A pesar que Rebecca le había pedido perdón en el pasado, Rosalie todavía se mantenía alerta cuando conversaba con ella. Rebecca era amable, pero ella ya no quería que la volvieran a humillar. 

Rebecca se apresuró a servir lo que había preparado, empezando por el café. Ella había desayunado hacía tres horas, pero no le molestaba comer de nuevo. Rosie se ofreció a ayudarla, pero Rebecca no aceptó. No le gustaba incomodar a sus invitados. 

Rosalie agradeció cuando le entregó su plato, notando que los panqueques olían bastante bien. A ella le sorprendió que no bendijeran los alimentos antes comer, e hizo una pequeña oración en su mente. Sonrió, rociando los panqueques con miel. 

—¿Y Michael? —Dominic preguntó, temiendo que su padre hiciera un escándalo cuando viera a Rosalie. 

Rebecca fingió una sonrisa, sin acostumbrarse a que su hijo lo llamara por su nombre. 

—Tu padre ya se fue a trabajar. —explicó—. Nos dará el alcance en la casa de Gael para el almuerzo. 

Dominic rio bajo, prefiriendo no hacer más comentarios para no incomodar a Rosalie. Bebió su café en silencio, pensando que Michael era capaz de hacer excepciones por su hermano, pero no por él. 

—¿Cómo has estado Amy? —Rebecca continuó hablando, girando hacia ella—. ¿Cómo es Francia?

La joven sonrió con la pregunta, limpiando las comisuras de sus labios con una servilleta. Relamió sus labios, inclinándose para responder. 

—Es un país muy bonito; en especial París. —comentó tranquila—. Vivo cerca de la Torre Eiffel; a un par de cuadras de la universidad. 

Rebecca asintió, notando que Amelie todavía se mostraba tensa. Rebecca decidió seguir conversando con ella, intentando no agobiarla con preguntas. Quería recuperar la confianza que se tenían antes del problema que ocurrió.

Rosalie fue soltándose con el pasar de los minutos, y se emocionaba más cada vez que hablaba de la universidad. Le enseñó en su celular varios de los diseños que hizo, y le contó que dibujar se le hacía más sencillo con la práctica. A pesar que solo estaba llevando un curso de inducción, Rosie sintió que había aprendido demasiado. 

—¿Y cómo fue que te animaste a venir? —Rebecca consultó, viendo el calendario—. ¿Estás de vacaciones antes que comience el ciclo regular?

—Pedí permiso para faltar el viernes. —Ella carraspeó. Solo estaré el fin de semana—. Regresaré mañana al mediodía.  

Rebecca asintió, y prefirió no decirle más. Comprendía que ella y su hijo se querían, pero le pareció irresponsable que hubiera faltado a clases solo para verlo competir. Rebecca revisó su reloj, alertándose por la hora. Faltaba poco para el almuerzo, y Michael acababa de avisarle que él ya se encontraba allá. 

Rosalie salió primero de la casa, y suspiró aliviada al notar que el nuevo dueño de su casa ya no estaba. Aquel hombre le produjo una sensación extraña, y prefería no volver a toparse con él. 

Rosie elevó el rostro, y observó la ventana de su antigua habitación. Alcanzó a notar que cambiaron sus cortinas, y sacudió la cabeza. No quería ponerse melancólica. Ella avanzó hasta el árbol, sonriendo cuando tocó el tronco. Ese pequeño gesto, le trajo paz. 

—Te gusta, ¿no es así? —Dominic consultó, acercándose. 

—Gracias a este árbol, me salvaste de mi madre y de su novio. —Ella recordó, sorbiendo por la nariz—. Es nuestro. Nuestro árbol. 

Dominic la abrazó, tomando su celular. Le pidió a su madre que les tomase una foto, y sonrió. A él también empezaba a gustarle el árbol. 

Rebecca se enterneció al verlos juntos, y le devolvió el teléfono antes de sacar su auto del garaje. A pesar que vivían en el mismo vecindario, la casa de Gael se encontraba a más de treinta minutos de ahí. Ella avanzó despacio, girando para ver a su hijo. 

Distancia InesperadaWhere stories live. Discover now