeria le hizo rechazo hasta con la mirada debido a posibles celos. Desprendía tanto aquella energía por los poros, que Robert, acostumbrado a usar los audífonos como ritual musical en el desayuno, lo sintió.

El jurado lo conformaban ellos tres más el dueño de la compañía, Theodore Man, un tipo que ni a Robert le caía bien por su fama de mujeriego con disimiles de jovencitas del set, pero era el genio magno de la compañía para las ventas, eso nadie se lo podía negar.

Las primeras aspirantes enseguida derrumbaron las expectativas que Robert aspiraba con esta generación. No solo eran errores de principiantes y timidez natural, sino que eran chicas que usaban la seducción como arma para contrato y la artista que necesitaba Rob era una que se consagrara al teatro, mínimo que proyectara un aire a su personaje al menos, no a una plataforma erótica, aunque Ryan y Theodore estuvieran encantados. Basura, simplemente desperdicio de generaciones era lo único que Robert apreciaba.

La fila se hacía más corta, pero Rob estaba tan desesperado por terminar que después de haber visto tanto fracaso y despilfarro junto, que tenía la sensación de alargarse más. Valeria ya sonreía con canto de victoria y su marido terminó por pegar la frente grasienta sobre el guión. Era lamentable. ¿Sería él que no comprendía a la nueva generación o que ya no nacían buenos actores en esta?

Robert parecía desear fusionarse junto con el papel y el aroma de fábrica de este, hasta que un olor mezclado a sudor femenino y a rosas, le llamó la atención a su nariz.

Se trataba de la última joven del casting.

Saludó debajo de una mascarilla protectora tan oscura como sus ojos. La piel era casi tan pálida como las hojas que escribía a mano. El cabello era lo más escandaloso. Un mar de hebras teñidas de azul mar, mezcladas con un castaño similar a la siempre bañada de costa de espuma de su pueblo natal.

Cuerpo delgado y alto, con curvas perfectas a la imaginación de Robert. Ni demasiado busto o glúteos que llamasen la atención, solo unas piernas que resaltaban como las raíces de una planta. Robert permaneció con la boca abierta, hasta que la chica se despojó de su mascarilla como parte del protocolo de higiene cuando Ryan le dio la bienvenida.

En ese instante, los dientes de Rob se cerraron como los de un perro. Le había costado en un principio, pero la familiaridad de esas curvas y líneas finas de su rostro terminaron por despertar a Robert de su despiste. Se trataba de Emily, Emily Bound.

• ¿Cómo te llamas, jovencita? –preguntó Ryan.

Emily zarandeó su pelo azulado y aclaró su garganta. Con cada movimiento que ella hacía, le parecía más y más al personaje de su libro.

• La verdad que un actor es reconocido por interpretar a varios personajes. –dijo. –Mi nombre de seguro lo tienen en ese papel, pero hoy seré quien ustedes decidan que sea.

• Buena respuesta. –inclinó su asiento Theodore y miró al resto en búsqueda de una aprobación. –Seguridad. Eso es lo que hace falta en esta compañía. Valeria...

• Oh, sí. –asintió Val. –En el capítulo siete del libro "La Huerta," hay un personaje femenino que es exorcizado.

Valeria tomó el guión y se lo alcanzó a la muchacha desde la mesa. Se la había jugado. Este era en guión más difícil de interpretar. Emily caminó hasta ella y enseguida se incorporó a leer el panfleto. Parecía muy decidida a hacerlo.

• Tómate el tiempo que desees, cariño. –continuó Val. –Sabemos que es una escena difícil.

• He leído este libro más veces de las que puedo contar. –respondió y devolvió el panfleto. –Puedo hacerlo ya mismo, si quieren.

Por primera vez todo el jurado se miraba las caras entre ellos. Esta sería la primera lectora genuina de todas las que habían desfilado por la cola del casting. Todas habían asegurado serlo, pero a esta se le notaba bastante confiada.

• Adelante, entonces.

En un intento de respirar con fuerza, la aspirante cerró los ojos con fuerza para luego abrirlos en una sonrisa macabra. Interpretar un exorcismo no era una cosa sencilla. Hasta los más expertos mostraban dificultades, pero Emily extendió esa sonrisa al punto que sus hoyuelos desaparecieron y comenzase a hacer gestos parecidos a los de un animal, simulando una posesión demoníaca.

Levantó sus brazos como si fuera un cadáver movido por hilos y comenzó a hablar con una voz ronca, sin escapársele ninguna tos o desafinación. Abrió la dentadura más aun y proyectó las palabras como si realmente hubiera encarnado al personaje. Luego, soltó una carcajada luego de haber rodado los ojos e intentar manipular al otro personaje con el diálogo del demonio. La respiración profunda y dividida por etapas era lo que le daba a Emily una actuación creíble que a todos los del jurado se les erizaron los vellos.

Valeria cubría su boca en un intento de esconder su asombro. A Ryan hacía mucho se le había caído la quijada y Theodore, que no se había leído una mierda nunca, no le sacaba los ojos de encima en un intento desesperado de ver el final. Emily regurgitaba la voz en dichas respiraciones como si dos personas a la vez quisieran hablar en un mismo cuerpo y volvía a sonreír en esa expresión estancada con naturalidad. Digno de un Oscar para Robert.

Se le veía bastante cómoda actuando. De esta forma, demostraba que dichos estímulos pertenecían a su zona de confort y que era lo que Robert buscaba desesperadamente. Sus cabellos, su piel, incluso sus manos jugaban con tanta precisión, que no era difícil imaginársela en la ropa del personaje. Lo mejor que había visto en su vida. Había opacado a su mujer, pero por mucho. Le había robado el personaje, pero ni siquiera Valeria tenía el valor de reprochar nada.

• Eso es todo, supongo, a menos que deseen algo más. –terminó de actuar sus últimas palabras y vio que ninguno mostraba respuesta alguna. – ¿Dónde puedo ver mi calificación luego?

• Cariño, la verdad...–Ryan fue esta vez quien inclinó su asiento y me miró buscando aprobación. Yo le asentí con un semblante bien positivo. – ¿Cuál era tu edad?

• Veintisiete. –llevó sus manos a la boca luego de decirlo. – ¿Por qué? ¿Hice algo malo?

• No, para nada. Luces muy joven para tener esa edad, de hecho. –respondió Theodore Man. –Lo que realmente queremos decir, es que...

Tienesel trabajo, felicitaciones. –dijo Robert.

La Carne del AlfaWhere stories live. Discover now