El reloj de Eisherz comenzó a sonar de repente. Lo observé con curiosidad, y fue entonces cuando me percaté de nuestra cercanía. No había apartado mi brazo. El contacto de mi mano con sus labios fríos, lo sentí como si me estuviera quemando la piel. Eso era lo único que evitaba que nuestros labios se tocaran.

La puerta del patio se cerró por sí sola, movida por el intenso aire que acarreaba cada cierto tiempo e hizo el ruido suficiente para que yo quitara mi mano y bajara la mirada con temor a lo que Eisherz podía ver en mis ojos.

—Maldito Aren. —soltó de repente, sentándose sobre el pasto verde. Sus palabras esfumaron la vergüenza que había comenzado a sentir y me devolvieron al momento en que estábamos.

—Sí. Es una putada que haya usado tu rostro para besar a Betsy. —correspondí, sentándome a su lado.

—Se suponía que solo lo usaría por un momento...

Fruncí el entrecejo.

—¿De qué hablas? —cuestioné. Eisherz se sobó la parte trasera de su cabeza.

—Aren me estaba enseñando cómo tenía que actuar cuando tú llegaras.

—¿Yo? —ladeé la cabeza— ¿Qué tengo que ver yo con todo esto?

—Hace un mes que nos conocemos, Mad. —expresó con una sonrisa casi imperceptible.

Técnicamente, lo conoces desde hace años. Pero bueno, eso él no lo sabe.

Has silencio, qué no me dejas centrarme en lo importante.

—Y quería prepararte algo especial para esta noche. —masculló— Por eso todas las velas y flores.

—Pero, ¿y Aren qué pinta en todo esto?

—Él fue el que me dio la idea y me ayudó a montar todo. Yo estaba muy nervioso —Eisherz comenzó a juguetear con sus dedos— y Aren se transformó en mí para enseñarme lo que tenía que hacer en cuanto tú entraras por esa puerta. Yo fui un segundo al baño, así que no sé qué pinta Betsy en todo esto, ni por qué la estaba besando.

Me quedé observándolo por unos segundos antes de hablar.

—¿Y qué te dijo Aren que hicieras cuando yo llegara?

Eisherz ladeó la cabeza. Sus hebras de cabello comenzaron a moverse a consecuencia del viento que nos azotaba. El tiempo estaba nublado. Se podía oler la humedad en el ambiente. Apenas se vislumbraba el reflejo del sol escondido tras las nubes.

—Que te besara. —exclamó. Su tono de voz había cambiado, era más profundo.— Con pasión. Hasta que me resultara difícil respirar.

Tragué en seco.

Sabía que Aren era de los míos.

—¿Y qué más?

—Qué te mordiera el labio inferior y que dejara que nuestras lenguas bailaran al compás. —se detuvo para colocar su mano justo al lado de la mía sobre el pasto sin dejar de mirarme.— Qué apretara una de tus nalgas por encima de la ropa para así acercarte lo más posible a mi cuerpo.

Podía sentir una chispa caliente en los dedos que tenía sobre la hierba y que ansiaban que él los tocaran. Estaban tan cerca de los suyos, solo un mínimo movimiento y la electricidad encontraría su camino.

—¿Ujumm? —murmuré, con la esperanza de que continuara.

—Qué te levantara del suelo y dejara que tus piernas envolvieran mi cintura mientras yo te sostenía por el trasero.

Eisherz se mojó los labios. Ahora se estaba inclinando hacia mí. Oficialmente había dejado de respirar. Necesitaba besarlo. Tenía que hacerlo. Quería sentirlo. Me sentía a punto de explotar solo con sus palabras.

EisherzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora